Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 25

Ha sido increíble. Ni mejor ni peor que las otras veces, solo increíble. Este hombre no deja de sorprenderme, puede mimetizarse en el amante más pasional o en la dulzura personificada. Puede ser un trozo de hielo o lava ardiente.

-¿Qué tal? - pregunta mirándome fijamente.

Odio esa preguntita hasta cuando la escucho en las películas. Siento el calor ascender por mi cuello para quedarse en las mejillas.

-Eso no se pregunta - ríe. Sabe que estoy avergonzada.

-Claro que se pregunta. Te ha gustado cuand...

-¡CALLA YA! -le tapo la boca para que no pueda seguir hablando.

No entiendo esta timidez repentina. Hemos hecho cosas mas obscenas en sitios donde no se deberían hacer y aquí estoy, comportándome como una adolescente que acaba de perder la virginidad.

El momento romántico se rompe cuando mis tripas comienzan a crujir, esta mañana hemos salido temprano y no me ha dado tiempo a desayunar.

-Vamos a comer algo.

Se levanta de la cama completamente desnudo. Camina hacia el armario y como está de espaldas a mí y no puede verme, me recreo en su cuerpo. Todos los músculos de la espalda se le marcan, nunca me había fijado en lo ancha que es. Los glúteos... no se ni que decir de ellos que no suene a salidorra...

-Como sigas mirándome así voy a volver a la cama - amenaza mientras se pone un pantalón de chándal.

-¿Así como?

Me tira una camiseta de manga corta que me queda ridículamente grande y unos pantalones.

Bajamos a la cocina. Hay una pequeña radio al lado de la vitro, la enciendo y busco alguna emisora en la que estén poniendo música. Ian está haciendo unos huevos revueltos, nunca he desayunado eso pero ahora mismo, si me pusieras un elefante, me lo comería también.

Después de desayunar me ha llevado a dar un paseo por los alrededores. Estar aquí le sienta bien, le brillan los ojos cuando habla sobre senderos ocultos y no se que más cosas que no comprendo. Nuestra ruta termina a los pies del lago.

Deja el pantalón a un lado y camina hacia la orilla. El agua va subiendo hasta que le llega a los hombros, entonces, se para y se gira hacia mi, esperando que haga lo mismo.

Tragándome todo el pudor, me quito la ropa y la dejo en el mismo sitio que él. Intento caminar de formar natural pero por la media risa que pone Ian, creo que no lo estoy consiguiendo. El último tramo lo hago nadando, hace un rato que dejé de hacer pie.

Extiende los brazos para ayudarme a llegar hasta él y enrosco los brazos alrededor de su cuello. Siento su cuerpo pegado al mío, un pequeño escalofrío me recorre por completo.

-Gracias - susurro junto a su oído.

Gira la cabeza hasta pegar su frente contra la mía y tras un largo suspiro me besa. Y como no podía ser de otra manera, terminamos haciendo el amor. Este hombre es una caja de sorpresas de la que estoy segura, nunca me cansaré.

Los sentimientos que se describen en las películas de amor, hasta ahora solo eran un cuento para mi, pero cuando encuentras a la persona, la que te hace vibrar, la que con una mirada puede provocar que tu estómago salte, la que con un susurro te altera el corazón descompasándolo por completo, entonces es cuando comprendes el amor.

-Vamos a prepararnos. Se hace tarde - sugiere.

Salimos del lago, pero con el calor del momento no había notado la fresca brisa que movía las copas de los árboles. Nos damos una ducha caliente e iniciamos la vuelta a la civilización, a la rutina en la que la loca vida de Ian y sus mujeres nos rodea por completo.

El móvil me vibra en el bolsillo. Es raro, mi vida social es prácticamente nula. Veo un mensaje de Helena.

«Mi familia ya se ha ido ¿Quedamos y hablamos?»

Con todas las cosas que han ocurrido últimamente, no me acordé de avisarla. Ahora prefiero quedarme con Ian.

«Quedamos mañana al mediodía ¿Si? Hoy no puedo»

Mañana cuando le cuente todo, va a flipar. En tan solo dos semanas han pasado tantas cosas.

-¿Con quién hablas? - pregunta Ian mientras conduce.

- Es Helena, una amiga. Hemos quedado mañana para comer durante la hora que tengo libre.

-Puedes tomarte la tarde libre. Yo tengo el día lleno de reuniones.

-¿De verdad? Me gustaría tanto contarle tod...

Me callo al momento. Se me ha escapado que la finalidad es contarle absolutamente todo de él.

-¿Contarle que? - levanta las cejas.

-Nada, nada.

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