Matrimonio de primera romance Capítulo 370

Yadira Jimenez dijo, mirando a Raquel Dominguez.

Esta rodeaba a Delfino Dominguez de cuello y respondió dulcemente, -Hermosa hermana.

-Sí -le contestó con un tono suave-. No puedes irte sin permiso.

En eso, se le ocurrió a Delfino, "¿Por qué esa mujer me es tan familiar?"

Se puso consciente de que aquel día cuando en la intersección esperando por el semáforo en rojo, la niña también la llamó "hermosa hermana".

En estos tres años, había numerosas guapas que se le acercaron con gran esfuerzo para llamarle la atención.

No sabía por qué no tenía ningún interés por aquellas llamadas "bellezas", y creía que todas se veían igual.

Incluso la madre de Raquel, Ximena Ibáñez, no le interesaba nunca.

Si no hubiera mandado hacer una comparación de AND entre Raquel y sí mismo, no habría creído que él mismo había estado enamorado de Ximena.

La mujer que estaba frente había cambiado mucho y se veía mucho mejor que antes.

Antes solo le había echado un vistazo y recordó que había sido una delgada bastante fea. Pero esta vez sí engordó.

Pero…

Los ojos del hombre cayeron sobre las muñecas delgadas de Yadira, sospechando que si él sólo las pellizcó suavemente, podrían ser rotas.

Las vistas de Delfino eran demasiado intensos que esta se sentía incómoda.

Ella tuvo que cambiar de tema, -Señor, antes por el teléfono, ¿cómo sabes que Raquel estaba buscando a una hermana para ayudarla a llamar?

El hombre se recuperó, se volvió a su cara y le dijo indiferentemente, -Llama a todas más altas que ella por "hermana".

La realidad era que esa niña solo daba este tratamiento a las que ella creía que era bonita, y no le importaba la edad.

-Ya veo… -Yadira asintiendo con la cabeza.

De repente el teléfono móvil en la bolsa se sacudió. Ella lo sacó y revisó, era una llamada por parte de Noela García.

Ella tomó el teléfono móvil sin contestar, miró hacia Delfino y dijo apresuradamente, -Realmente no necesito compensación, pero debe cuidar bien a la niña, que es tan menor, me voy.

Le rechazó y la vio a Raquel de nuevo, se machó.

Andando, contestó el teléfono de Noela.

-Perdón, me olvidé de llamarte -se había divertido con la niña, por lo que olvidó este asunto.

Ella se sorprendió de que le encantaran tanto los niños.

-No te preocupes, ¿has llegado a casa?

-Ahora mismo…

Acababa de haber colgado el teléfono, la llamó Mariano Magrina.

Le preguntó calmamente, -¿Dónde estás?

Ella miró el tiempo, encontró que habían sido más de las seis en punto, y consultó, -Estoy afuera y voy a tomar un taxi, ¿has regresado a casa?

Este le respondió, -Sí, dime tu localidad, te recojo.

-No hace falta. Puedes descansar y regreso pronto… -ella entendía que no era capaz de impedirle, por lo tanto terminó la conversación directamente.

Era la hora punta y resultaba difícil de tomar taxi.

Un relámpago apareció de pronto y empezó a llover cuando todavía no logró encontrar ningún coche. "¡Qué suerte!"

Quizá fuera la última lluvia en verano, torrencial con gotas muy grandes.

Muy pronto su ropa se mojó y le era inútil buscar cartelera para evitar la lluvia. En este momento sonó otra vez el móvil.

Lo examinó con los ojos medio cerrados, y era un número sin nombre marcado.

Era el de Delfino que ella no había guardado.

Dudosamente lo contestó.

-¿Hay otro problema, señor?

Oyó una voz baja entre la de la lluvia, -Sube, al copiloto. Aquí no se permite parar.

Y luego sonó un coche.

Ella se ajustó y encontró un coche negro frente. Al verla no mover, sonó otra vez.

Sosteniendo la bolsa arriba de la cabeza, pasó con precipitación hacia allá, abrió la puerta y se sentó adentro.

Apenas sentada, percibió la habla ligera de Raquel atrás, -¡Linda hermana!

Se volvió y la vio quedada en un asiento de seguridad para niños, bebiendo leche y riendo alegremente.

Yadira la saludó, -Hola, Raquel.

Conduciendo, su padre le echó una vista a la mujer.

"Aparte de que se ve un poco mejor que otras, no tiene ninguna especialidad, ¿por qué le encanta tanto a la niña?"

La chica pasó su leche a la hermosa y habló, -Pruébala.

La intención de los niños era muy sencilla. Estaba lista a compartir sus juguetes y deliciosos a los que le gustaban.

-No necesito, quédate con ella.

Al oírlo, Raquel seguía bebiéndola.

Yadira pasó al hombre, y se disculpó, -Perdón, señor, te mojo el coche.

Generalmente se recomendaba responder con "está bien" en semejantes momentos.

Pero él sólo contestó ligeramente, -Bueno.

"¿Bueno?"

"¿Qué quiere decir?"

Aunque estaba lloviendo afuera, la temperatura no podía bajar tan pronto. Por lo que en el auto todavía funcionaba el aire acondicionado.

La ropa de la señora estaba toda mojada y no podía evitar estornudar por el frío.

Al mismo tiempo, el conductor le dio su chaqueta de traje y apagó el aire acondicionado.

La chaqueta de traje era de excelente calidad, con una exquisita sastrería y diseño, y una fragancia única de pertenencia al hombre.

Tomando la chaqueta, se congeló por un rato y después lo miró, -Señor…

Delfino solo le interrogó, -¿Dónde está tu casa?

Su tono era tan firme y decisivo que ella le dio la dirección sin duda.

Él le escuchó, estableció una navegación y no volvió a hablar.

Yadira miró su cara lateral, dudando, pero por fin envolvió su abrigo alrededor de su cuerpo.

Ahora estaba un poco peor de lo habitual y sentía un poco de frío.

Si enfermaba, Mariano iba a enfadarse.

Raquel se quedó dormida tomando la leche, Delfino se callaba y Yadira respiraba ligeramente.

Reinaba el silencio en el coche, pero se sentía una armonía rara.

Parecía que esta escena le había pasado antes.

Cuando ella estaba distraída, las palabras sin tono del hombre la despertó, -Ya llegamos.

Miró hacia atrás y se quitó el abrigo, -Gracias.

No respondió, mirándola salir del coche precipitada bajo la lluvia. Su delgada figura se veía frágil extraordinariamente.

Las manos en el volante se apretaban involuntariamente.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio de primera