Hoy he decidido tomarme el día sabático. Ian había quedado para jugar al golf con unos posibles inversores así que como voy a estar sola casi todo el día ni me he quitado el pijama. Voy a ver la tele y a leer. Estoy decidida a que sea totalmente improductivo todo lo que haga hoy.
Mañana es lunes y tal y como quedé con Willian, empiezo mi periodo de prueba. Espero superarlo. Me gustaba trabajar para Ian hasta que todo empezó a descontrolarse, ahora lo mejor es cambiar de aires y que dejemos de ser jefe y empleada para convertirnos en pareja solamente.
Para terminar el día, lleno la bañera hasta los bordes, vierto sales y aromas y apago la luz, sustituyéndola por unas velas. Me relajo durante lo que parece cinco minutos pero que en realidad han sido dos horas. Al salir veo algo extraño en la habitación.
Sobre la cama hay una gran caja con una nota encima. La sujeto entre los dedos sospechando de quien es. Las mariposas de mi estómago vuelven a hacer de las suyas.
A las diez haremos de esta noche la más mágica.
Ian.
La noche más mágica.... no tengo ni idea de lo que significa. Abro la caja, envuelto en papel de seda hay un impresionante vestido rojo con cuello de barco. Nunca en toda mi vida había tenido un vestido tan impresionante entre mis manos.
A las nueve y media estoy preparada, esperando. Max aparece por la puerta.
-Buenas noches. Estás muy guapa.
-Gracias, he quedado con Ian ¿Sabes dónde está?
-Soy su chofer esta noche. Mi trabajo es llevarte con él -sonríe al ver mi cara de sorpresa.
Nos montamos en el coche. Miro por la ventana intentando adivinar a donde vamos, pero después de un rato sin ningún resultado apoyo la espalda en el respaldo y espero a que lleguemos.
Es un restaurante. Un restaurante impresionante con unos pórticos de cinco metros por lo menos, unas escaleras de mármol que le dan un aire solemne que te deja sin respiraión. Ian está a los pies de las escaleras, esperándome.
El coche para a su lado y me abre la puerta.
-Buenas noches. Sabía que te quedaría perfecto - me ayuda a salir del coche y cuando estoy a su lado me da media vuelta.
-Es impresionante.
Subimos las escaleras hasta la entrada. Es increíble los que un buen restaurante y un vestido caro puede hacer con tu autoestima, me siento poderosa, sexy, capaz de cualquier cosa. Entramos dentro y si la fachada me había dejado boquiabierta, el restaurante por dentro es mil veces mejor. Lámparas de araña repartidas por toda la estancia, todos los hombres llevan trajes y las mujeres vestidos, la iluminación es bastante íntima, nada de luces amarillentas pegadas directamente en la cara.
Ian se para en seco delante de una mujer que no reconozco de nada.
-Ian, cariño. Que alegría verte.
Apostaría todo mi dinero a que se trata de su madre. Es una mujer mayor aunque guarda una gran belleza de su juventud junto con unos increíbles ojos azules, igual que Ian.
-Hola, madre - suelta frío como el hielo.
-¿Cómo te va todo, hijo? ¿Por qué no venís a cenar algún día a casa?- me regala una sonrisa sincera.
-Ya veremos. Tenemos que irnos.
Me despido con la mano. No tenía ni idea de que se llevaran mal, siempre es tan reacio a contar cualquier cosa de su vida que en el fondo creo que no lo conozco.
Nos sentamos en la mesa. Al momento aparece un joven con la carta de vinos, Ian ni siquiera la mira.
-Un Cabernet Sauvignon, gracias.
Que ni me pregunte que vino prefiero me molesta, pero me parece mucho peor lo que ha ocurrido con su madre. Este hombre y sus misterios me van a volver loca.
-¿Qué ha pasado hace un momento?
-Ian... Lo siento muchísimo - acerco mi mano a la suya para intentar consolarlo.
Aparece el camarero con los platos. Este hombre no puede ser mas inoportuno, ya es la segunda vez que interrumpe un momento importante.
El resto de la cena la pasamos en silencio. Ian mira su plato, no levanta la vista de él. Comienzo a arrepentirme de haber sido tan pesada con el tema del divorcio. Está claro que le afecta. Odio que por mi culpa estemos así.
-Lo siento mucho. No debería haber insistido tanto.
-No importa. Lo único que quiero... es... que sepas... que eres muy importante para mi. - aunque al principio le ha costado, el resto de la frase la suelta del tirón.
Le regalo un beso en la mejilla. Espero que por el momento sea suficiente, después le compensaré de una forma mejor.
-¿Dónde dijiste que estaba tu nuevo trabajo?- pregunta mientras arranca el coche.
-Está en la quinta avenida, el edificio que hace esquina.
De pronto comienza a acelerar. Miro por el retrovisor por si es por algún motivo, pero no hay ningún coche más. Lo miro a él, tiene la mandíbula tensa y los dientes apretados, la punta de los dedos comienza a ponerse blanca por la fuerza que está ejerciendo en el volante.
-¿Cómo se llama tu nuevo jefe?
-Willian - susurro.
Va cambiando de marchas hasta meter quinta. El velocímetro no hace más que aumentar. Como acto reflejo me agarro donde pillo, no se que está ocurriendo ni porque se pone así.
-Willian Garret - gruñe acelerando más.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Las amantes del Señor Garret