Matrimonio de primera romance Capítulo 380

Raquel soltó la mano de su padre, y se dirigió a Yadira corriendo.

Estrechó la pierna de ella, y levantó la cabeza mirándola, -Estás también aquí.

-Sí, vivo enfrente -mientras decía Yadira, se acuclillaba para sostener al niña, y luego indicó la puerta detrás.

Acabó de preparar la comida. Se quedaba esperando a Mariano que volviera y comiera junto con ella, pero este todavía no regresó, por eso ella quiso ir a la tienda de conveniencia a comprar algo.

Por lo tanto, vio a ellos tan pronto como abrió la puerta.

Delfino echó una mirada hacia la casa de Yadira.

Cuando ella salió de la casa, no le quedó tiempo para cerrar la puerta. A través de la entreabierta, se podía ver la sala amueblada y acogedora, y oler el aroma de la comida.

El hombre se volvió hosco involuntariamente, puso la mirada en la niña, y la llamó con un poco de advertencia implícita, -Raquel.

Ella le dio un vistazo prudente a su padre, bajó del brazo de Yadira a regañadientes, y regresó al lado de él lentamente.

La niña agarró un dedo de Delfino, con lo que quería complacerle.

La mano de él era demasiado grande para ella, y la cual solo podía coger un dedo.

Raquel estaba más apegada a Delfino, por lo tanto, era sensible al enfado de él.

Aunque ella no sabía por qué su papá se enfadó, en esta ocasión, debía ser obediente.

El padre nunca mostró algún acto violento, pero tenía miedo cuando él se enojaba.

Yadira vio el comportamiento de Raquel, sintió mucho la compasión. Pensaba que a Delfino le faltaba la ternura en cuanto trataba a la niña.

Raquel era niña, debía orientarla de manera paciente en vez de mostrarla siempre la seriedad que no pertenecía a su edad.

Pero ella no era tan familiar con Delfino, por eso tenía que guardar la opinión.

El hombre echó una mirada a Yadira, se volvió tomando la mano de la niña, y dijo a Xulio, -Abre la puerta.

Este lo hizo, dejó que Delfino y Raquel entraran primero, él siguió a ellos, y asintió con la cabeza a Yadira como saludarla.

Ella recordó que él era el hombre que había hablado con ella durante el día, por eso le preguntó, -Lo recuerdo, señor, ¿me has preguntado la información de la casa para el señor Delfino?

-Sí -Xulio bajó la cabeza, luego le pasó una tarjeta atentamente-. Hola, me llamo Xulio Ruiz.

La tomó y la vio unos segundos con cortesía, luego la puso en el bolsillo, -Hola, soy Yadira Jimenez.

En los ojos del hombre parecía ocultar algo, -Ahora usted y el señor Delfino son vecinos, deseo que se lleven bien.

Yadira se quedó suspensa, -Sí, sí, por supuesto.

Después de entrar Xulio, Yadira se volvió y cerró la puerta con muchas dudas, luego se dirigió al ascensor.

¿Por qué Delfino de repente hizo la mudanza a este barrio con su hija?

A pesar de que el ambiente aquí no era mal y podía ser superior, pero los ricos como Delfino Dominguez preferían vivir en la villa espaciosa y contar con numerosas sirvientas, ¿no?

¿Por qué se trasladó aquí?

Metida en la duda, no recordó que no se lleva la llave ni el móvil hasta que terminó la compra.

También no sabía cuándo regresara Mariano, por eso se quedó a la puerta esperándole.

En este momento, la puerta opuesta se abrió.

Xulio había ayudado a Delfino a hacer todo bien, y ahora se preparó para salir.

Le saludó cortésmente, -Hola, señor Xulio.

Antes de contestarle, apareció una cabecita detrás de la puerta, -¿Linda hermana?

La niña apoyaba las manitas en el borde de la puerta mirándola con los ojos animados.

Yadira le mostró una sonrisa, -Raquelita.

Raquel le preguntó curiosamente, -¿Por qué te sientas a la puerta?

-Me he olvidado de llevarme la llave, por eso no puedo entrar.

-¿Qué? -parecía que la niña no lo entendió, levantó la cabeza para pedir respuesta a Xulio.

Este le acarició la cabeza, -No tiene la llave, y no puede abrir la puerta, por eso no puede entrar.

Raquel le asintió con la cabeza, abrió la puerta, corrió hacia ella, le cogió de la mano y le invitó a su casa, -Pues linda hermana, ve a mi casa.

-No te preocupes, alguien va a abrirla para mí.

Pero la niña lo insistió mucho, -Vamos.

Sin remedios, Yadira fue a su casa.

En cuando entró, Raquel gritó como si quisiera mostrar algún tesoro a su papá, -¡Definas, viene la linda hermana!

Mientras decía, encontraba las zapatillas en el zapatero.

Allí solo había las zapatillas de ella y Delfino, las comparó, y luego le dio las de su padre, -Póntelas.

Luego de decirlo, Raquel parecía creer que no las colocó perfectamente, volvió a ponerlas bien, y luego levantó la cabeza a mirarla con mucha expectativa.

Yadira no pudo evitar acariciar la cara de la niña sonriendo, -Gracias.

-¡De nada! -Raquel se escapó de su lado por la timidez.

Yadira se quedó en el pasillo mirando alrededor de la habitación.

La estructura de la casa era igual que la de Mariano, que era compuesta. El estilo de decoración mediterráneo parecía acogedor, y se notó que los muebles eran nuevos.

Estaba vacilante si debía cambiar los zapatos y entrar.

Pese a que Raquel le había invitado, parecía que Delfino se fastidiaba un poco con ella.

Bajó la cabeza para mirar las zapatillas que le había dado la niña.

Alargó el pie, e hizo una comparación con las zapatillas, las cuales eran demasiado grandes.

Era descortés que se pusiera las zapatillas de un hombre al azar.

Por eso, Yadira las puso en el zapatero y entró descalza.

No sabía de dónde había recogido un vaso de agua Raquel. Se le dirigió con entusiasmo, -Hermanita, toma el agua.

Andaba rápidamente. Mientras caminaba, se derramaba el agua del vaso.

Yadira adelantó apresuradamente y lo cogió.

Al vaso de agua le quedó menos de la mitad debido al derramamiento.

Ante el encandilamiento de la niña, tomó el agua a una vez.

Era obvio que Raquel se alegró mucho, -¿Te gusta?

Aunque el sabor era un poco raro, le asintió con la cabeza, -Sí, gracias.

-Yo voy a servir a Definas otro. -le dijo. Tomó el vaso y corrió hacia... ¡el cuarto de baño!

Yadira inclinó la cabeza, y vio que Raquel subió a una silla y recogió el agua del grifo con el vaso.

No era de extrañar el sabor raro del agua...

-Raquel, ¿qué me has dicho?

Sonó la voz de Delfino detrás, y la cual tenía la indiferencia sola pertenecida a este hombre.

Yadira se volvió de inmediato, vio que el hombre bajaba por la escalera vestido la bata de baño.

Cuando lo miró ella, él también la vio.

Delfino se detuvo. En su cara sin gesto surgió un cambio imperceptible al verla.

Ellos se miraban a los ojos, pero la mirada del hombre era demasiado aguda, por eso la chica apartó la suya, y le saludó en voz baja, -Señor Delfino.

El hombre no tardó mucho en llegar a su frente. Su voz se mantenía glacial, -¿Dónde está Raquel?

En el principio, ella creyó que él le preguntó por qué ella estaba aquí.

-Raquel va a... -antes de terminar las palabras, oyó la voz de la niña-. Definas, te sirvo el agua.

Los dos se volvieron, vio que la niña se les dirigió corriendo, luego le pasó el vaso a Delfino con orgullo, -¡Aquí tienes!

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