Mariano era muy humilde y su tono era especialmente sincero.
—¿Y si digo que no?
—Yadira, realmente quiero cenar contigo.
Mirando las líneas pintadas en la barandilla, Yadira dijo: —Bueno, nos vemos esta noche.
Mariano se alegró mucho: —De acuerdo.
***
Cuando Yadira volvió al dormitorio, Delfino seguía contando los gorriones con la cabeza asomada a la ventana.
—¿Tienes el número de ellos?
Yadira cogió un vaso de agua y se lo acercó. Al tocar su mano, sintió que tenía un poco fría, así que alargó la mano y le abrochó el abrigo.
Delfino dio un sorbo al vaso y resopló: —Cada vez que cuento la mitad de ellos, algunos salen volando o se unen nuevos gorriones.
Dijo en tono molesto.
Yadira no sabía si reír o llorar: —No tienes que enfadarte por un asunto tan trivial.
Delfino dejó a un lado el vaso y le rodeó la cintura con los brazos, diciendo suavemente: —Entonces, quiero que me consueles.
—No—. Yadira sonrió y dijo: —Recogeré a Raquel más tarde. Compórtate bien y espérame en casa.
Al oír esto, Delfino se enderezó y la miró: —Iré contigo.
—Volveré pronto. Quédate en casa y espérame—. Yadira se dio la vuelta y miró el reloj: —Tengo que irme ya.
En el jardín de infancia las clases terminaron temprano, así que era hora de irse.
Se dio la vuelta para buscar la ropa mientras Delfino la seguía y la llamaba, insatisfecho: —Yadira.
Yadira lo ignoró y dudó entre un abrigo caqui y otro blanco. Delfino se acercó a ella y le señaló el blanco: —Este.
Delfino la abrazó y bajó la cabeza para profundizar el beso.
Después del beso, no parecía tan disgustado. Aunque no quería que ella saliera, dijo: —Vuelve pronto, o saldré a buscarte.
—De acuerdo—. Yadira asintió y se lo prometió.
Cuando estaba a cierta distancia de la guardería de Raquel, le dijo al conductor: —Para y espérame aquí. Voy a comprar una taza de café.
El conductor se dio la vuelta y vio un café fuera del coche, diciendo: —Señora Yadira, se lo compro.
—No, gracias—. Yadira dijo mientras abría la puerta del coche y se bajaba.
Era una gran cafetería de tres plantas, y la entrada principal conducía a la segunda planta. Después de entrar en ella, bajó al primer piso.
Ahora sólo había unas pocas personas. Se dirigió directamente a la mesa de la esquina.
Al ver a Yadira, Mariano se levantó: —Yadira.
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