LO ÚLTIMO EN MIMOS romance Capítulo 82

Él se enfadó mucho y miró a la mujer diciendo con voz fría:

—¿Sólo porque te has hecho el miserable y tengo que perdonarte? ¿Acaso la ley es sólo para los que tengan una buena vida, en cambio, los que no tengan una buena posición económica podrán ignorar la ley, ignorar la moral, y podrán hacer daño a los demás a su antojo? ¿Qué tipo de razonamiento es ese?

Después de escucharlo, su labio tembló y ella no pudo decir ni una palabra, así que simplemente cerró los ojos y cayó al suelo y fingió desmayarse.

Rosa no pudo evitar poner los ojos en blanco hacia el techo:

—Oye, cuando finges estar desmayada, ¿no puedes actuar un poco más como tal? Cuando te caes, incluso sabes ajustar tu posición y lo haces lentamente, ¿de verdad crees que los espectadores son idiotas?

Cuando Antonio escuchó lo que dijo Rosa, no pudo evitar reírse a carcajadas, su esposa, en efecto, era la más linda.

Cuando la mujer escuchó las palabras de Rosa, no supo si abrir los ojos o seguir fingiendo estar inmóvil.

En ese momento, el gerente del restaurante salió, se acercó a ellos dijo amablemente:

—Señor, señora, ¿podré llevarse a esta mujer primero? Ella está interfiriendo nuestro negocio aquí.

Antonio se burló:

—Cuando ella estaba haciendo el tonto aquí hace un momento, también estaba afectando a tu negocio, ¿por qué no saliste?

—Esto.. —El gerente se sintió avergonzado por la pregunta de Antonio, él también quería salir y echar a la gente en ese momento, pero viendo que la mujer era demasiado miserable, pensó que lo olvidaría, los clientes sólo querían leer los chismes de todos modos, no iban a huir.

Rosa ignoró al gerente que seguía sudando, sino miró a Antonio y le preguntó:

—¿Has comido lo suficiente?

Antonio asintió con la cabeza:

—Sí.

—Si estás lleno, vamos, haré que Paco venga a ocuparse del asunto de esta mujer.

—Vale.

Al oír que Rosa había enviado a alguien para que solucionara esta cuestión, Antonio no siguió complicando las cosas y salió del restaurante con ella.

Tras llevar a Rosa a la puerta de la empresa, Antonio le preguntó:

—Rosalita, ¿tanto confías en mí?.

Al pensar en cómo ella se había protegido con tanta fuerza hacía un momento, él se alegró mucho.

—¿Qué?

—Es lo que acaba de pasar, ¿cómo estás segura de que esa mujer me estaba chantajeando?

—No creo que seas ese tipo de persona —¿Cómo podría un hombre que puede comportarse de manera decente con su legítima esposa ser una persona casual?

Cuando Antonio la escuchó, se alegró mucho, pensando que se había casado con un tesoro único. Ella no sólo le daba dinero para gastar, sino que además confiaba tanto en él, ¿qué buena suerte tenía para tener una esposa tan buena?

—Cariño, encuentro que cada vez me gustas más, ¿qué debo hacer?

—Es un placer mío.

En su última generación ella lo había perdido y ambos habían quedado muertos en el fuego, volver a vivir y que le gustara ella tanto como en su última vida eran exactamente lo que ella quería.

Antonio observó a Rosa entrar en la empresa antes de dejar de sonreírse y mirar a Jesús, susurrando:

—Ve y averigua qué persona le dio dinero a esa mujer para inculparme.

—Señorito, no se preocupe, he dado la orden.

—Quería ver quién es tan audaz como para atreverse a gastar semejante broma conmigo.

«También fue una suerte que Rosa no me malinterpretara, si ella era la chica que sólo lloraba y lloraba, entre ellos, era muy probable que se montara una pelea. La persona oculta, era realmente maliciosa que trataba de destruir su relación con Rosa, ¿cómo yo pod'ia tolerar esto?»

—Señorito, no se preocupe, estoy seguro de que pronto habrá resultados —Después de todo, esto era realmente un asunto pequeño para ellos

—Bien.

—Señorito, ¿a dónde vamos ahora? ¿Volvemos a casa?

Antonio negó con la cabeza:

—No, a la empresa.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: LO ÚLTIMO EN MIMOS