Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 13

Estoy tan enfadada ahora mismo que no me reconozco. No suelo dejar que las emociones me dominen hasta este punto. Este hombre consigue sacarme de mis casillas.

Le resulta demasiado fácil juzgar desde su pedestal de hombre importante, impasible y sin sentimientos.

Ha dicho que no quiere nada conmigo, me ha echado de su casa y aun así, tiene la cara dura de pedirme explicaciones ¿Quién se ha creído que es?

Bajo a la cafetería para tomarme una tila doble. Cuando me la tomo, inicio el camino de vuelta, dispuesta a afrontar lo que tenga que venir.

Vuelvo a colgar mis cosas en el perchero y a sentarme en la silla. Ian está en su despacho, hablando por teléfono. Espero unos segundos por si sale para decirme que me haya y no vuelva por ahí, pero me mira y continúa con lo suyo.

Me pongo a mirar papeles y hago las llamadas que tenía programadas, bien para concertar citas o para cambiar algunas.

Evito mirar hacia el despacho. Ahora que estoy tranquila me avergüenzo de mi comportamiento. El trabajo está por encima de todo esto.

Necesito un descanso, un retiro espiritual de unos días. Desconectar de él un poco.

Salgo unos minutos antes de que termine el turno, camino directa a recursos humanos. Aun me deben las vacaciones de navidad, espero darles un poco de pena y que me las den ahora.

-Hola. Necesito un favor, un familiar se ha puesto enfermo y necesito parte de mis vacaciones de navidad para ir a visitarlo.

-¿Para cuando?.-pregunta la chica mirando el ordenador.

-Me gustaría salir mañana.-bajo la cabeza, simulando estar triste.-no sabemos el tiempo que le queda.

-A ver que puedo hacer.

Después de unos minutos tecleando algo en el ordenador, hace una llamada a una compañera. Le cuenta que por motivos familiares tengo que salir unos días y ella debe sustituirme.

-No hay problema. Te he podido dar una semana.-pone una falsa cara triste.-siento mucho lo de tu familiar.

-Muchísimas gracias. Me has salvado.

Vuelvo al despacho para recoger mis cosas, apagar el ordenador y cerrar con llave. Ian sigue dentro.

Antes de irme llamo a la puerta, necesito disculparme por la forma en la que lo he tratado. Él solo estaba preocupado por mi, o eso creo.

-Ya me voy. Quería pedirte...pedirle perdón por como le he hablado antes, no tengo excusa.

-No importa. No sabía que no tenías a nadie.- explica algo nervioso.-Si quieres, puedes volver a mi casa.

Se me escapa una sonrisa. He pasado de atraerle a darle pena, por eso no suelo hablar de mi vida con nadie, la gente tiende a compadecerme, y eso me da rabia. Es cierto, no tengo familia ¿Y qué? Estoy acostumbrada ya, tengo amigos.

-Es mejor dejar las cosas como están.

-Bien. Hasta mañana entonces.

-Hasta mañana.

En realidad hasta dentro de siete días en el que voy a dedicarme en cuerpo y alma a olvidarme de ti. Voy a conseguir que te conviertas en un recuerdo al que podré viajar siempre que quiera, pero que no podrá herirme. Ocuparás el mismo lugar que Toni.

Salgo a la calle buscando a Max. Me espera unos metros calle abajo. Sonriente apoyado en mi capó. Camino a paso ligero, quiero entrar en el coche lo antes posible y salir de este frío que me cala hasta los huesos.

-Me has salvado.-sonrío

-Móntate, te llevo.

Hago caso a lo que dice. Estoy cansada y lo que menos me apetece es conducir. Hacemos el trayecto en silencio. Cada uno ensimismado en sus pensamientos.

-Gracias por traerme.-me bajo del coche, camino hasta Max para coger las llaves.

-Si necesitas algo, ya sabes.

Por la tarde, me armo de valor y voy a empeñar las monedas. No se porque, pero todos los hombres o mujeres que trabajan en este tipo de sitios me dan mala espina,puedo admitir con vergüenza que me dan miedo.

Abro las dos cajas y las giro para que pueda verlas bien. Saca una lupa demasiado grande, las mira una por una y con la última moneda todavía en sus manos levanta la cabeza.

-¿Quieres venderlas?

-No, empeñarlas. Quiero empeñarlas.-vuelvo a repetir por si no le ha quedado claro.

-Si las empeñas solo puedo darte mil quinientos dólares. Si las vendes... podría... quizás... llegar a cuatro mil.- suelta una sonrisa orgullosa.

-Solo las quiero empeñar.

-¿Cinco mil?-insiste.

Este hombre tan pesado me está poniendo nerviosa. Quiero empeñarlas y que me de mil quinientos, no se que parte no entiende.

-Escúchame, quiero empeñarlas solamente. Si no las quieres tu, me iré a otro sitio.

-Vale, vale.

Espero mientras hace unas fotos de las monedas, rellena un papel con todos mis datos y media hora después, tengo mil quinientos machacantes en el bolsillo. Con dinero y un corte de pelo nuevo es fácil llevar una sonrisa en la cara.

Llego al hotel. Aunque no he ido a trabajar estoy cansada, todo el día dando vueltas sin parar. Estoy deseando meterme en la cama y dormir. Cuando llego a mi planta, meto la mano en el bolso para encontrar la llave de mi habitación, se me escapa de entre los dedos y todo se me cae por la moqueta, que mirándola de cerca tiene manchas de hace años.

-¿Emma?

Pregunta Ian agachándose a mi lado. Tiene pintada una ridícula cara de sorpresa mientras sus ojos danzan por el pelo.

Este hombre está empeñado en no dejar que lo olvide.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Las amantes del Señor Garret