LO ÚLTIMO EN MIMOS romance Capítulo 81

La pareja estaba cenando felizmente cuando, de repente, sonó una voz sorpresiva:

—Antonio, por fin te encuentro.

Rosa miró hacia donde provenía el sonido y vio a una mujer embarazada frente a ellos. Ella llevaba un vestido de maternidad y su barriga estaba ligeramente abultada, en este momento, estaba mirando a Antonio como si mirara a un hombre infiel.

Antonio estaba un poco desconcertado ante este repentino cambio. « Qué ha pasado? ¿Será porque hoy tengo la mala suerte? ¿Cómo es que, de pronto, una mujer embarazada me busca? No me digan que esta mujer embarazada está me buscando para que yo sea responsable de ella. »

Como para verificar los pensamientos de él, las siguientes palabras de la mujer casi hicieron que Antonio escupiera la sopa que acababa de beber:

—Antonio, te he buscado demasiado, no te he visto desde hace unos meses y el bebé en mi vientre ha crecido mucho, eres el padre del bebé, no puedes dejarnos solos.

—A ver, estás loca, ¿verdad? ¿Qué papá? Me has confundido con otra persona —Antonio casi se murió de rabia.

Antes sí salía con diferente mujeres, pero, de verdad no era un hombre casual, aunque ligara con ellas, no las trataba sinceramente, no con su corazón, y más aún, no tenía sexo con ellas, ¿cómo podría convertirse en el padre de alguien?

—Antonio, ¿cómo puedes actuarte así? Este es mi hijo y el tuyo.¿Quieres ser irresponsable? Te lo digo ... —la mujer estaba tan enfadada al escuchar las palabras de Antonio que sus ojos se volvieron rojos.

—Espera un momento —Antonio levantó la mano, impidiendo que continuara—. Oye, digo yo, ¿quién eres tú? ¿Nos conocemos?

La mujer echó a llora después de escuchar las palabras de Antonio,—Estafador, cuando estabas conmigo, hablabas tan bien y decías que me tratarías bien el resto de tu vida, ahora bien, estás con otra mujer y empiezas a fingir que no me conoces, ¿cómo puedes ser tan inhumano?

Era la hora punta para comer, y la mujer lloraba tan fuerte que, en un instante, toda la gente que comía cerca miró hacia aquí, pero desgraciadamente los asientos de este restaurante estaban colocados lo suficientemente altos como para que no se pudiera ver a la gente de las mesas vecinas sin ponerse de pie.

Sin embargo, para satisfacer su curiosidad, a todos les daba igual ofender a los demás o no, todos se levantaron uno tras otro y miraron hacia Antonio y Rosa.

Antonio estaba tan enfadado que su cara se volvía negra, pero no se apresuró a prestar atención a aquella mujer, en su lugar miró a Rosa y le explicó:

—Amor, escucha mi explicación, realmente no conozco a esta mujer, debe ser una loca que salió corriendo de algún hospital psiquiátrico.

La mujer que estaba al lado escuchó lo que había dicho Antonio y gritó:

—¿Qué has dicho? ¿A quién llamas loca? Eso no era lo que dijiste cuando estabas conmigo antes, y dijiste que yo era una hada, eres tan desalmado.

Antonio casi se murió de rabia, esta mujer era demasiado extraña. Cogió su teléfono y llamó a Jesús—entra de inmediato, hay una loca aquí, por favor échala.

Cuando Antonio acababa de colgar el teléfono, Rosa le dio algo de comida:

—Come primero, la comida se está enfriando.

Antonio miró a Rosa con confusión, «¿por qué la reacción de ella, en lugar de enfadarse o hacer interrogaciones, es decirme que comiera primero? Esta reacción... a lo mejor está rara.»

La mujer embarazada al lado también se sorprendió por esta reacción de Rosa, miró sorprendida a ella y no reaccionó durante un rato, para cuando lo hizo, Rosa ya había dejado el bol y los palillos, e incluso sacó un pañuelo y se le limpió la boca con elegancia.

Lo dejó en la mesa antes de ponerse en pie y caminar lentamente hacia la mujer.

Rosa era media cabeza más alta que la mujer, y como llevaba tacones altos, se puso delante de ella, y al instante tuvo una sensación de superioridad.

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