Delfino leyó el periódico con atención.
El contenido de la noticia parecía muy real. Sin embargo, Delfino sabía que Apolo se lo había inventado todo.
En el pasado, cuando Apolo era sólo el propietario nominal del Grupo Auge, tenía una profunda conexión en la industria del entretenimiento.
Ahora, Apolo se había convertido en el verdadero propietario del Grupo Auge, lo que le permitía tener vía libre para desarrollar una conexión más profunda. Para él era fácil organizarlo secretamente.
Después de leer el periódico, Delfino lo dejó a un lado con satisfacción. Se le ocurrió algo, curvándose el labio inferior y la malicia afloró en sus ojos.
***
Frente a la puerta del sótano donde se encontraba Mariano, los dos guardaespaldas se aburrían y empezaban a charlar.
Mientras charlaban, uno de ellos oyó algo fuera.
Un guardaespaldas gritó: —¿Quién es?
El exterior se tranquilizaba. Le dijo al otro guardaespaldas: —Voy a echar un vistazo. Ten cuidado.
Cuando terminó de hablar, marchó.
Fuera del sótano había una plataforma. Tenía que subir una docena de escalones para llegar al suelo. El guardaespaldas que salió a investigar la situación regresó rápidamente.
Sin embargo, no regresó caminando, sino que cayó por las escaleras con heridas en toda la cabeza y quedó inconsciente.
La expresión del otro guardaespaldas cambió drásticamente al verlo: —¿Quién es?
Alguien se acercaba. Los pasos sonaban desde arriba y se aproximaban. El sonido le hizo entrar en pánico.
El guardaespaldas estaba preparado para atacar y miró fijamente la puerta. Pronto, una mujer apareció en la puerta.
Aunque el guardaespaldas esperaba que viniera alguien, nunca esperó que fuera una mujer.
Ayer, Delfino les ordenó repentinamente que trasladaran a algunos de los guardaespaldas. Sólo había unos pocos de ellos aquí.
En otras palabras, otros guardaespaldas se habían dado por vencidos en el exterior, y él era el último.
—Dejé inconscientes a los guardias de fuera—. Josefa dijo con franqueza.
Se puso de pie y asintió respetuosamente.
Frente a Mariano, ella siempre había sido así.
Mariano entrecerró los ojos, —¿Tan fácil?
Josefa se movió la cabeza: —Señor, no entiendo lo que quiere decir.
La expresión de Mariano era compleja mientras decía lentamente: —Acaso Yadira está tan mal que Delfino no tiene energía para preocuparse por mí ahora, ¿así que te las arreglaste para colarte?
Delfino era un hombre prudente. Si insistía en encarcelar a Mariano, nadie sabría su paradero.
Delfino debía dejar deliberadamente que Josefa lo encontrara.
El tono de Josefa era algo despectivo: —Señor, no creo que Delfino sea tan bueno. Puso todo su empeño en encerrarte, pero al final te encuentro.
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