La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 52

—Umberto, ¿por qué te gusta Albina , es por su belleza? ¿No te casaste con ella solo para usarla?

Camilo observó a Umberto poner esa foto como salvapantallas con una expresión de desconcierto.

Eso era lo que Santiago quería preguntar. La primera vez que había visto a Albina, le había llamado la atención su bonita cara, y era cierto que era una hermosa chica, pero no era como si nunca hubieran visto una mujer bonita antes. Tampoco había visto la desesperanza de Umberto por una mujer.

—No lo creí también al principio —Umberto miró su nuevo salvapantallas mientras respondía—. Es normal que los solteros como vosotros no lo entendáis. Cada vez que salías del trabajo, había alguien esperándote.

Sabiendo que él tiene insomnio, Albina había aprendido masaje para ayudarle a relajarse y poder conciliar el sueño rápidamente. Todos los días le acordaba que comiera a tiempo y que no trabajara demasiado.

Desde su infancia, aparte de su abuelo y estos dos amigos que le rodeaban, incluso sus padres, tenían designios sobre él. Las mujeres de su vida tenían sus propias intenciones, además de Albina.

Ella no pidió nada, y porque él le tendió la mano para ayudarla una vez, hizo todo lo posible por cuidarlo y amarlo con todo su corazón.

—¿Por qué no me ha mandado un mensaje todavía, se ha olvidado? —Umberto miró el reloj y frunció el ceño.

—¿Qué? —preguntó Santiago, asomando la cabeza.

—Le dije que me enviara un mensaje cuando llegara a casa.

—Entonces tú envíale un mensaje.

—Me olvidé de pedirle su número de móvil.

—Umberto, un gran obstáculo para volver a estar juntos con Albina, es Yolanda —Santiago se puso serio—. Es tu prometida y la favorita de tu madre, y si estas dos unen sus fuerzas y no te ocupas de ello, me temo que se repetirá lo que ocurrió antes.

—No te preocupes, esta vez no me comprometeré, romperé el compromiso lo antes posible.

***

Yolanda se fue de la fiesta de muy mal humor. Albina ya la había deshonrado en la fiesta, pero eso no era lo que más la asustaba. Lo que más le preocupaba era que Umberto dijo que quería romper su compromiso.

El hecho de que se lo haya dicho en persona significaba que se ha decidido.

Yolanda odiaba que Albina siguiera viva. Si hubiera muerto no habría habido más problemas y Umberto no habría querido romper su compromiso.

De repente, el conductor frenó de golpe.

Yolanda golpeó la cabeza contra el respaldo del asiento y gritó al conductor:

—¡Maldita sea, quién te ha dicho que pares, hasta tú me estás intimidando!

El conductor giró la cabeza y le dijo:

—Señorita, alguien está delante de nuestro coche, si yo no frenara el coche, chocaría con él.

Yolanda parecía aturdida con miedo, el accidente de coche hace tres años había dejado una gran sombra en ella.

—¡Sal del coche y ven conmigo a ver qué está pasando!

Apretó los dientes y salió del coche con el conductor. La persona que iba en el coche de delante también se bajó.

El hombre era conocido, era Jaime Seco. A Yolanda siempre le había caído mal Jaime por su antagonismo con Umberto, pero hoy, en la fiesta, había hablado por ella y le había causado una buena impresión.

—Jaime, ¿cómo conduces, sabes que es peligroso?

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