Avanzan un par de cuadras y Zoe no se ha relajado del todo, en verdad les teme a los caballos por una situación que vivió de niña.
«Si este bruto tan solo se acordara, seguro me bajaría de aquí», piensa molesta, aferrada al carruaje como gato en bañera.
Pero Daryl no necesita recordar para querer sacarla de allí. Aunque quiere matarla, tampoco le gusta la idea de que termine tirándose del carro y partiéndose una pierna antes de que él pueda comenzar aquella tortura, eso sería muy sencillo, llama a alguien, quien le responde de inmediato.
—Estoy a tres cuadras por el sur de la iglesia, trae el auto —cuelga y le pide al cochero con tono autoritario—. Deténgase.
El hombre se detiene, Daryl salta de la carroza y Zoe lo mira con una expresión de que no puede entender aquel gesto, especialmente cuando él le extiende la mano y la anima a bajar.
—¿En serio no haremos el recorrido en esto? —dice ella dubitativa, pero Daryl solo le da media sonrisa, una que no le agrada.
—Bájate… y no te emociones, que es solo para evitar que te mate alguien más, solo yo puedo hacerlo —si cree que esa orden y amenaza la intimida, está equivocado.
Ella frunce el ceño, le lanza el ramo en la cara con violencia, se quita los tacones para lanzarlos a la acera, se sube el vestido hasta las rodillas y se deja caer del carro con verdadera proeza, dejando a Daryl con la boca abierta.
Aquella pequeña mujer le quita el ramo con violencia, mientras que con la otra mano carga los tacones centímetros. Se quedan mirando unos segundos evaluándose, casi sin parpadear.
Daryl no puede creer que aquella mujer que no pasa del metro sesenta pueda tener esa expresión tan feroz, incluso sabiendo que le hará la vida miserable.
«Pero ya perderás esa ferocidad, de eso me voy a encargar personalmente».
El auto llega y Daryl se apresura para abrirle la puerta, un gesto involuntario, que tendría con cualquiera, pero Zoe no es cualquiera. No señor…
Ella rodea el auto y entra por el otro lado, dejando a Daryl con una sonrisa sarcástica e incrédula.
—Estoy tratando de ser amable contigo y no aceptas nada de eso —le dice cuando se sienta a su lado.
—No, porque sé que es como cuando quieres atraer un animal para cazarlo y luego matarlo… pero yo no soy así, no me trago tus «amabilidades».
Daryl se coloca el cinturón, la observa y se da cuenta que ella no lo ha hecho, por lo que sin decirle nada, se cruza sobre su cuerpo y pasa el cinturón, haciendo que ella abra la boca para protestar.
—No me digas nada, animalito de caza, porque lo que estoy haciendo es salvarte… si tenemos un accidente, no sería divertido que me dejaras viudo tan pronto.
—Ya veo tanta consideración… no quieres que nadie se te adelante, al menos eres de los que hace las cosas él mismo.
—Aprendes rápido y solo por eso te dejaré disfrutar de tu fiesta de boda —gira la vista a la ventana y le hace el gesto al chofer para que avance.
Ella solo se cruza de brazos y mira por la ventana, observando cómo la ciudad pasa sin pena ni gloria antes sus ojos. De pronto, prefiere cerrarlos, porque recuerda a sus padres justo en ese momento, lo bello que pudo ser que su padre la entregara, que su madre la peinara y le diera algo de ella… pero nada de eso fue posible.
Su padre se había caído en una excursión en una zona boscosa y nunca hallaron su cuerpo. Meses después, cuando se estaban recuperando de su pérdida, ella y su madre decidieron ir en auto hasta Florencia, pero en el viaje habían tenido un accidente y su madre había muerto.
De esa manera tan trágica, Zoe se había quedado sin sus progenitores, pero su abuelo había tomado de alguna manera ese rol, enviándola a estudiar finanzas para que se hiciera cargo de la empresa algún día, tal como le correspondía a su padre.
Y ahora todo se iba al retrete por culpa de ese hombre que tenía al lado, porque era obvio que él la drogó para estar con ella y ahora se estaba desentendiendo de todo.
Una lágrima cae por su rostro sin que ella se dé cuenta, porque está abstraída en esos recuerdos. Daryl se gira para verla cómo va y no duda en sacar un pañuelo blanco de algodón que guarda en su bolsillo interno del saco.
Se lo ofrece, pero ni ella parece darse cuenta que está llorando, así que con cierta brusquedad le limpia aquella lágrima que cae por su rostro, porque no soporta a las lloronas, ella se gira asustada, en la expresión del hombre solo ve un fastidio enorme.
—No tenías que hacerlo… —le arranca el pañuelo de las manos y se seca las lágrimas.
—No creas que me importas, solo lo hago porque detesto a las mujeres que lloran para manipular a los demás.
—Seguro porque Anabet lo hace muy seguido, ¿verdad?… —Daryl la mira con los ojos abiertos por su osadía y ella sonríe—. Tú sabes herir, pues yo también.
Daryl gruñe, gira la vista y ella trata de azuzar más su mal genio.
—Gracias —le dice ella devolviendo el pañuelo a su dueño—. Es increíble cómo para tu novia tenías el pañuelo de seda de tu traje de matrimonio, mientras que para tu esposa solo tienes uno simple de algodón.
—Solo lo que se merece cada una —sisea y Zoe solo se ríe.
Al llegar a la hermosa mansión de propiedad de los Marchetti, que queda al lado de los Amato, el auto avanza hacia el jardín trasero de la propiedad, donde una infinidad de flores y árboles frutales dan vida al lugar.
—Siempre me gustó estar aquí —susurra ella con una sonrisa genuina sin darse cuenta y Daryl se acerca para tirar de ella otra vez.
—¿Acaso has estado aquí? —pregunta con curiosidad, olvidando su animadversión por ella, pero son interrumpidos por los invitados que dan la bienvenida a la joven pareja de recién casados.
Uno de ellos, un joven hijo de una de las familias más importantes y quien pretendió a Zoe en algún momento, se acerca para abrazar a la novia, extendiendo el gesto más de la cuenta y provocando que Daryl lo aparte de ella.
—Les deseo lo mejor —dice sin mucha convicción y Daryl rodea a su esposa por la cintura.
—Gracias —sisea él y desde entonces, no la suelta más.
Una cosa es que la odie, pero otra muy distinta es darle la oportunidad que alguien se acerque a ella, haciendo que busque un escape a ese matrimonio.
Cuando al fin consiguen salir de ese tumulto de gente, los llevan a la pista de baile, en donde Zoe consigue ver a su abuelo con esa mirada de orgullo.
—¡Entonces no me culpes a mí! Yo fui a esa m*****a fiesta por asuntos de trabajo, no para acostarme con un hombre que me odia… aunque me pregunto gracias a quién —Zoe se acerca a ella—. ¿Por qué él cree que eres tú? ¿Qué le dijiste?
—Nada, él solo me vio y me pidió ser su novia.
—Te conozco, algo debiste decirle para que te lo pidiera, ¿acaso le dijiste que tú eras la niña a la que le prometió matrimonio? —ve los nervios de Anabet y siente que quiere exprimirla allí mismo—. Eres una mujerzuela.
—¡Y tú eres una…!
Antes de que Anabet le dé aquella bofetada, Zoe se la da a ella. La rubia se vuelve loca y la toma por el cabello, pero Zoe se suelta enseguida y la toma con ambas manos, mientras que caen al suelo, Zoe encima de ella.
Daryl se encuentra con aquella escena, se acerca a ellas con rapidez y saca a Zoe de encima de su amada.
—¡¿Qué demonios piensas que le haces a la mujer que amo?! —aquel bramido del hombre la impacta como una bofetada, pero no deja que vea cuánto le afecta.
—¡Pues si tanto la amas, ¿por qué no te casaste con ella?!
—¡Porque tú nos separaste! —brama Daryl y Zoe sonríe con tristeza.
—¡¿Acaso no son adultos?! ¡No hacen nada más que decir que por mi culpa no están juntos!
—Porque esa es la verdad —dice él con voz muy grave—. Aunque entiendo que hagas ese papel de inocente, así puedes ganarte la lástima de todos, pero no la mía porque yo sé que solo eres una mujerzuela descarada.
—No puedo creer que cambiaras tanto… —lo deja algo confundido con aquellas palabras, antes de que él diga algo, Zoe se dirige a Anabet quien se esconde tras Daryl —. Te advierto que no siempre estará él para cuidarte, porque si hay algo que te puedo asegurar es que cuando tú me pongas un dedo encima, yo te pondré los diez.
Zoe les dedica una mirada furiosa a los dos y se va de allí, Daryl trata de ir tras ella, pero Anabet lo detiene.
—Déjala, amor… solo quiere hacerse la digna, pero no le queda.
—¿Estás bien? —le pregunta acariciando su rostro.
—Sí… solo espero que esta noche de bodas la pases con la mujer de tu vida…
Le entrega la llave de una habitación en el mismo hotel donde pensaba pasar su noche de bodas y se va de allí, dejando a Daryl perplejo ante lo que aquello significa.
—Mientras yo viva, nunca podrás acercarte a ella, porque eres mío y solo mío —dice ella tocando aquella pulsera de caracolas marinas que no le pertenece.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Verdadera Novia del CEO
Buenos días:cómo está? cuando sube más capítulos, gracias...