Mientras coloco los platos y las copas en la mesa, Ian abre una botella de vino blanco. Vierte un poco en una de las copas y me la pasa.
-Pruébalo.
Doy un pequeño sorbo, el sabor del vino invade toda mi boca, es afrutado y delicioso. El mejor que he probado nunca.
-Está riquísimo ¿Dónde lo has comprado?.-miro la etiqueta de la botella buscando más información. Domaine de la Romanée Conti. Jamás había escuchado ese nombre, pero mi dominio del alcohol es tan extenso como el de la cocina.
-En Francia.- sirve un poco más en mi copa.
Termino de colocar todo. Mirando la cena y ese vino, podría imaginarme que estoy en una cita con él. Que somos una pareja normal y corriente disfrutando de una noche juntos, pero ese ser maligno de mi interior se ríe a carcajadas por mi estupidez.
-Me gustaría llamar a Dorotea, por lo de su hijo, pero no tengo su número.
-Claro.- busca su número en el móvil y gira la pantalla hacia mi.
Lo anoto en mi agenda y pulso el botón de llamada.
-¿Si?
-Soy yo, Emma. ¿Cómo está tu hijo?
-Ha tenido un accidente de moto, pero está bien gracias a dios. Tiene que estar ingresado tres días.
Puedo sentir la pena en su voz. Si yo fuera madre y mi hijo hubiera tenido un accidente, no lo dejaría solo en el hospital ni un minuto. Ella debe sentirse igual.
No se la gracia que le hará a Ian, pero no me importa, esta mañana me propuse ser más valiente y temerlo menos.
-Quédate con tu hijo. Dime lo que tengo que hacer y lo haré.
-No se si le va a sentar bien al señor Garret.
-No le importa.- bajo un poco la voz y me alejo de la mesa.- está aquí conmigo y no le importa.
Espero que no me haya escuchado. No quiero ni girarme hasta haber colgado el teléfono.
-¿En serio?-rompe a llorar.- En tres días estoy allí. Muchas gracias cielo.
Vuelvo a la mesa como si nada extraordinario hubiera pasado. Bebo un sorbo de vino antes de mirarlo. Es increíble que aunque luche contra lo que me provoca, sienta estos nervios en mi estómago cada vez que tengo que decirle algo. Cuando clava sus ojos azules, fríos como el hielo en mi, hace que me vuelva pequeña, minúscula.
-¿Acabas de dar el día libre a mi asistenta?-pregunta.
Sus piernas parece que llegan al cielo mientras que las mías solo hasta mis caderas, tiene una larga melena rubia a juego con sus ojos azules y el cuerpo...es tan delgada, tan perfecta...¿Cómo he podido pensar que Ian iría conmigo a la fiesta? ¿Cómo he podido ser tan ilusa?
Emma, tienes que dejar de comportarte como una adolescente y ser la adulta que eres, lo conoces, sabes como es y aun así sigues engañándote, alimentando ilusiones. Crees que estás viendo un oasis en pleno desierto, cuando en realidad solo hay arena por todas partes.
-Estás impresionante.-suelta la chica dándole un beso en la mejilla.
-Emma, que te lleve Max, nosotros iremos en mi coche.-dice Ian girando la cabeza para mirarme.
Tengo que esforzarme para arrancar una sonrisa de no pasa nada, estoy feliz, esto no me importa ni tu tampoco.
-No,no. yo voy en mi coche, que os lleve a vosotros.-sonrío justo antes de salir por la puerta.
Nada más montarme en el coche me quito los tacones. El único motivo por el que me los he puesto ha sido para contrarrestar mi altura al lado de Ian que me saca una cabeza fácilmente. Miro los zapatos tirados en el asiento del copiloto. Soy tan tonta.
Arranco el coche con la promesa silenciosa de no volver a suspirar por este hombre, de no volver a mirarlo con ojos de cordero degollado, de no volver a sentirme minúscula por él. No lo vale, puede que yo tampoco valga lo suficiente para él...
A mitad de camino paro el coche en el arcén, no veo la carretera por culpa de las lágrimas. Me tomo unos minutos para respirar hondo, volver a maquillarme los ojos y hacer como si nada hubiera pasado, como si nada me importara.
Vuelvo a arrancar y voy a pasármelo en grande en la fiesta y a Ian, que le den.
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