Yadira se acercó al sofá y besó a Raquel en la mejilla.
-Mamá -saludó Raquel con displicencia y siguió viendo la televisión.
¡Qué dibujos animados tan mágicos!
Yadira se sentó junto a Raquel.
Los dibujos animados para niños le parecieron maravillosos.
Delfino sabía que a Raquel le fascinaban los dibujos animados, así que no la molestó.
Después de ducharse, Delfino vio a Yadira junto a Raquel viendo la televisión y se quedó sin palabras por un momento.
Delfino miró su reloj, se acercó a las dos y apagó el televisor con el mando a distancia.
Luego dijo fríamente, -Ve a ducharte y a acostarte.
Raquel hizo un mohín, molesta pero sin atreverse a decir nada, ya que era Delfino quien había apagado el televisor, y luego se levantó del sofá.
Yadira dijo algo molesta, -¿Por qué has apagado la televisión de repente?
Lo dijo porque casualmente estaba viendo algo emocionante.
Yadira comprendió de repente a los niños que fueron interrumpidos por sus padres mientras veían la televisión.
Delfino era mucho más tranquilo que Yadira.
-¿Qué hora es?
Yadira miró su reloj, -Las nueve y media.
Delfino se volvió hacia arriba.
Yadira sabía lo que quería decir Delfino.
El hombre quería que subiera a darse una ducha y se fuera a la cama.
Entendía lo que había que hacer, sólo deseaba que lo hubiera dicho de forma más clara.
Fue amable con Raquel, aunque a veces hacía las cosas de forma sencilla y brusca.
Yadira giró la cabeza para ver a Raquel sonriendo y tirando de su abrigo, -Mamá, todavía quiero ver dibujos animados.
Yadira quiso decirle a Raquel que quería hacer lo mismo, pero ya era la hora de acostarse.
Así que le habló a Raquel en tono consultivo, -Mañana, ¿vale? Ya es tarde y tengo sueño, ¿puedes dormir conmigo?
Raquel asintió con la cabeza, -Bien.
-¡Qué chica!
Después de pasar unos días con Raquel, Yadira se sorprendió de lo bien que se comportaba la chica.
***
Yadira la llevó arriba y se duchó con ella. Y Raquel se quedó en su habitación.
Yadira aceptó entonces que la niña se acostara con ella.
Pronto Raquel se quedó dormida.
Yadira se levantó para bajar a beber agua.
Descubrió que la luz siguió encendida en el estudio de Delfino.
¿Estaba trabajando?
Yadira se quedó un momento y luego quería irse.
Se miraron fijamente.
Yadira trató inmediatamente de liberarse.
Pero Delfino apretó su cintura.
La abrazó y le sujetó la muñeca con fuerza.
Los dos estaban muy juntos, respirando con dificultad.
Yadira se sonrojó de repente y evitó los labios de Delfino, diciendo con rabia, -Déjame ir, y te perdonaré.
La voz temblorosa la hacía parecer muy suave.
En lugar de dejarla, Delfino la besó deliberadamente, -¿Pero y si quisiera hacer algo? -dijo con abandono pero con certeza.
Yadira no podía moverse en absoluto, -Delfino, ¿esto te hace sentir bien?
-Claro, y además... -continuó tras una pausa deliberada, mirando a Yadira-. Exitado.
Yadira no entendió a qué se refería hasta que...
Se quedó atónita, respirando con mucho cuidado.
Delfino era un hombre volátil, y Yadira no tenía ni idea de lo que tramaba o lo que pensaba.
-¿Qué quieres? -dijo con impotencia.
Ella cedió.
Delfino aflojó un poco el agarre y dijo, -Escucha, no permitiré que te asocies con otro hombre hasta que mi memoria sea restaurada.
-¿Qué quieres decir? -dijo Yadira, frunciendo el ceño.
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