Matrimonio de primera romance Capítulo 1118

Por la noche, Delfino estaba en el estudio ocupándose de sus asuntos, así que Yadira fue a la habitación de Raquel.

—Mamá, ¿vas a dormir conmigo esta noche? —Raquel levantó alegremente la manta y pidió a Yadira que durmiera con ella.

Yadira se sentó al lado de la cama, tiró de la manta y la arropó: —Tengo algo que decir.

Al ver la expresión seria de Yadira, Raquel la miró con seriedad.

Yadira dijo con disculpa: —Yo... tengo que ir de viaje con tu padre.

Raquel parpadeó: —¿Sin mí?

Yadira frunció los labios y se quedó sin palabras por un momento, sin saber qué decir.

Raquel era demasiado inteligente.

—Está muy lejos, y todavía tienes que ir a la escuela. Te llevaremos la próxima vez—. Yadira le tocó la cabeza. Su tono era especialmente suave.

Acababa de regresar, pero ahora tenía que volver a marchar.

Raquel sólo iba al jardín de infancia y no tenía muchos deberes, por eso Yadira podía llevarla a la Ciudad J. De lo contrario, Raquel sentiría que las reglas no podían ser obedecidas.

Cuanto más inteligente es un niño, mejor hay que guiarlo.

—De acuerdo—. Raquel asintió obedientemente tras escuchar las palabras de Yadira.

Yadira le dio una palmadita en la cabeza y le dijo: —Entonces acóstate primero.

Cuando Raquel se durmió, Yadira se levantó y se fue.

Al abrir la puerta, vio a Delfino llegar a la puerta.

—¿Se lo has dicho? —Delfino miró adentro de la habitación.

Yadira asintió: —Sí.

Delfino no dijo nada más y sostuvo a Yadira a salir.

A la mañana siguiente, era muy temprano.

Sin embargo, si esto podía dar tranquilidad a su hija, lo hacía.

Raquel ladeó la cabeza y curvó los labios: —Eres tan infantil.

A pesar de decir esto, extendió su mano e hizo un juramento de meñique con Delfino con arrogancia en su rostro.

Delfino no pudo evitar torcer ligeramente los labios. Luego, alargó la mano y le dio una palmadita en la cabeza: —Pórtate bien en casa.

—Lo sé—. Raquel arrugó la nariz y dijo: —Tú también debes ser bueno.

Delfino levantó las cejas con sonrisa.

No sabía cómo se arreglaban el padre y la hija de otras familias, pero su hija pequeña era demasiado lista.

Cuando Yadira despertó, Delfino ya estaba bien vestido. Estaba sentado a un lado, mirando su teléfono.

Al oír sonido, Delfino se volvió para mirar a Yadira. —El horario está fijado. Saldremos hacia la Ciudad J por la tarde.

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