El fin de semana ha sido muy cansado y raro para mí, nunca pensé que de un abrir y cerrar de ojos estuviera a la merced del señor Clark, mi jefe. Hablando de él, esta semana todo ha transcurrido con normal. Cada vez que voy a su pent-house por motivo de trabajo, él me acepta gustosamente y se refiere a mi cómo señorita Hoffman. Entiendo, dejó en claro que en el trabajo no somos nada, «no somos nada en realidad», solo nos juntamos para saciar nuestros placeres carnales.
Es fin de semana y me encuentro de nuevo en la casa de mi amo, como su nena, no como su empleada. De nuevo esos placeres se hacen presentes en aquella escondida habitación. Cada vez que tenemos sexo me deja invalida y me tira en la habitación de huéspedes, que ya se volvió mi habitación.
Hace un mes disfrutamos uno del otro sin restricciones, siendo nosotros mismos. Hoy viernes Jaime me invito a comer con los demás empleados del trabajo, no le asegure, primero tengo que hablar con Clark si me da autorización de salir.
Dejo mi trabajo terminado y llamo a Clark para pedirle autorización. Lo hago por el simple hecho de que es viernes y los viernes voy a su casa, «ya ni a mi papá le pido permiso para salir», pero así lo demandan las reglas.
— ¿Hola? —contesta.
—Hola.
Miro hacia mi alrededor, no haya nadie cerca de mí para que me escuche.
—Amo, soy Mallory.
—Nena, te estoy esperando —el tono serio de su voz cambia a uno emocionante.
—De eso te quiero hablar… —se me cortan las palabras.
—¿Qué sucede?
—Jaime me invito a cenar con los demás compañeros de trabajo esta noche y quiero pedirte permiso para ir.
—No —sentencia.
—Por favor —hago un puchero, aunque no me vea —. Quiero hacer amigos en mi trabajo. Hace un mes que llegué y no tengo amigos, solo a Jaime… por favor amo, te lo suplico —insisto dándome en el orgullo.
—Dije que no.
—Por favor —insisto de nuevo.
Espero que mi insistencia no lo enfade. Me estoy conteniendo de colgarle e ir sin su permiso. Al recordar el contrato firmado por mí, respiro hondo.
—No quiero berrinches, Mallory —su voz se endurece.
—Te juro que no llegaré tarde a tu casa. Solo saldremos a comer y terminando me voy directamente al pent-house. No voy a faltar con el contrato —no dice nada, lo piensa —. Por favor, solo tres horas no más.
«Ni a mi padre le hago estos berrinches.»
—Está bien, pero recuerda que no puedes beber alcohol por las pastillas, ¿Entendiste?
Me alegro ante sus palabras, hace tiempo que quería salir con amigos a disfrutar la soltería.
—Si, amo. En tres horas estoy ahí.
—No tardes o en verdad te castigaré.
—No. Lo prometo.
La llamada termina y con una sonrisa dibujada en mi rostro salgo del edificio, los chicos me están esperando afuera, me acerco a Jaime y enrosco mi brazo al suyo. Entro todos decidimos ir a una tienda de pollo frito.
Al llegar a la tienda de comida nos sentamos en la mesa grande que nos brinda la mesera y pedimos cinco órdenes de pollo y cerveza, yo me negué en beber porque no puedo hacerlo.
—Vamos Mally, cómo no vas a beber —comenta Jaime.
—En serio no puedo, estoy tomando medicamento, mejor bebe un refresco.
—Solo un tarro de cerveza, al fin, como dices los latinos poco veneno no mata.
Lo estoy dudando. En realidad, si quiero beber, pero si Jaxon se entera me mata. Tienen razón los latinos, poco veneno no mata.
Pido un tarro de cerveza. En confianza empezamos a comer y a platicar. Gracias a los chicos me entero sobre nuestro jefe; sus padres siempre lo cuidaron mucho, le exigían estudiar e incluso le enseñaron la administración desde los quince años, en pocas palabras un nerd.
Bebo la cerveza poco a poco para que no me mare y para que Jaime no pida otras más para mí. Después de una hora todos empezaron a emborracharse dando shots de vodka. Todos me tentaban a beber de más; me negaba y a ellos les molesto, así que me obligaron a beber. De tanto beber perdí la noción del tiempo, la adrenalina se apodero de mi cuerpo y mente, yo solo quiero disfrutar y divertirme.
Entre tropiezos nos dirigimos hacia una discoteca que propuesto Yuri, la de administración. Gracias a Yuri, que es cliente frecuente, tuvimos una rápida accesibilidad al lugar. Bailamos y pedimos más rondas de cerveza sin medir el riesgo.
Estoy tan feliz y satisfecha de disfrutar con mis amigos, me siento libre como un ave. Muevo las caderas al compás de la música electrónica, agito las manos disfrutando del momento, aunque mi cabeza este dando vueltas.
De la nada unas manos se posicionan en mi cintura, me giro y veo a un chico rubio, me pide bailar con él, yo gustosamente lo acepto. Bailamos tan sensualmente, me pierdo en el ritmo y en el ambiente. Tiempo después me da sed, me alejo de la pista de baile, voy por más alcohol a la barra, le doy un gran trago a mi margarita y regreso con el chico de cabello rubio y labios gruesos a seguir bailando mientras mis glúteos se restriegan en su abultado miembro.
Jaxon Clark
Estoy leyendo un libro de poesía mientras espero que llegue Mallory. Estoy extasiado de volverla hacerla mía y demuestre ante mí sus placeres. Es realmente una chica diferente frente a la sociedad, demuestra tener valores y moral reprimiendo lo que en realidad es, pero cuando está conmigo es todo lo contrario, es una hermosa mujer que le gusta disfrutar del sexo como a mí.
Dan las diez de la noche y no hay señales de ella. No ha llegado, no hay mensajes y llamadas. Mi lectura es interrumpida por la llamada entrante en mi celular, es Jaime, sin dudarlo contesto, aunque me molesta que me interrumpan a esta hora.
— ¡Hola Jax, Jax! —su grito y la fuerte música de fondo me lastima el oído; parecer estar borracha.
— ¿Qué quieres? —me fastidia cuando se pone de esa manera.
— ¡Ay! ¡Que amargado eres! —se queja.
—No estoy para tus comentarios insignificantes —me pone de malas cuanto actúa como tonta.
—Si solo fueras cómo Mally, serías diferente.
¿Mally se refiere a Mallory?
Hace días que se volvieron cercanas y suele llamarle así. «Como le gusta hacer abreviaturas con los nombres.»
El furioso hombre me suelta y se acerca a Lucas, le da una tapada en el estómago y en sus partes bajas dejándolo en el suelo retorciéndose del dolor y sin aire. «Hasta a mí me dolió y eso que no tengo.»
— ¡Con eso ya no se te parará en tu miserable vida!
Agarra mi mano de nuevo y me jala por todo el lugar hasta llegar su auto y meterme como un costal de papas aventado, enseguida se sube al auto y maneja como si estuviera en una pista de carreras. No quiero hablar, no tengo palabras para justificarme; si hablo solo aumentaré más mi sentencia.
Quiero aventarme a la calle, salir de auto para evitar lo que pasará, pero eso lo pondrá más furioso por evadir mis errores, en verdad esto fue por mi imprudencia y debo afrontarlo, aunque me esté muriendo del miedo.
No tardamos en llegar a su casa, estaciona el auto y me baja bruscamente como hace rato. Me percato de que no hay nadie, eso me aterra más. Me lleva hasta mi habitación dejándome caer al suelo, busca entre los cajones y saca una cuerda.
—Quítate la ropa —no logro moverme, eso lo desespera —¡Ahora, Mallory! —me grita.
La manera en que me grita me asusta mucho, ni me molesto en negarme, hago lo que pide. Me quieto la ropa quedando en ropa interior.
—También quítate la ropa interior —ordena.
Con mis manos temblorosas me quito la ropa restante que cubre mi cuerpo. Al darse cuenta que estoy desnuda me agarra por las manos bruscamente y las amarra fuertemente con la cuerda de piel. Aplica mucha fuerza que me hace daño en las muñecas, me jala hasta llegar al candelabro de cristal que está arriba en el techo. Se sube a la cama y amarra la lámpara con el pedazo de cuerda que sobra levantando mis brazos.
Está muy arriba la lámpara que me hace pararme sobre la punta de mis dedos. Clark se baja de cama y sale de la habitación. Trato de moverme, pero imposible, el candelabro se mueve, no podrá resistir, se romperá y caerá sobre mí.
Después de unos cortos minutos regresa con una fusta de piel; al verlo con esa sonrisa de malicia, con enojo y con la fusta en su mano comienzo a llorar del miedo.
—No me gusta castigar Mallory, odio utilizar fustas, pero tú has cometido varios errores y eso me molesta.
Del temeroso momento que estoy pasando, inmediatamente el alcohol desapareció de mi sistema.
No dice más y da el primer golpe con la fusta en mi pierna; me retuerzo del dolor, no puedo moverme mucho, estar parada sobre los dedos de mis pies me lo impide.
—Esto es por violar las reglas —otro golpe da en mi otra pierna. —Este es por mentir —de nuevo otro golpe, pero aterriza en mi cintura.
—Por, por favor. Me duele... —mis lágrimas salen grotescamente de mis ojos y la piel me arde.
—¿Por qué tengo que obedecerte cuando tú no lo hiciste?... Esto es por dejar que te coque otro hombre cuando yo estoy al mando.
Y recuerdo, regla número 15. Durante los días con el amo no se permite ser tocada, besada o acariciada por otra persona sin el consentimiento del amo.
No sé cuántos latigazos me da, pero la piel me arde. Deja de golpearme y avienta la fusta al suelo, se acerca de nuevo a mí y me sujeta de la barbilla, pasa sus dedos por el rastro de mis lágrimas para limpiar mis mejillas.
—Espero que aprendas las reglas.
No puedo hablar, mi voz no puede salir, asiento con lentitud. Sonríe de lado y deja un pequeño beso en mis labios.
—Te quedarás aquí toda la noche, esa es la otra parte de tu castigo.
Sin más que decir o hacer se va dejándome colgada y con una irritación horrible en las piernas, glúteos, espalda y abdomen, no puedo hacer nada más que llorar. Después de esto no quiero cometer más faltas hacia él, no quiero ser castigada de nuevo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: LIBIDO (COMPLETA)