La Verdadera Novia del CEO romance Capítulo 9

Zoe se queda sorprendida cuando la muchacha recoge la tarjeta que Daryl tiró al suelo furioso antes de salir de allí, se la entrega y ella lee en voz alta.

«Ni siquiera una flor puede opacar tu belleza.

Un admirador secreto que te ama.»

—¿Admirador secreto? —pregunta con incredulidad y luego suelta una carcajada—. ¡Por favor… jajaja! No puedo entender que se crea algo así, ¿acaso es tan ciego que no se da cuenta que no tengo nada para cautivar a un hombre? ¿Dijeron que eran para mí? —le pregunta a la chica y esta asiente.

—Sí, para la señora de la casa, esa fue la orden que traía el mensajero.

—Pues no me interesa —dice entregándole el ramo—. Creí que eran de mi abuelo o mi primo, pero si no viene de ellos o de mi «esposo», cosa que dudo pase algún día, entonces no lo quiero.

—Huelen delicioso…

—Te las puedes quedar, si quieres. No me interesan, pueden oler mejor que un perfume de Dior, pero yo no las quiero si no proviene de alguno de los hombres de mi familia.

—¿Está segura, señora? —le pregunta dudosa la chica de recibirlas.

—Muy segura… además, no me creo eso del admirador… tal vez el repartidor se equivocó, porque ni siquiera venían a mi nombre.

La conversación se termina cuando la chica se lleva las flores, mientras que otra llega con ropa para que se cambie. Le pide que la ayude a tomar una ducha tibia y a cambiarse de ropa. Para cuando termina, llega la sopa y le pide a la muchacha que se siente junto a ella para acompañarla.

Por alguna razón en ese momento se sentía vulnerable y no quería estar sola, mientras que en el piso de abajo hay un hombre a punto de perder la cabeza.

Suena su teléfono y responde sin ver quién es de muy mala manera.

—¡Aló!

—Yo… yo te llamo luego, lo siento —al oír la voz de Anabet, se pasa las manos por el cabello y suspira con frustración.

—No pasa nada… es solo que estoy molesto con… no importa eso ahora —suspira con frustración—. ¿Qué pasa, cariño?

—¿Estás en casa?

—Sí, llegué en la madrugada.

—¡Oh, entonces voy para allá!

Pero antes de que se niegue, Anabet le ha cortado, intenta llamarla para decirle que no es buena idea que vaya a casa, pero no le responde. Se deja caer en el sillón frente a su escritorio, sintiendo que su cabeza estallará en cualquier momento.

Esas mujeres iban a acabar con él, no tenía idea cómo su vida se había vuelto un caos, con las características de un huracán a punto de arrasar lo que le costó tanto poder armar otra vez,

No sabe cuánto tiempo pasa, pero es el suficiente para que llamen a su puerta, una de las chicas de la servidumbre aparece para anunciarle que Anabet llegó, pero la mujer la aparta sin delicadeza y de manera despectiva le dice.

—No necesito que me anuncies, soy una amiga del señor Marchetti —camina con movimientos exagerados y se cuelga del cuello de Daryl, le estampa un beso en la mejilla, pero él la toma por los brazos y se la quita de encima.

—Rita, puede retirarse —le dice a la muchacha, quien sale enseguida cerrando la puerta, Daryl se dirige hacia Anabet y la regaña—. No puedes hacer eso delante de la gente, ¿quieres que hablen mal de ti?

—No me importa, si es por estar contigo. Además le dije que era una amiga tuya —pasa sus manos por el pecho del hombre, mirándolo de manera provocativa, pero no consigue incitarlo a lo que ella quiere—. ¿Estás molesto?

—No puedes tomarte esto a la ligera… yo no quiero que estés en la boca de las personas. Debemos ser discretos en nuestros encuentros, no tienes que desesperarte…

—¿Qué no me desespere? ¡¿Qué no me desespere?! ¡Te casaste con mi prima! —se aparta de él y comienza a lloriquear—. Te vi decir que sí en la iglesia, mi corazón se destrozó ese día, pero aquí estoy… porque sé que, aunque no cumpliste con la promesa que me hiciste cuando éramos niños, me amas, ¿verdad?

Daryl baja la mirada a la pulsera de caracolas blancas y rosas que Anabet lleva en su muñeca derecha, una punzada en la cabeza le provoca una mueca de dolor y la mujer corre con él.

—¿Estás bien, amor?

—No pasa nada, es normal en mí cuando algún recuerdo intenta llegar a mi mente —dice con los dientes apretados, de pronto imágenes de la pulsera en la mano izquierda de la chica le llegan—. ¿No la usabas en la mano izquierda?

Anabet abre los ojos sorprendida por la pregunta, pero luego le sonríe y se refugia en su pecho para que no la vea mentir.

—La uso en cualquiera de mis manos, siempre que pueda acompañarme, es una manera de llevarte en mi corazón.

Daryl cierra los ojos para tratar de calmar ese dolor que lo molesta de vez en cuando, pasa sus manos por la espalda de Anabet y ella luego lo mira, toma el rostro del hombre con ambas manos y lo besa con suavidad.

Él no se opone, pero sabe que eso no está bien. Algo en su mente le dice que no debería seguir con eso.

Hasta que la puerta se abre sin que ellos se den cuenta y un corazón se rompe otro poco más.

Zoe, quien ya se siente mejor decide bajar para hablar con Daryl de los malos entendidos entre ellos. Puede ser que no le dijera la verdad de ellos en el pasado, pero al menos puede tratar de llevar la fiesta en paz un poco.

Además, quiere visitar a su abuelo, necesita hablar con él sobre esa tradición que la ha dejado fuera como si fuera una inútil, no quiere ser una mantenida y no le están dejando más opciones. Pero le preocupa su futuro, porque ha tenido que ceder al heredero mayor cada una de sus acciones, solo tiene parte de la fortuna que heredó de su madre, porque la otra la ha invertido en la bolsa.

Si un día Daryl decide terminar aquel matrimonio y lanzarla a la calle, quedará casi en la miseria. Aunque por otra parte eso no le asusta tanto si eso significa que será libre de un matrimonio que no la hará feliz.

Tiene sus manos, su ingenio, ella puede salir adelante sola…

Se encuentra frente al despacho de Daryl, llama a la puerta suavemente, pero no recibe respuesta. Repite los golpes, pero como otra vez no le responden, decide abrirla de todas maneras.

Se arrepiente en el mismo instante que lo hace, porque la escena que queda frente a sus ojos es la más desalentadora.

Mira al piso, se aclara la garganta y vuelve a mirar a la pareja.

—Disculpen, no sabía que estaban ocupados, llamé dos veces a la puerta, pero no me respondiste —le dice calmada, como si no le importara lo que acaba de ver—. Necesito hablar contigo… en privado.

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