La Verdadera Novia del CEO romance Capítulo 8

Zoe se ha colocado su mejor traje, camina con valentía y seguridad a través de aquellos pasillos por última vez como vicepresidente y como accionista.

Al llegar a la presidencia, su tío se pone de pie evidentemente afectado, se acerca a ella y la abraza.

—Lo siento… con toda la premura de tu boda, olvidamos todo esto —Zoe lo mira y Francesco la guía a una silla—. La tradición dice que las mujeres de la familia al momento de casarse deben renunciar a todas sus posesiones y a cualquier otra participación en las empresas de la familia.

—No lo entiendo, ¿por qué el abuelo no me dijo nada? ¡¿Cómo pudieron olvidar algo así?!

—Es que todo pasó muy rápido… te juro que no quiero que te vayas, me agrada tenerte aquí, eres inteligente, perspicaz, pero…

—Solo dime dónde tengo que firmar… no alarguemos esta agonía —trata de mantenerse calmada y digna, pero por dentro solo odia más a Daryl y su padre.

Esos hombres solo le arruinaron la vida.

Francesco asiente y manda a pedir los documentos, en eso llega Carlo y la abraza fuerte. Zoe tiene mucho que aportar, es una ejecutiva realmente valiosa y por eso la cara de amargura de los hombres es evidente.

Al terminar de firmar los documentos, Zoe se apresura en salir de allí, seguida por Carlo, que no oculta su pesar por ya no contar con el apoyo de su prima.

—Te prometo que cuidaré bien la empresa —le dice su primo—. Mientras que tú me prometes que me dirás cualquier cosa que ese tipo te haga.

—Si te dijera lo que me ha hecho hasta ahora, seguramente ya estaría muerto —le dice ella con una sonrisa triste—. Será mejor que me vaya, antes de que termine llorando aquí.

Se dan un último abrazo y ella sale del edificio con el corazón encogido, pero con aquella actitud digna y fuerte, que solo Zoe Amato puede tener frente a las dificultades.

Antes de llegar al auto, uno de los clientes, Gian Moretti, se le acerca para saludarla. Ella le ofrece la misma sonrisa de siempre, o sea ninguna, y le da la mano, pero el hombre tira de ella y le da un abrazo.

Solo eso es suficiente para que el caos llegue un día después.

Anabet ha visto el encuentro y los fotografía de inmediato, envía las imágenes a Daryl sin dudarlo, porque no dejará que aquel hombre se le escape tan fácilmente. Tiene que lograr el divorcio lo antes posible para ser la esposa de Daryl.

Daryl se mantuvo alejado de los mensajes que Anabet le enviaba, la situación en Francia era seria y requería toda su atención. Pero cuando ve que dice «Urgente», siente que su corazón se paraliza, pensando en que algo malo le pudo haber pasado.

Pero nada lo prepara para ver aquellas imágenes, donde Zoe está abrazada de aquel tipo de la boda, aprieta los puños y dientes, da un golpe en la mesa, espantando a todos los presentes, para luego ordenar a su asistente a que adelante todas las reuniones para ese día.

—Si crees que vas a dejarme en ridículo, te equivocas, Zoe Amato —dice apretando los puños.

Por eso, cuando las reuniones terminan a las dos de la mañana, su asistente le dice que el avión está esperando por él para salir de inmediato a Italia. Se va directo al aeropuerto, pensando en el castigo perfecto para darle a aquella mujerzuela que le habían dejado por esposa.

Mientras tanto, Zoe está en su habitación, teniendo aquella pesadilla que es una mezcla de recuerdos y las experiencias recientes. Ella corre por aquel lugar, que reconoce es la mansión de su abuelo, golpea la puerta secreta de su infancia con alegría, esperando que su amigo la abra para jugar.

Pero al abrirse, no está él… en su lugar, hay tres hombres encapuchados que la toman por la fuerza y la amarran a una silla frente a Daryl. Ambos ya no son niños, están en su versión adulta, por eso, cuando ella lo mira y lo llama, él solo frunce el ceño y le dice «Yo no te conozco».

Se despierta asustada, sudando frío y con las palpitaciones agitadas. Se pone de pie, va al baño a mojarse el rostro y luego sale de allí, descalza y solo con su camisola blanca. Sus pasos la guían de camino a aquella puerta secreta, pero no lo consigue, porque una mano fuerte tira de ella y la arrastra.

—¡Pero qué…!

—¡Cállate, z0rra! —resuena la voz de Daryl en la oscuridad —. ¡Para eso te quedaste, ¿verdad?! ¡Para verte con tu amante!

—¡¿De qué demonios estás hablando?! —le dice ella tratando de zafarse de su agarre.

—¡Te vieron, tengo pruebas! ¡Solo eres una esposa descarriada y yo te pondré en tu lugar! —la arrastra escaleras arriba, pasan de largo de la habitación principal en donde ella se estaba quedando y la lanza a un cuartucho sin cama, luz ni abrigo.

—No sé de qué estás hablando… —le responde molesta, observa el lugar y se abraza a sí misma—. Supongo que no me vas a dejar aquí, porque eso solo demostraría la clase de animal que eres.

—Te lo advertí, te dije que puedo ser muy malo y no me creíste… si pensaste que al no estar yo ibas a verte con tu amante, te equivocaste mucho…

—En primer lugar, yo no tengo amante, porque aunque creas que soy una z0rra, aquí el único que ha faltado a nuestro matrimonio eres tú —Daryl gruñe, pero ella no le presta atención—. En cuanto a ese supuesto amante, ¿me podrías mostrar las pruebas que dices tener? Creo que me merezco al menos saber con quién te estoy engañando, querido esposo.

—Tú sabes muy bien con quién…

—No, no lo sé —le responde ella cruzándose de brazos.

El hombre saca su teléfono y se lo enseña, dejándola ver las imágenes y aprovecha de ver quién se las envió. Ella se ríe, se da la vuelta para caminar hasta la pequeña ventana y se sienta en un viejo mueble abrazada a las rodillas.

—¿No vas a decir nada más? Claro, porque ya te descubrí y…

—No te voy a decir nada, porque fue Anabet quién te mandó las fotografías de mi supuesta infidelidad —ella lo mira con evidente decepción y sonríe—. Me quedó muy claro el día de nuestra boda que yo no soy nada para ti, ni siquiera una fuente confiable de información.

«Pero podrías pasarte por la sala de seguridad de Amato Inversiones… ve qué le pasó a Gian luego de ese «encuentro de amantes», aunque eso solo lo harás si quieres saber quién miente esta vez, si yo o tu amada Anabet.

—¡No quieras manchar su nombre conmigo!

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