Hacía más de medio año, debido al accidente del abuelo de Delfino, la familia Jimenez tenía prisa por deshacerse de Yadira, por miedo a ser involucrados, y bajo el desconocimiento de ella, disolvieron la relación entre padre e hija.
La familia Jimenez siempre había sido egoísta, la manera que actuaron tampoco sorprendió mucho a Yadira, así que tampoco le hizo mucho daño.
Ya que, no esperaba nada de ellos.
En aquel momento, la noticia corría por toda la ciudad, y todos los presentes eran del mundo de cine, era obvio que lo supieran.
Persona sensata lo entendería la primera, la familia Jimenez actuó de esa manera por miedo a ser involucrados por culpa de Yadira.
A pesar de que la mayoría de los presentes harían lo mismo que Henrico en la misma situación, pero al fin y al cabo no era nada bonito. Por lo que aquel comportamiento era deprimente para los demás.
En cambio, Perla estaba tentando a Yadira, y su ironía era tan obvia que hasta un tonto lo notaría.
Las celebridades del fondo del pozo que habían llegado al lugar que estaban de hoy en día, tampoco eran personajes sencillos. Ellas solo se reían, pero no decían nada.
Perla había visto las noticias de hoy, así que solo estaba centraba en que Yadira y Delfino se habían separado y se había olvidado de lo que pasó en el centro comercial. Había optado por olvidarlo por completo.
Su intención era burlase y verla haciendo rabietas, pero no esperaba que otros se burlasen ahora de ella.
Perla desvió la mirada hacia las pequeñas celebridades y dijo fríamente, -¿De qué os reís?-
Aquellas celebridades eran apoyadas por otros, ni siquiera tomaban en serio a Perla.
Dentro del mundo cinematográfico, nadie era bueno, y menos las mujeres.
Una de ellas dijo, -¿A caso el Club Dorado es tu territorio? ¿O es que necesitamos tu permiso para reírnos cuando estamos contentas?-
Sin duda era actriz, entre sus palabras habían espinas, pero había sido dicho de forma indiferente, y disgustaba mucho.
-¿Quién te crees que eres para hablarme así?- dijo Perla y miró hacia Severo, como si estuviera pidiendo ayuda.
Todos sabían que durante este último año Severo se lo había pasado de guasa.
Primero, había dejado de trabajar con el Grupo Auge. Después, se había buscado una mujer con una fama igual de apestosa que las alcantarillas, los comentarios iban de mal a peor, y los guiones que cogía eran también miserables, pero su posición no había bajado para nada.
Severo no tenía intenciones de ayudar a Perla, levantó el brazo para mirar la hora y dijo, -Yo también tengo asunto pendiente, me marcho.-
Nada más acabar, giró la cabeza hacia Yadira y dijo cariñosamente, -¿Cómo te vas Yadira? ¿Te llevo en coche?-
Había cambiado de “Señorita Yadira” a llamarla directamente por “Yadira”.
Llamarla directamente por su nombre como muy conocidos, hacía que los demás recordaran los rumores entre ellos.
“Estos dos a lo mejor de verdad han tenido algo” pensaron los otros.
Yadira estaba segura que Severo lo había hecho a propósito.
Él sabía que Perla y ella no se llevaban bien, y hizo eso solo con la finalidad de crear a Perla odio hacia Yadira.
-Señor Severo, nosotros no nos conocemos tanto.- Yadira terminó de hablar y se dirigía directamente hacia fuera.
Cuando estaba dando la vuelta, había visto la mirada de Perla, una mirada como si la fuera a comer.
Severo para Yadira era un loco.
De repente, se le había ido la pinza.
No le importaba ni su fama ni su carrera como actor, parecía que lo había tirado todo a la basura, y además se metía en problemas él solo.
Yadira salió seguida de Fatima.
Fatima estaba muy cotilla hoy, -¿Tú y Severo habéis tenido algo?-
Yadira contestó firmemente, -No.-
Fatima llevaba mucho tiempo colaborando con ella, sabía cómo era su personalidad, y si ella decía tan firme que no, entonces no.
Pero ella aún tenía curiosidad.
Esta noche no se iba a encontrar con Delfino.
Dejó de mirar y vio un coche negro parase silenciosamente.
Los ojos de Yadira brillaron, su primera impresión fue que era Delfino.
Solo que, cuando la ventanilla se bajó y vio bien quién era la persona del coche, ya no pudo sacar ninguna sonrisa.
Severo estaba con un brazo apoyado en la ventanilla, y con una sonrisa misteriosa dijo, -Cuánto tiempo sin verte, Yadira.-
-… Cuánto tiempo.- Yadira echó dos pasos hacia atrás.
Algunas personas no se podían nombrar, porque hablando del rey de Roma, por la puerta asoma.
También probablemente ella no debería haber venido al Club Dorado.
El Club Dorado era un establecimiento superior de la Ciudad Mar, personas con prestigio solían venir aquí, por eso hoy había visto a tantos conocidos.
Severo vio su pequeño gesto, estiró el brazo y tocó la puerta del coche, y dijo tranquilamente, -Somos viejos amigos, llevamos tanto tiempo sin vernos, no me trates tan fría.-
-Otro día.- Yadira apretó los labios y siguió, -Otro día te invito a cenar.-
-¿Acaso soy de esos que me falte una cena?- Severo sonreía cariñosamente, pero sus palabras no eran tan fácil de lidiar.
Yadira aún estaba pensando en cómo responderle y escuchó de nuevo la voz de Severo sonar, -Hazme un favor después de unos días.-
-¿Qué favor?- Yadira lo miraba con una mirada sospechosa.
Él parecía poder leer su mente y dijo sonriendo, -Tranquila, no te estoy pidiendo que asesines a nadie ni hacer nada que sea contra la moral.-
Todo lo que quería decir y lo que no lo había dicho Severo.
A Yadira ya no le quedaba nada por decir, no le quedaba otra que asentir con la cabeza y dijo, -Vale.-
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