Cuando la tarjeta de invitación llega a las manos de Zoe, mira el techo y se deja caer en una silla cerca suyo.
Otra fiesta más, esta vez para celebrar el cumpleaños de la princesa Anabet, como si no fuera suficiente ya tener que verla al menos día por medio allí, haciéndole arrumacos a Daryl y mirándola de manera despectiva.
Lo único que la consuela es que Daryl ya no la deja que lo bese delante de ella, porque en verdad eso sería mucho más humillante. Aquel día dejó que el estar allí, en su lugar secreto y recordar el pasado, la hiciera vulnerable. Por eso, ahora trataba de no coincidir con su esposo, no fuera que otro ataque de amabilidad le llegara y terminara peor que un beso.
Rita aparece esta vez con una caja algo más grande y una rosa roja.
—¿Otro regalo?
—Sí, de la misma persona que no sabemos quién es.
—Llévelo a la habitación, por favor.
Vuelve a meterse en el trabajo que se trae entre manos, uno que involucra a Carlo, pero de manera silenciosa, para no tener problemas con su familia o con su esposo. Revisa algunos de los documentos, deja escapar un suspiro y luego se echa hacia atrás.
—Esto está mal… —llama a Carlo y este le responde enseguida—. No se te ocurra aceptar la propuesta que me enviaste esta mañana, es un riesgo enorme.
—Lo imaginé, pero mi padre está convencido que es una buena inversión, me temo que es porque son amigos.
—Bien, esto es lo que le dirás…
Luego de hablar con Carlo sobre el trabajo, hablan de la famosa fiesta, ninguno está contento con la idea, pero no les queda de otra más que asistir. Lo peor de todo, es que será con disfraces y máscaras.
Si asistir a una fiesta ya le da mala espina, ir con máscara le causa más malos sentimientos. Recoge sus cosas, las mete a su maletín y camina con rumbo a la escalera, chocando de frente con el cuerpo de Daryl.
—Lo siento, iba distraída.
—No es tu culpa, yo iba muy rápido.
Se quedan así unos segundos más, porque ella está entre sus brazos y esa calidez que su cuerpo percibe la hace sentir tan bien.
—Creo que iré a la cocina —dice ella y sale corriendo.
Daryl la observa y por primera vez, consigue esbozar una sonrisa. Sigue el rumbo a la habitación, pensando en ella, en cómo sería cortar todo con Anabet y darse una oportunidad para conocer a Zoe, saber cuál es la conexión que siente con ella, esa que puede estar arraigada en su pasado.
Al abrir la puerta, ve una caja sobre la cama y una rosa. Se acerca a verla, se queda observándolas como si fueran venenosas y luego toma la tarjeta que hay en ella.
«Supe que pronto sería el cumpleaños de tu prima, espero que este vestido te guste.
Te ama, tu admirador secreto.»
Con un gruñido, deja la tarjeta a un lado, toma la rosa entre sus manos y Zoe aparece en la puerta, cerrándola enseguida.
—¿Así que ahora ya no son solo rosas? —pregunta él bastante enfadado.
—No sé lo que es, no la he abierto —dice ella pasando directo al vestidor a guardar su maletín y buscar ropa más cómoda para darse una ducha.
—Es un vestido —sisea Daryl y ella abre mucho los ojos.
Se acerca a la caja, la abre y niega de inmediato cuando ve el color, un rojo fulano fatal, que a ella no le gusta para nada, le pone la tapa sin siquiera tomarlo y deja la caja en una mesita al lado de la puerta.
—¿No te lo vas a quedar? —pregunta con un tono cargado de sarcasmo.
—No es mi color —le dice encogiéndose de hombros.
—Pensé que el rojo era el de las mujerzuelas, como t…
—No lo digas, porque con cada ofensa que me dedicas, solo te hundes más.
—¡Jajaja ¿Yo hundirme?! ¡Por favor! Yo no me hundiré jamás, sé muy bien lo que digo y…
Y que una bofetada dura cruza su cara, volteándolo y dejándolo más que sorprendido. Mira a Zoe con absoluta rabia, la toma por los brazos, la lleva a la cama, donde la tira y se coloca sobre ella.
—No vuelvas a darme una bofetada, porque la próxima vez no responderé como un caballero.
—¿Me estás amenazando con golpearme? Eso era lo único que te faltaba para ser un miserable… no sé cómo puedo seguir amándote…
Se queda callada y mira a otro lado, pero Daryl la obliga a mirarlo a los ojos, buscando algún indicio de manipulación, pero no hay nada.
Sin esperar más, la besa con violencia. Ella se resiste a ese beso, pero no puede hacer nada contra el peso de Daryl sobre su cuerpo, una de las manos del hombre le atrapa las suyas, llevándolas sobre su cabeza, mientras que la otra se cuela bajo su falda, para acariciar su muslo y buscar el camino hacia su intimidad.
—Déjame… —le dice ella con rabia, pero Daryl no se puede detener.
Ha entrado a un estado de frenesí producto de la rabia, los celos y su olor, aquel aroma a frutas silvestres, que no lo deja tranquilo. Sus sentidos se nublan, al recordar cómo su cuerpo reaccionó al de ella aquella noche en el hotel.
Zoe tiembla de deseo, sin embargo, aquellas caricias no son por amor, son por rabia, una que no entiende que sienta por ella. Pero él no se va a detener, así que su último recurso es morderle el labio.
—¡Estás loca! —le grita tocándose el labio con los dedos y apartándose de ella.
—Voy a preguntarte algo, pero quiero que respondas con la verdad y sin juegos, porque no tengo tiempo para eso… ¿estás loca? —ella frunce el ceño y se queda sin entender la pregunta—. Hiciste un escándalo en la habitación, me mordiste para evitar que fuera más allá y ahora te apareces como si nada ocurriera…
—Ah, eso… pues, no. Solo me calmé, respiré y me hice la idea que eso no pasó, seguramente tuviste un lapsus y me confundiste con Anabet… —él empuña las manos, la mira con molestia y ella se acerca un poco más—. Pero la próxima vez que eso ocurra, no me tratarás como a una puta, como puede que la trates a ella.
Se gira para irse, pero él la toma con violencia y termina estrellándose en su pecho, la nariz del hombre aletea, su pecho sube y baja por la respiración acelerada, está hirviendo de ira por los juegos de Zoe, pero ella se mantiene calmada.
—Te dije que sin juegos.
—No estoy jugando…
—Ahora, dime, ¿tienes algo con Sanders?
—La relación de una mujer que es vigilada todo el tiempo por alguien, lo veo así como tu carcelero de confianza. Pero eso no me impide ser amable, porque yo sí sé comportarme como una dama educada, incluso con los desgraciados como tú.
—Pero te gusto, lo sé.
—No me gustas, Daryl… pero lo que siento no lo entenderías.
Se aparta de él y sale con rumbo a la entrada, Daryl la sigue para darle instrucciones a Sanders de que se lleven el auto blindado y que no se aparte de ella para nada, porque puede elegir cualquier momento para escaparse.
Sanders asiente sin decir una palabra, elige a dos hombres más y parten al centro comercial.
Zoe entra a una tienda de disfraces bastante elegante, comienza a recorrer el lugar y elige uno que le fascina, en especial porque su madre le decía que parecía uno. Elige una máscara blanca, con pedrería plateada por el contorno de los ojos y decide que necesita algo más para provocar a su esposo.
—Sanders, necesito ir a una tienda sola.
—Lo siento, señora, pero las órdenes del señor son no dejarla sola…
—Entonces espere fuera de la tienda, porque no tengo intención de que me vea escoger lencería.
El hombre se pone rojo, mientras ella camina con la bolsa en la mano, pero antes de entrar a la siguiente tienda, él se ofrece a llevarla.
Una hora después Zoe sale con varias cosas de allí, seguida por aquellos tres hombres muy de cerca. Regresan a la casa y cuando Daryl le pide a Sanders que le informe dónde estuvieron, el hombre se sonroja otra vez para decirle que estuvo comprando lencería.
Se mete de regreso al despacho, mientras miles de imágenes se le pasan por su mente, recordando la noche de bodas, en donde un sencillo conjunto blanco la hacía lucir deseable.
—Esa mujer me quiere volver loco… por eso la odio, tengo que odiarla.
Vuelve al trabajo, esta vez sin más distracciones que sus pensamientos en aquella mujer en lencería.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Verdadera Novia del CEO
Buenos días:cómo está? cuando sube más capítulos, gracias...