Yadira podía sentir que había irritado al hombre que tenía delante.
Era un hombre tranquilo y sereno que nunca mostraba sus sentimientos con los demás. Pero ella le hacía reír o le provocaba un ataque de ira con sólo decir algo.
Yadira se sintió de repente un poco triste. Delfino había sufrido mucho por ella. Yadira olfateó y dijo:
—Delfino, estoy cansada. No quiero seguir con el tratamiento. Yo...
Yadira comenzó a llorar antes de que Delfino pudiera enfadarse. Rompió a llorar.
La furia de Delfino, que iba a estallar, fue aplacada por las lágrimas de Yadira. Abrazó a Yadira y la consoló pacientemente:
—No te preocupes. No estoy cansado. Piensa en Raquel.
Delfino no era un hombre elocuente, y no le gustaba decir tonterías con los demás.
Sin embargo, frente a Yadira en este momento, estaba perdido. No sabía qué decir para calmarla y mantener su espíritu para el tratamiento.
Esas habilidades de comunicación para los negocios eran inútiles cuando se usaban con Yadira. Las enfermedades mentales eran difíciles de curar, incluso más que las enfermedades físicas deterioradas.
—No quiero seguir con el tratamiento. Quiero abandonar... —Yadira seguía llorando, casi le costaba respirar.
Delfino la abrazó con fuerza. La suya abrió la boca pero no supo qué decir.
Finalmente, Yadira se desmayó de tanto llorar.
Al notar que la mujer en sus brazos dejaba de moverse, Delfino le soltó la mano con pánico y la miró a la cara. De repente se aterrorizó. Dijo con voz temblorosa:
—¿Yadira?
No hubo respuesta. Alargó con cuidado la mano para sentir el pulso de su cuello.
Delfino ignoró lo que dijo y se limitó a mirarlo con indiferencia:
—Si no puedes desarrollar una medicina para curar a Yadira, cooperaré con otra persona.
La sonrisa de Mariano se desvaneció y se puso serio de inmediato.
Esto fue suficiente para demostrar que Franco era peligroso. Podía hacer que Mariano se asustara sólo con mencionar su nombre.
Franco debe ser una persona horrible; si no, Mariano no le tendría tanto miedo.
Delfino se dio cuenta en secreto de la reacción de Mariano. Tras un rato de pánico, Mariano se calmó. Hizo una mueca:
—¿Crees que puedes cooperar fácilmente con Franco y hacer uso de él? Te pondrás en peligro si estás con una persona peligrosa. Y yo soy una de las víctimas.
Al oír esto, Delfino sólo miró a Mariano con desprecio. Sus ojos parecían decirle a Mariano que no sería lo mismo que Mariano.
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