-Necesito descansar.
Llevamos horas andando sin dar con ningún camino, el pie cada vez me duele más de forzarlo tanto y la noche está a punto de caer sobre nosotros.
En estos momentos me arrepiento de todas las películas de terror en las que un grupo de amigos se perdían en el bosque y por la mañana todos aparecían muertos.
-Es mejor seguir por la mañana y preparar algo para pasar la noche.-propone frotándose la barbilla.
¿Pasar la noche en medio de un bosque en el que no sabemos ni que animales puede haber? Ni hablar.
-No, no. ¿Cómo vamos a dormir aquí? No podemos hacer ni fuego ¿Tu sabes hacerlo?
Me siento sobre una roca y escondo la cara entre las manos. Esto no puede estar pasando, vamos a morir. Comienzo a llorar, no el típico llanto peliculero, lloro desesperada, quiero salir de este laberinto ahora mismo.
-Eh, oye. No va a pasarnos nada.- me levanta la barbilla para que lo mire.- de chico fui boyscout.
-No tengo mi mochila, se quedó en el camino, no tenemos ni una manta. Vamos a estar completamente a oscuras.- Vuelvo a llorar.
Es increíble lo impotente que se puede sentir una persona cuando no puede hacer nada por cambiar una situación.
Venga Emma, siempre eres positiva. La parte buena es que no estoy sola. Torres está conmigo.
-Deja de preocuparte. Siéntate y deja que el profesional se encargue de todo.- bromea dándome unas palmaditas en la espalda.
¿Estará Ian preocupado por nosotros? Espero que estén buscándonos. Aun tengo la esperanza de escuchar en cualquier momento las voces de nuestros compañeros.
Me quedo hipnotizada contemplando los últimos rayos del sol perderse por el horizonte. Me quito el zapato para comprobar el pie.
No está roto porque el dolor sería mucho peor, pero ha aumentado su tamaño al doble y la zona del tobillo se ha oscurecido. Subo la pierna a la piedra para tenerla en alto, dicen que es bueno para la inflamación.
- Ya está todo listo.- Torres camina hacia mi con una gran sonrisa pintada en la cara.
No se como puede estar contento en estos momentos.
Me ayuda a levantarme. Llegamos a los pies de un árbol donde a llenado el suelo de hojas, así por lo menos no estará tan frío ni tan duro.
-¿...Y si viene algún animal?
Si pudiera pondría una valla electrificada alrededor del árbol, pero no creo que lleve en la mochila.
-Tu descansa y yo vigilo ¿Vale?.- me quita unas pocas hojas del pelo.
Poco a poco anochece, no se ve absolutamente nada, pero se escuchan muchos sonidos que por el día pasan desapercibidos y que por la noche resultan aterradores. Crujidos de ramas, aleteo de algún animal por encima de nuestras cabezas, búhos haciendo de las suyas.
Dormir al raso se convierte en una misión imposible cuando llevas manga corta, pero quien iba a pensar que esto podía suceder.
-¿Tienes frío?.- pregunta Torres frotándome los brazos.
-Un poco la verdad, pero no he cogido ninguna chaqueta. ¿Tu tienes frío?
-Soy un hombre caliente. Jamás tengo frío.
¿Querrá que nos calentemos de alguna forma? Si también tengo que lidiar con un hombre "caliente" perdida en medio de un bosque, creo que me va a dar un ataque. Por precaución, me separo de él.
-No busco nada contigo.- aclara visiblemente dolido por mi desplante.- Soy gay, para que te quedes tranquila.
-¡Anda ya! Tu no eres gay.
-Chica¿Estás bien?.- la voz de un hombre que no reconozco me despierta.
¡Nos han encontrado! Miro a Torres que también se había dormido, pero decido perdonarlo al momento porque por fin estamos a salvo.
-¡Nos habéis encontrado! Menos mal.- me giro hacia mi amigo.- Nos han encontrado.- le abrazo fuerte para celebrarlo.
Hay tres hombres de salvamento. Me parece increíble que en esas grandes mochilas lleven también alguna que otra manta, me la pasan por encima de los hombros y emprendemos el camino de vuelta.
-Los hemos encontrado. Están bien. Si, vamos a necesitar un médico.-habla por un aparato que parece un móvil pero bastante más grande.
No puedo seguir caminando, lo único que hago es retrasarlos. Cada dos por tres tienen que parar por mi culpa. El chico más grande, tiene que medir dos metros por lo menos, se ofrece a llevarme en brazos. Me levanta como si fuera una pluma. Solo sus músculos deben pesar más que yo.
-¿Cómo os habéis perdido?.- pregunta fortachón.
-Fue culpa mía. Me caí por la pendiente y ya no pudimos volver a subir.
Ahora si que avanzamos deprisa. Estoy deseando llegar a la casita y darme una buen ducha. Dejamos atrás los árboles y llegamos a la gran explanada que ha hecho estos dos días de parking improvisado. Se me saltan las lágrimas, por fin ha terminado.
Todos los compañeros salen para ver como estamos. Hablan a la vez y no entiendo a ninguno.
-Dejad que respiren.- fortachón se abre camino a través de ellos.
Me llevan a mi habitación directamente, sin hacer ninguna parada por el camino. Según me explica uno de mis salvadores un medico me va a mirar aquí para descartar nada grave, pero después me van a llevar a un hospital para que hagan otro tipo de pruebas.
No he reconocido el rostro de Ian cuando se han acercado todos. ¿Es qué no le importo ni lo más mínimo?
Mientras estábamos perdidos he pensado en él. He supuesto que estaría preocupado, que sería capaz de mover cielo y tierra por encontrarme, pero ni siquiera ha sido capaz de salir ha recibirnos.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Las amantes del Señor Garret