Raquel no pudo describir su sentimiento y se limitó a responder en contra de su voluntad:
—Se ve muy bien.
Delfino la miró y no dijo nada. Raquel parpadeó y pensó que Delfino le quitaría la venda, pero no lo hizo.
Raquel observó a Delfino durante un rato y descubrió que parecía estar de buen humor. Tras darse cuenta de ello, se dirigió a Delfino y le dijo:
—¿Papá?
Delfino se volvió para mirarla y le hizo una señal para que hablara. A Raquel le pareció interesante. Hacía mucho tiempo que no veía a Delfino tan feliz.
Después de mirar fijamente a Delfino durante un rato, extendió la mano tentativamente y acarició la cabeza de Delfino. La expresión de Delfino no cambió. Entrecerró los ojos y preguntó:
—¿Qué pasa?
—Papá, ¿por qué estás tan contento? —Raquel retiró la mano y preguntó:
—¿Hay algo interesante?
La sorpresa pasó por los ojos de Delfino. Siempre se le dio bien ocultar sus sentimientos, y no quería que los demás notaran su cambio de humor desde que era joven.
No esperaba que Raquel pudiera notarlo. Alargó la mano y puso a Raquel en su regazo. —¿Por qué crees que soy feliz?
Raquel ladeó la cabeza y lo pensó seriamente, pero no pudo describirlo. Entonces dijo:
—Sólo eres feliz.
De todos modos, ella podía sentirlo. Aunque Delfino solía ser frío y no le gustaba hablar mucho, de vez en cuando quería hablar con alguien.
De hecho, hoy estaba muy contento. Aunque ganó a Apolo, éste ayudó a Yadira a resolver algunas cosas, lo que fue muy positivo.
No esperaba que Raquel fuera capaz de darse cuenta de que era feliz. Delfino asintió, mirando la cara regordeta de Raquel, y no pudo evitar estirar la mano para pellizcarla.
Durante este periodo de tiempo, había dedicado muchos esfuerzos a la enfermedad de Yadira, y rara vez había tenido una interacción tan estrecha con Raquel.
Normalmente, Raquel no se atrevía a decir o hacer algo delante de Delfino. Aunque sentía que Delfino era amable con ella, le tenía miedo. No se atrevía a hacer lo que quería como lo hacía delante de Yadira.
Al ser pellizcada por Delfino, se quedó atónita por un momento y luego estiró la mano para pellizcar la cara de Delfino. La cara de Raquel era lisa y suave. Delfino sonrió y le tocó la cabeza.
—¿Quieres volver a la escuela?
Raquel le miró y se le saltaron los ojos.
Delfino continuó:
—Mamá quiere que vuelvas a la escuela.
Raquel hizo un mohín al escuchar esto.
preguntó Delfino:
—¿Todavía no quieres ir a la escuela?
Raquel resopló y se enfadó un poco:
—¿Tengo que ir aunque no quiera?
Delfino entrecerró los ojos y escuchó a Raquel decir:
—De todos modos, cada vez, ayudarás a mamá a cumplir lo que desee.
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