LIBIDO (COMPLETA) romance Capítulo 13

Mi cuerpo no puede sostenerse de lo débil que me siento, los dedos de los pies están adormecidos, no he dormido nada, tengo sueño y estoy a punto de colapsar. El ardor en mi piel ya seso, pero las marcar rojas me dicen lo contrario; el único que puede desatarme es Clark, y cómo si lo hubiera llamado entra a la habitación.

— ¿Entendiste la lección? —dice con arrogancia.

—Si, por favor, desátame —le imploro.

No me importa el orgullo, en estos momentos solo quiero que me desate, no puedo más. No protesta y me desata. Siento mi alma regresar. Por la debilidad de mi cuerpo caigo al suelo haciendo un gran ruido por el impacto de mi cuerpo inmune con el suelo. Clark no tarda en acercarse y me levanta, cubre mi cuerpo con una bata blanca y me lleva entre sus brazos a su habitación.

Mientras el prepara la ducha yo espero sentada sobre su cama. Me baña como la primera vez, juntos y después me viste. Esta vez me acuesta sobre su cama, después aplica la pomada en las heridas; gracias a la pomada alivia el ardor en mi piel.

—Descansa. Iré a traerte algo de comer.

Sale de la habitación y unos minutos después regresa con una bandeja repleta de comida; un plato de fruta, cereal con leche, un poco de pasta y jugo de naranja.

—Come antes de que duermas.

No lo dudo y hago lo que dice, no quiero protestar o hablar con él, estoy enojada. Sé que fue mi culpa no cumplir con el reglamento, pero tampoco es para que me tratará de esa manera. Tengo conocimiento sobre del contrato que tenemos, pero nunca leí nada sobre los castigos.

Me acabo todo, él retira la bandeja, me acomodo en la cama para después ponerme las sábanas. Cierro mis ojos para dormir, pero su mano en mi cabello hace que abra los ojos.

—Tranquila, tu duerme —su actitud de ahora es más tranquila en comparación con la de ayer, eso quiere decir que no está enojado.

El poco tiempo que he estado con Jaxon nunca ha sido cariñoso conmigo, no de esta manera. No me niego a que me acaricie, en estos momentos estoy cansada. Con sus caricias en mi cabello me dejo vencer por el sueño.

No sé cuánto tiempo me dormí, pero me siento más tranquila, aunque aún me duela el cuerpo. Abro los ojos y en seguida me percato que es tarde. Me levanto de cama para salir a buscar a Jaxon; primero busco por los estrechos y grises pasillos por si lo veo, pero nada, luego voy a la lujosa cocina y tampoco, busco por todos lados y no lo encuentro, una empleada me ve y pregunta si necesito algo.

—En verdad nada… ¿Ha visto al señor Clark?

—Está en el jardín leyendo —me contesta amablemente.

—Gracias.

— ¿Quiere que le lleve comida? El señor Clark comerá afuera.

—Si por favor. Si no es mucha molestia —ella asiente con su cabeza.

La chica del servicio se aleja, continuo con mi camino en busca de Clark. Salgo de la casa, a unos cuantos metros lo encuentro sentado con una taza de café en su mano y en la otra con un libro de metafísica. Me acerco a él, me siento a su costado derecho, se percata de mi presencia y deja su libro para ponerme atención.

— ¿Estás mejor? —pregunta.

—Un poco —confieso, aun me duele el cuerpo.

—Es bueno de escuchar, porque te necesito con fuerzas para esta noche.

—Pero me duele el cuerpo —me quejo.

—Ese no es asunto mío, tú te lo buscaste.

De un momento a otro su actitud de preocupación pasó a ser a una arrogante, típico de él.

—No creo ser capaz de aguantar una noche —no quiero hacerlo.

—Esta vez no te voy a lastimar. Ayer exagere las cosas —admite.

—Ok —no puedo recriminar, él tiene el mando en este juego.

La anterior chica de servicio se acerca a nosotros, viene acompañada con otra chica más joven que ella, ambas tienen el cabello recogido, pero su color es diferente. Ambas dejan la comida enzima de la pequeña mesa redonda de cristal y en seguida nos sirven los alimentos. Terminado su trabajo se van haciendo una reverencia.

Mientras comemos el ambiente se vuelve incómodo, el sonido de los cubiertos chocar con la loza y el sonido de la naturaleza son los únicos presentes en nuestro entorno. Quiero cambiar el ambiente intenso que hay entre nosotros desde que nos conocemos. Decido hablar, me pongo a buscar un tema de conversación, algo que él se sienta cómodo.

—Te gusta leer metafísica —me atrevo a preguntar, espero que no se moleste.

—Si —contesta a secas, sin dejar de mirar su libro.

«Que cortante», pero no me doy por vencida.

— ¿Y qué otros libros son de tu interés?

—Podrías dejar de hablar. No te han dicho que es de mala educación hablar con la boca llena —recrimina.

No me percate que no pasé la comida; la paso y después me disculpo. Con él no se podrá entablar una buena conversación fuera de los negocios. Me rindo y continúo comiendo.

El fin de semana fue tranquilo excepto por el día en que me castigo, después de comer en el jardín me llevo a mi habitación y esa noche y la de ayer tuvimos sexo, algo tranquilo, esta vez no utilizamos nada de juguetes, solo nuestro cuerpo, las caricias de por medio, nuestros besos y una larga noche.

El trabajo es muy pesado y estresante para mí, es mucho estrés, la mayor parte de mis días los paso en la casa del señor Clark, «parece que me contrataron para vivir ahí.»

Estoy por terminar el informe de este mes para entregárselo a Clark, tengo que apurarme en guardar mis cosas, Jaxon me invito a salir a comer antes de ir a su casa y me advirtió que no tardara. No quiero hacerlo de enojar de nuevo, con lo de hace días tengo más que suficiente. Salgo del edificio encontrándome con Clark, está en el estacionamiento esperándome; no tardo en subir a la camioneta y él al instante enciende el auto.

Llegamos a un restaurante francés; entramos y nos brindan una mesa para dos en la terraza. Clark ordena por los dos sin preguntarme, lo entiendo, sé que no sé nada de estas comidas, pero por lo menos debe de pedir mi opinión, pero como es el señor arrogante mejor ni reclamo.

Mi paciencia se agotó, quiero golpearle las bolas con mi rodilla. Dejo caer mi hamburguesa en la mesa y me levanto de mi lugar para encararlo.

—Mira señor arrogante, yo como lo que quiera con mi dinero, nuca te he pedido cosas ¡TÚ! —recalco el sujeto en voz alta — Me las compras sin pedir mi opinión, así que no me vengas a reclamar que yo gasto tu dinero y si así lo piensas mira.

Me quito los zapatos, el saco, los artes, los anillos y pulseras que tengo puesto para aventárselos al suelo frente a sus pies cubiertos por unos elegantes zapatos de piel.

— ¡No necesitó tu dinero! —le grito con el coraje que le tengo guardado.

La gente se nos queda viendo, más a mí, pero en estos momentos me vale mierda lo que piensen. Agarro mi celular y mi cartera, hasta la bolsa se la aventé. Dejo dinero en la mesa y salgo de ese lugar con prisa.

Sin importarme las altas horas de la noche me voy al parque que está a unas cuadras de aquí. Al ver que no hay nadie a mi alrededor comienzo a maldecir a Clark; grito con todas mis fuerzas, brinco del coraje, desquito todo mi coraje gritando y pateando cosas imaginarias. Sin ganas me dejo caer al suelo tratando de recuperar mi respiración que les hace falta a mis pulmones.

— ¿Terminaste de hacer tu berrinche?

Hago caso omiso a su presencia, solo quiero que mi coraje se pase. Lo siento ponerse enfrente de mí, jala de mi pie y con su mano limpia la tierra que hay en ellos para después ponerme mi zapato que hace momento se lo avente y hace lo mismo con el otro pie. Yo aún no lo miro, me pone el saco en la espalda y la bolsa de mano la deja aun lado de mí.

—No te vayas tarde, hace frío y la calle es peligrosa.

No dice más y se va. «¿Qué cree el idiota? ¿Qué iré atrás de él?, se equivoca.»

Me quedo unos minutos más. Recupero la conciencia, ya relajada me levanto, limpio la tierra de mi falda y camino hasta llegar a la parada del autobús, lo espero, llega y subo. El autobús me deja lo más cercano a mi casa y camino el corto camino que falta para llegar.

Llego a casa y lo primero que hago es quitarme las zapatillas, me deshago de toda la ropa para bañarme. En la ducha me relajo tan bien que me siento en un spa, «me hace falta ir a uno.»

Termino de bañarme y me visto con el pijama como de costumbre. Antes de acostarme en la cama el timbre de la casa suena; con pocas ganas salgo de mi habitación y abro la puerta principal. Pensaba en reclamarle a la persona que me molesta a estas horas de la noche por no dejarme dormir. Sin darme tiempo de protestar, se lanza a besarme rodeándome con sus brazos la cintura. Pensaba golpear a la persona, pero reconozco esos labios.

Me deja de besar por la falta de aire, pero no se aleja de mí.

— ¿Qué es lo que quieres? —hablo con la respiración agitada por el candente beso que nos dimos.

—A ti, nena —no dice más.

No me deja responderle y me vuelve a besar. Me carga, enrollo mis piernas en su cintura; una vez adentro cierra la puerta principal de mi casa con una patada separándose de mis labios.

—¿Dónde es tu habitación?

—Es la de la puerta blanca al fondo.

Él capta cual es la puerta, nos dirigimos a mi habitación volviéndonos a besar como unos locos desesperados. Dicen que del odio al amor solo hay un paso.

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