La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 458

Desde que Ariana se enteró de que Albina estaba embarazada, supo que los dos definitivamente se volverían a casar en algún momento. Al ver la feliz sonrisa en el rostro de Albina, ella también sonrió inconscientemente.

—¡Felicidades! —Ariana gritó de alegría.

Con este certificado de matrimonio, Albina era ahora la legítima esposa de Umberto.

Albina se frotó suavemente contra el cuello de Ariana y le susurró:

—Ya estoy casada. Ariana, ¿y tú? ¿Cuándo te casarás?

Su voz fue muy baja y solo Ariana la oyó.

Ante sus palabras, Ariana bromeó:

—Oye, ¿aún no llegas a ser una verdadera madre y ahora ya empiezas a preocuparte por mi futuro?

Mirando a Albina con los labios fruncidos, Ariana le pellizcó la nariz con impotencia, suspiró y continuó:

—Olvídalo, posiblemente sería mejor que yo estuviera soltera y no entrara en más relaciones.

Para arreglar sus propios asuntos, Ariana se sentía bastante cansada y realmente no le sobraba más energías para entrar en el amor. Además, ella creía no saber cómo resolver los problemas en las relaciones. La desagradable ruptura con Santiago todavía le molestaba mucho, por lo que ahora temía, o no quería más relaciones amorosas.

La segunda oración lo oyeron tanto Umberto como Macos, ya que ella no bajó la voz deliberadamente.

Umberto echó una mirada a Macos y lo encontró frunciendo los labios, con una expresión un poco molesta.

—Macos, no te quedes aturdido en la puerta. Invítanos a pasar y a tomar un poco de té o café. Albina lleva medio día de pie y necesita descansar.

Tras decir esto, Umberto, sin esperar la respuesta del dueño de la casa, tomó la mano de Albina y se dirigió al interior.

—¿Hay frutas? Por favor, lava algunas frutas frescas para nosotros —dijo Umberto.

El mal humor de Macos se desvaneció por su demanda repentina. Él entró en la sala con Ariana mientras murmuraba en voz baja:

—¿Realmente crees que esta es tu casa y yo soy tu sirviente?

A pesar de estas quejas, sacó algunas frutas frescas de la nevera y las sirvió a los tres.

Albina, aunque solo llevaba tres meses embarazada, tenía náuseas ligeras, no tenía muy buen apetito y solo quería comer algo ligero o fresco.

Sentada en la sala con aire acondicionado, y comiendo lichis agridulces, Albina se sintió muy satisfecha y suspiró aliviada.

—¡Ay, así es la vida que se merece vivir!

Umberto la echó una mirada de reproche y preguntó:

—¿Qué? ¿Salir conmigo a solicitar certificados de matrimonio no es una vida que se merece vivir?

Albina sonrió, lo tomó del brazo, apoyó la cabeza en su hombro y se hizo la simpática.

Umberto la miró con mimo, le peló los lichis cuidadosamente y la alimentó.

La pareja, uno pelando y dándole de comer, y la otra comiendo, creaba un ambiente tan dulce y cariñoso que a Macos le pareció que un aire de dulzura flotaba en todo su salón.

—Umberto, no demuestres demasiado afecto en público. Ahora estás en mi sala, en vez de en tu propio dormitorio —Macos tosió suavemente y dijo.

No obstante, la pareja solo le echaron una ojeada y siguieron con sus actos sin hacerle más caso a Macos.

Albina se metió un lichi agridulce en la boca y se dirigió a Macos:

—Macos, estás celoso, ¿verdad?

Este se quedó aún más molesto y dijo:

—Albina, no han venido especialmente solo para enseñarnos sus certificados de matrimonio y presumir de su amor delante de nosotros, ¿verdad?

Umberto se limpió el jugo de los dedos con una toalla de papel, lo miró y contestó:

—Por supuesto que no.

Tras decir esto, tomó el bolso que llevaba consigo, sacó unas cuantas bolsitas de dulces y dijo:

—Les traigo especialmente caramelos de boda para que puedan obtener un poco más de buena suerte de la felicidad entre Albina y yo.

Luego, les entregó unas bolsitas.

Macos y Ariana se quedaron aturdidos, mirando los caramelos de boda en la mano.

—Con nuestra felicidad, Macos, creo que te irá mejor en el camino de conseguir tu amor... —Umberto continuó.

Antes de que pudiera terminar su frase, Macos lo interrumpió inmediatamente y se dirigió a Albina:

—Albina, ¡deberías controlar bien a tu Umberto! No solo presume deliberadamente mostrándome los certificados de matrimonio, ¡incluso se burla de mí, un pobre soltero, con los dulces de boda!

—Vaya, no esperaba que fueras tan dedicado en el amor.

Macos hizo un gesto con la mano.

—No me atrevería a compararme contigo.

Antes de conocer a Albina, Umberto siempre había parecía un hombre indiferente que no tenía interés por las mujeres, pero, ¿quién iba a pensar que en privado era un esposo que mimaba tanto a su mujer?

Umberto sacó de la nevera algunas de las frutas favoritas de Albina y mientras las lavaba, le recordó:

—Obviamente, la madre no ha venido con buenas intenciones. Ariana es una chica sensata, pero careció del amor de su madre desde que era una niña y me temo que se dejará aprovechar por su madre.

Macos, con una cara seria, asintió en silencio.

Él no era tonto. Desde que se enteró de que la madre de Ariana había venido a buscarla, Macos levantó sospechas, y empezó a prestar atención especialmente a la situación de Ariana, sin que esta se diera cuenta.

Umberto añadió mientras secaba las frutas que acababa de lavar:

—Aunque la madre de Ariana no ha venido con buenas intenciones, puede ser una oportunidad para ti si sabes cómo aprovecharla.

Al oírlo, Macos se quedó sumido en sus pensamientos.

Solo cuando Umberto se dirigía hacia el salón con el plato lleno de frutas, Macos volvió en sí y se dio cuenta de que Umberto, mientras hablaba con él, había formado un gatito con diferentes frutas y cortado la sandía en trozos con forma de corazón.

«¡Vaya, qué hombre más romántico!»

Macos tuvo que admitir que Umberto era el mejor en complacer a su mujer.

La pareja comió y bebió en casa de Macos, y, tras más o menos dos horas, se levantaron para despedirse.

Después de todo, sus familiares todavía esperaban que la pareja les anunciara la feliz noticia.

Albina subió al coche y se asomó a la ventanilla para despedirse de Macos y Ariana, agitando la mano. Y cuando el coche se alejó del barrio, ella habló con el ceño fruncido:

—Sentí que Ariana no estaba de muy buen humor, y que a menudo se distraía cuando charlaba conmigo. No sé qué le pasa.

Umberto no se lo ocultó y le contó a ella lo que Macos le había dicho.

Ante estas palabras, Albina gritó con los ojos impregnados de ira:

—¡¿Cómo esa mujer sinvergüenza se atreve a buscar a Ariana?! ¡No es digna de ser su madre en absoluto!

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