El conductor se agarró a la manilla de la puerta cuando Yadira se enfrentó a Horacio. Intentó abrir la puerta y salir del coche para salvar a Yadira mientras Horacio no le otorgaba atención.
Sin embargo, Horacio se fijó en el conductor y le amenazó: —¡No te muevas!
Mientras hablaba, volvió a cerrar la puerta del coche y se sentó junto a Yadira. Mientras le ponía la daga en el cuello, le dijo al conductor: —¡Si no quiere que esta mujer muera, arranca el coche!
Ante la amenaza con la vida de Yadira, el conductor no se atrevió a actuar con imprudencia. Echó un vistazo a Yadira con una mirada seria y arrancó el coche.
Horacio sabía que era difícil enfrentarse a los hombres de Delfino. No se atrevió a relajar su vigilancia y miró fijamente al conductor.
Yadira se quedó quieta y miró tranquilamente el teléfono que tenía en la mano.
Cuando Horacio entró en el coche, ella seguía hablando con Noela por teléfono y ésta no colgó. Por lo tanto, Noela escuchó toda la conversación que Yadira tuvo con Horacio.
Noela definitivamente contactaría con Delfino.
Yadira no colgó el teléfono. Volvió a guardar con cuidado el teléfono en el bolsillo y le dijo a Horacio: —Tú eres el que ha provocado el incendio, ¿verdad? Quieres atrapar a Delfino o a mí cuando nos quedemos solos en el caos.
Horacio se burló: —Eres inteligente. No me extraña que seas la esposa de Delfino.
Yadira preguntó con calma: —¿Dónde está Fidelio?
—No has buscado a Fidelio durante mucho tiempo. Pensé que ya no te importaba.
Aunque Horacio sonaba muy tranquilo, Yadira podía sentir que estaba algo aliviado.
—¿Tienes miedo? Después de todo, la asesinaste con la ayuda de Sonia. Sonia también tuvo miedo cuando la vio.
En el reducido y estrecho espacio del coche, su voz parecía extraña.
Horacio temblaba de rabia: —¿Qué quieres decir? Alina ya está muerta y tú has llevado a Sonia a verla. Sonia no puede soportarlo. Es inocente.
—¿Y qué pasa con Alina? ¿No es ella inocente? No eres más que un cobarde egoísta—. le reprendió Yadira.
Horacio se enfureció con Yadira: —¡Te voy a matar!
Yadira no tenía ningún miedo. —Si me matas, todos te odiarán a ti y a Sonia. Incluso a Jaime le echarán la culpa aunque haya muerto. Ve y mátame ahora mismo. De lo contrario, te miraré con desprecio. ¡Un cobarde! Eres igual que una rata asquerosa.
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