Matrimonio de primera romance Capítulo 401

Entonces Delfino recogió a Raquel, al igual que la forma en que abrazó a Yadira.

Pero Raquel era tan pequeña que obviamente se sentía incómoda en sus brazos, como si estuviera tumbada.

Trató de levantarse con sus piernas cortas, por eso Delfino la puso en posición vertical.

Sosteniendo a Raquel con una mano, se dio la vuelta y abrió la puerta del estudio con otra mano libre.

Entró en la habitación y encontró todo en desorden. Después de mirarlo en silencio por un momento, dejó a Raquel a un lado, y se puso en cuclillas para recoger las cosas.

No le gustaría a Raquel la habitación desordenada, entonces caminó de puntillas al sofá y lo subió con cuidado. Sentada en el sofá, acariciaba su muñeca de trapo en sus brazos y miraba a Delfino con sus grandes ojos.

La niña estaba tan activa que al cabo de unos pocos segundos le preguntó a Delfino con curiosidad, -Papá, ¿qué estás haciendo?

Delfino respondió sin levantar la cabeza, -Estoy recogiendo lo que cayó al suelo.

-Te ayudo -dijo Raquel. Con gran interés, se deslizó del sofá, corrió al lado de Delfino y comenzó a ayudarlo a recoger los materiales esparcidos por el suelo.

Sin embargo, no los arregló tan cuidadosamente como lo que hizo Delfino. Simplemente lo metió todo en sus brazos, por lo que los papeles se arrugaron en una bola y luego se lo envió directamente a Delfino. Le dijo con una mirada de orgullo, -¡Mira!

Él tomó lo que tenía en su mano y le acarició suavemente la cabeza, -Mejor que vayas a jugar.

Raquel curvó los labios y dijo, -Bueno.

Pues también se aburría con recoger las cosas.

A las niñas de su edad simplemente les encantan los pequeños juguetes coloridos y lindos, y no les interesan nada estos escritos en blanco y negro.

Después de que devolvió los materiales a su sitio, alguien llamó a la puerta.

Delfino preguntó con un tono frío, -¿Quién?

Yadira permaneció en silencio durante unos momentos fuera de la habitación y respondió, -Soy yo, ¿Raquel está aquí? Le he calentado un vaso de leche, y ya es tiempo para bañarse e ir a la cama.

Entonces Delfino se dio cuenta de que eran casi las diez.

Delfino echó una mirada a Raquel, que estaba escuchando atentamente a las palabras de Yadira.

Se sentaba en el sofá obedientemente, inclinando levemente la cabeza y moviendo los ojos de un lado a otro, obviamente atraída por el sonido de Yadira fuera del estudio.

-¿Lo has oído? -sonrió Delfino y le preguntó-. ¿Quién estaba diciendo?

Se llevó un dedo a la boca y dijo, pareciendo sorprendida, -Es Mamá, viene a darme la leche.

Delfino se quedó asombrado al escuchar sus palabras y le preguntó a Raquel, -¿Ya se ha convertido en mamá?

-Tú dices mamá -respondió Raquel, que habló tan rápido que le faltaban algunas palabras para organizar una oración completa. Quería decir que Delfino le había presentado que esa mujer era su madre.

Luego Raquel saltó del sofá y dijo, -¡Voy a abrir la puerta!

Entonces corrió hacia la puerta y trató de abrir la puerta empinándose. Delfino la miraba a un lado, sin echarle una mano.

Cogió la carpeta que tenía frente a él y la puso en el cajón más debajo del escritorio.

Después, se alzó y encontró que la puerta del estudio ya estaba abierta.

Raquel se dirigió a Yadira y le dijo, -Buenas noches, mamá.

Al escuchar esa voz dulce de la chica, Yadira se quedó allí pasmada, sosteniendo un vaso de leche en su mano sin saber qué hacer.

Después de una corta pausa, como si se hubiera despertado de un sueño, le preguntó a Raquel con incredulidad, -¿Cómo me llamas?

-Mamá -lo repitió Raquel con seriedad para reafirmar lo que había dicho, ya que sintió el cambio en el estado de ánimo de Yadira.

Fue una sorpresa tan súbita para Yadira, por lo que todavía no estaba acostumbrada a esa forma en que la llamó.

-Te he calentado un vaso de leche -dijo despacio y le dio la leche acuclillada.

Raquel parecía muy alegre, cogió el vaso con ambas manos.

Yadira le ayudó a sostenerlo, teniendo en cuenta de que con las manos tan pequeñitas le resultaría difícil a Raquel.

Raquel bebió toda la leche de una vez.

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