Miguel tenía una estatura alta, pero había estado enfermo estos días y parecía más flaco que Umberto.
Tras recibir el puñetazo, él retrocedió unos pasos y la sangre inmediatamente rebosó de la comisura de su boca.
Luego agachó la cabeza, miró las baldosas brillantes y se limpió la sangre.
—¡Miguel! —gritó su madre y se precipitó a su lado para protegerlo.
Aunque sabía en el fondo que Miguel había hecho mal en secuestrar a Albina, era su propio hijo, y no podía quedarse de brazos cruzados viendo cómo Umberto le pegaba.
La madre de Miguel, con los ojos inundados de lágrimas, miró a Umberto y se disculpó:
—Señor Santángel, él ya sabe que se equivocó y hoy viene especialmente a pedirles disculpas en persona... Además, en ese momento, él puso a la Señorita Espina en libertad por su propia voluntad...
Su voz era débil, pero su mirada era inusualmente firme y cautelosa.
Umberto hizo una mueca, retiró la mano y se puso quieto allí, irradiando una aura indiferente y fría, como si el que golpeara a Miguel no fuera él.
—Claro que sé que fue Miguel quien tomó la iniciativa de dejar a Albina en libertad. De lo contrario, yo no solo le habría dado un puñetazo.
Camilo respiró aliviado ante eso.
«Ya que Umberto dijo eso, debió haber perdonado a Miguel.»
En este momento, Miguel levantó la vista, miró a Albina y dijo de repente con voz ronca:
—¡No me arrepiento!
Al oír esas palabras, Umberto puso una cara sombría, y lo miró ferozmente con los puños muy apretados.
Como si no se hubiera dado cuenta de la hostilidad, Miguel miró a la aturdida Albina con ojos amables, y dijo sinceramente:
—Me gustaba Albina y quería estar con ella, por eso la saqué del banquete. Eso era realmente lo que quería hacer, por eso no me arrepiento. Sin embargo, Albina está embarazada y le gusta Umberto...
Miguel respiró profundamente y continuó con voz temblorosa:
—Por lo tanto, cambié de opinión y la dejé en libertad. Quiero que ella sea feliz, aunque su felicidad está a costa de la mía.
La noche que se enteró de que Albina estaba embarazada, se quedó despierto toda la noche pensando en ello. Al final, se convenció de que amar a una persona es darle lo que deseaba.
Miguel ya no se preocupaba por sí mismo, pero sí se preocupaba por Albina. Ella había sufrido demasiado y él quería que fuera feliz. Podía aceptar la realidad de no poder estar con ella. Mientras Albina pudiera ser feliz, él se quedaría contento.
La mirada de Miguel era tan pesada y triste que Albina ni siquiera se atrevió a mirarlo a los ojos y se escondió detrás de Umberto.
Antes, Albina no había entendido por qué le gustaba a Miguel y por qué él se desvivía tanto por ella. Pero ahora parecía comprenderlo. Si Umberto se enamorara de otra persona, ella posiblemente sería más terca que Miguel y definitivamente no renunciaría tan fácilmente.
¡Era una obsesión!
Albina se sintió un poco triste, y después de un buen rato, salió de detrás de Umberto.
Umberto le tomó de la muñeca nerviosamente, con algo de pánico en los ojos.
Albina le sonrió, se zafó de su agarre, se acercó a Miguel y le mostró el certificado de matrimonio.
—Miguel, ya estoy casada con Umberto.
Miguel se quedó pasmado, como si la sangre se helara de repente, y se mordió con fuerza el labio inferior.
Miguel sabía que era solo cuestión de tiempo que los dos se casaran, pero no esperaba que este día llegara tan rápidamente y le costó un poco aceptarlo.
—Así que deja de pensar en mí. La vida aún es muy larga y eres un hombre muy sobresaliente. Seguro que te encontrarás con la chica más indicada para ti.
Miguel la miró con algo de melancolía, y quería decirle:
«Si la chica no eres tú, ¿qué sentido tendría?»
No obstante, al mirar los claros y nerviosos ojos de Albina, Miguel no se lo dijo, sino que sonrió y asintió.
—Sí, tienes razón.
Albina le miró fijamente y, de repente, esbozó una hermosa sonrisa y dijo:
—Miguel, muchas gracias por quererme.
En sus cortos veinte años, Albina había conocido a mucha gente y había experimentado muchas cosas. Había reído de alegría y había llorado de desesperación. Cuando sus padres murieron, cuando se divorció de Umberto y cuando llegó a un callejón sin salida, pensó en terminar su vida. Pero al final, ella no eligió dejar este mundo. Porque en este mundo había muchas personas que la quería, entre ellas estaba Miguel.
En el fondo, ella sinceramente le deseaba a Miguel una vida próspera y feliz. Él tenía amigos, padres y un hermano mayor que lo querían mucho. Su futuro sería muy prometedor y no debería aferrarse a ella y torturarse a sí mismo.
Miguel, quien no era tonto, entendió lo que quería decir Albina y le dijo sonriendo:
—No te preocupes, no te molestaré más en el futuro, pero espero poder seguir siendo tu amigo...
Hizo una pausa y continuó:
—Lo digo en serio, de verdad.
Camilo sonrió disimuladamente.
«Resulta que Umberto se siente avergonzado por la ropa que lleva. Pensé que era fuerte por dentro, pero resulta que está fingiendo.»
Mientras tanto, Daniel, Olivia y el abuelo, rodearon a Albina y miraron una y otra vez su certificado de matrimonio. El anciano, en particular, estaba tan alegre que se reía de oreja a oreja.
—Pensé que no podría ver a Umberto casarse antes de mi muerte. Con ese carácter apestoso y duro que tiene, pensé que terminaría soltero por el resto de su vida.
Al oírlo, Albina no pudo evitar sonreír tapándose la boca.
Umberto se sintió avergonzado y molesto al escuchar las palabras de su abuelo.
«Soy su nieto. ¿Cómo puede decir eso de mí de esta manera?»
—Sí, señor Sergio, yo también lo creí así. Pensé que Umberto sería el último entre nosotros tres en casarse, pero no esperaba que fuera el primero —Camilo dijo a un lado.
—No solo se casó antes que ustedes, sino que también está esperando la llegada de su hijo —el anciano dijo sonriendo.
Camilo se quedó sin palabras y no supo qué decir por un momento.
Umberto alisó la camiseta y dijo sonriendo:
—Hace demasiado calor fuera, voy a subir a ducharme y cambiarme.
Después, hizo un gesto a Albina.
—Albina, ven y acompáñame.
Albina corrió hacia él, le tomó del brazo y los dos subieron felizmente.
Camilo se sintió muy celoso al ver la escena.
«¡También quiero un amor tan dulce!»
Sacó tranquilamente su teléfono, tomó una foto de las espaldas de los dos, y se la envió a Santiago.
—Umberto se ha vuelto a casar con Albina hoy y lleva un traje de pareja con ella.
Después de unos segundos, Santiago le devolvió una serie de signos de exclamación.
Camilo se sintió mucho más aliviado al ver que él no era el único soltero que sufría en la soledad.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega
que pasa con el final de esta novela solo llega hasta 577 ?...