Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 18

Ian

Aparece por la puerta en brazos de uno de los hombres de salvamento. Tiene varios arañazos en la cara y el pelo revuelto. No logro encontrar ningún signo de que se haya hecho daño de verdad, y por primera vez desde que desapareció, respiro aliviado.

Cuando todas las parejas comenzaron a llegar no le di importancia, supuse que se habría entretenido buscando la tarjeta, pero a medida que pasaban las horas y no llegaba me iba poniendo cada vez más nervioso.

Aunque por dentro me esté muriendo de la angustia, he pasado demasiado tiempo tratando con indiferencia al resto de personas. Me molesta su parloteo continuo de asuntos insustanciales, la verborrea barata por no estar callado, pero con Emma todo es distinto desde el día que faltó y fui a buscarla a su casa.

Esta ha sido una de las noches más largas de mi vida. Ocho horas de angustiosa espera, sin poder hacer nada, atado de pies y manos. Solo venían a mi mente imágenes que quería borrar al instante.

No entiendo que diferencia hay con el resto de mujeres que nunca han significado nada para mi, cuando me vienen con historias de sentimientos no vuelvo a llamarlas ni les atiendo el teléfono. Las cosas siempre han sido claras desde el principio, aunque no lo suficiente para ellas.

El médico le quita el calcetín. Tiene el pie muy hinchado, de un color parecido al violeta y no estoy completamente seguro de que este hombre este cualificado para dar un buen diagnóstico. Al tocarle el pie, se estremece y se muerde el labio, disimulando un gesto de dolor. Tengo que controlarme para no gritarle que tenga cuidado.

-No parece que esté roto.- murmura levantándose las gafas.-¿Cómo te lo has hecho?

-Pues...- me mira reojo para apartar la vista al instante- encontré la tarjeta y no vi el terraplén que tenía detrás de mi.

-¿Te has golpeado en algún otro sitio?.

La ayuda a sentarse en la cama y comienza un examen más exhaustivo comenzando por la cabeza, continúa por la espalda hasta terminar en las piernas.

-No me duele nada más, solo el pie.

Tiene unos grandes ojos verdes, bajo uno de ellos un pequeño lunar que nunca había visto. Me sorprendo mirándola como un tonto. Perdido en su rostro y en su cuerpo, en esa forma de retorcerse los dedos cuando está nerviosa.

-Pues has tenido mucha suerte jovencita. Aquí ya he terminado. Lleve a su novia al hospital, necesita una radiografía.-Dice tendiéndome un papel.

Su novia. Esas dos palabras me han provocado un vuelco en el estómago. Hacia tanto que no sentía nada que me siento novato, oxidado.

Casi veinticuatros horas de angustiosa espera sin saber que le había ocurrido o si volvería a ver esos ojos acusándome cuando no opinan como yo, me han servido para darme cuenta de que la quiero en mi vida.

Esa caída podría haber terminado mal y mi último recuerdo sería una mirada dolida por haberme acostado con otra, por hacerla sufrir, y todo para convencerme de que no siento nada por ella.

En cuanto el médico sale por la puerta me dirijo al armario. Saco la maleta y tiro dentro toda la ropa que voy encontrando y que creo que es de ella.

-¿Qué estás haciendo?.

- Recojo tus cosas, ya has oído al médico, tenemos que ir al hospital.

-Estoy bien Ian.- intenta levantarse de la cama pero el pie le falla y justo antes de que toque el suelo consigo sujetarla por los hombros.- lo siento.

-Quédate ahí mientras lo preparo todo.

- Déjalo. Estoy segura de que Torres me llevará encantado o cualquier compañera. No hace falta que te molestes.- vuelve a retorcerse los dedos, nerviosa.

-Nadie que no sea yo va a llevarte.- aclaro enfadado.-Emma...- este es el momento en el que me toca afrontar mis peores pesadillas, el momento en el que abro mi corazón por segunda vez en mi vida.- Se que estás enfadada. Déjame hacerlo bien.-Da un largo suspiro, indecisa. -Creía que te había ocurrido algo y que no volvería a verte.- continúo para terminar de convencerla.- por favor.

- Está bien.

Sigo las instrucciones que me va dando de las cosas que hay que meter en la maleta. No comprendo a las chicas. Hemos venido al campo, eso quiere decir que te traes dos chandals, unos tenis y unas sudaderas, pero ella no. Ella trae maquillaje, secador, vaqueros, camisetas de manga corta, de manga larga y de tirantes...

-Voy a llevarla al coche y vengo a ayudarte. No te muevas.

Asiente con la cabeza, una sonrisa pícara ilumina su cara. Está feliz y por extraño que parezca, eso me hace feliz a mi.

La agarro por la cintura mientras ella pasa un brazo por encima de mis hombros. Con cada salto que da, se le escapa una mueca de dolor. Sin pensarlo dos veces la cojo en brazos, si la mole de salvamento la ha llevado, yo no voy a ser menos.

-¿Qué?- pregunto y ella me mira fijamente con esos ojos que parecen esmeraldas.

-Nada, nada.

Ignoro todas las miradas indiscretas que nos lanzan los demás. Mañana seremos la comidilla de la oficina, así tienen algo de que hablar.

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