La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 85

Albina no era consciente de que los empleados de la empresa de Umberto se estaban enfrentando a grandes dificultades.

Estaba de mal humor, quizás porque había pensado demasiado en lo que pasó durante aquellos días y había trabajado mucho.

Se sentía tan mal que sus mejillas estaban rojas.

—Albina, te ves muy mala, ¿estás enferma?

Al ver que algo andaba mal con ella, una colega a su lado preguntó en voz baja.

Albina se animó y le sonrió:

—Todo bien, tal vez tenga gripe. Regresaré y tomaré medicina.

Después de que Lila escuchó su conversación, se burló:

—Tal vez no tenga confianza en sí misma en la competencia que empezará en dos semanas, y usa su enfermedad como excusa.

Aunque no indicó su nombre, era obvio que apuntó a Albina.

Albina no se molestaría con una persona tan grosera, pero aquel día estaba de mal humor. Después de que Lila se burlara de ella, la miró con frialdad,

—¡Cállate, Lila! ¿No sabes qué estás diciendo? Si ya no quieres tu boca, te la rasgaré.

Albina llamó directamente el nombre de Lila. Como las dos hablaron con voz alta, todos los que lo escucharon, mirándolas con asombro.

La cara de Lila se puso roja de repente. Había ridiculizado a Albina muchas veces en la oficina, pero apenas la refutó ni se enojó, solo sonrió y continuó trabajando.

Pero Lila no esperaba que Albina se volviera tan terca, llamándola por su nombre y gritándola directamente.

Cuando estaba a punto de ofenderla, entró Macos, por eso Lila tuvo que dominarse.

Macos, que acababa de hablar con algunos compañeros, no sabía lo que sucedió. Vino al lugar de Albina y asintió con satisfacción al ver su mesa llena de documentos. Parecía que Albina se había preparado bien para esta competencia.

Al ver su cara rojeada, frunció el ceño:

—Albina, ¿no te sientes bien?

Un poco distraída, ella levantó la cabeza y miró desconcentradamente a Macos.

La piel blanca, las mejillas rosas, los labios rojos, los ojos brillantes y los labios rojos destacaban su belleza. Macos se congeló por un momento, luciendo incómodo.

Mirando su apariencia, Lila susurró,

—¡Desvergonzada!

La odió aún más.

Al ver que Albina estaba de mal humor, Macos decidió dejar que se fuera a casa por la tarde para descansar.

Albina no se negó, sabiendo que su propia condición realmente no estaba bien. Incluso si se quedara en la oficina, no podría concentrarse, por lo que aceptó la decisión de su jefe.

Ariana no estaba en casa.

Después de tomar la medicina, se arrojó sobre la cama, tiró de la colcha y comenzó a dormir.

Estaba extremadamente cansada. Además, debido al efecto de la medicina, se durmió rápidamente.

La pantalla del móvil junto a la almohada se iluminó, Umberto la estaba llamando.

Pero Albina estaba tan profundamente dormida que no podía contestar.

Cuando Umberto estaba escuchando el sonido de notificación del móvil, su rostro estaba sombrío.

Albina ni siquiera quiere contestar su teléfono, lo que hizo que Umberto sintiera que hubiera cometido un gran error.

Justo cuando Rubén entró para entregarle el documento a su jefe, vio que Umberto levantó la cabeza de repente, resultó que temblaron los dedos y este asistente casi no podía mantener el documento en su mano.

—Señor, ¿qué le pasó?

Rubén pensó en el trabajo que había hecho en los últimos días y recordó lo que salió mal.

Umberto dijo de repente:

—Rubén, ayúdame a obtener el número de Macos, tengo que hablar con él.

¿Quién era Macos? Rubén hizo una pausa por un momento y de repente recordó que él era el jefe actual de Albina. Le dijo rápidamente a Umberto:

—Un momento.

Rubén respiró aliviado, encantado de que no hubiera errores en su trabajo. Si Umberto se enfadara consigo, sería un desastre.

Después de un tiempo, Rubén le dio el número de Macos.

Umberto lo llamó directamente.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega