Delfino Dominguez vio a Raquel Dominguez tan pronto como bajó del coche.
-¡Definas!
Pero temió que él se enfadara con ella, rápidamente se escondió detrás de la sirvienta. Le volvió a llamar, -Papá.
Delfino se fijaba en la niña unos segundos, luego le dio una sonrisa.
Yadira Jimenez había dicho que no pudiera enfadarse con ella, pues le sonrió, ¿estaba bien? A pesar de que él creyó que nunca se había enfadado con ella.
Sin embargo, a causa de su sonrisa Raquel estalló en llanto por susto.
Yadira seguía a Delfino, que todavía no sabía qué pasó entre ellos. Justamente oyó el llanto de Raquel.
-¿Qué pasa, cariño? -se le acercó y le sostuvo.
La niña señaló a Delfino y no cesó de llorar.
Yadira se volvió y miró a él.
Le explicó antes de que Yadira le preguntara, -No he hecho nada ni me he enfadado con ella.
Luego entró en casa. Les dejó una espalda llenas de enfado.
Yadira entretuvo a la niña con voz baja, y la cual fue calmándose poco a poco.
Ella se alzó y levantó la cabeza para mirar a su padre. No cesó de llorar hasta que él entró en casa.
-¿Por qué lloras? ¿Papá se ha enfadado contigo? -mientras le preguntaba, Yadira levantaba la mano para enjugar sus lágrimas
-No... -se limpió las lágrimas la chiquita.
La madre se sintió extraña, -¿Pues por qué?
Al oír la pregunta, frunció la boca y estaba a punto de llorar, -Papá me ha sonreído...
Yadira pensó que sus palabras fueron tapadas en la garganta, y no sabía cómo contestarla.
Esta era la primera vez que oyó que una niña se asustó por la sonrisa de su padre.
¡Qué especial era el señor Delfino!
Yadira casi estalló en risa, pero vio que Raquel estaba tan triste, le consoló, -Papá te ha sonreído significa que le gustas. Una cosa buena, ¿no? ¿Por qué lloras?
-Tengo miedo... -la niña se apoyó en los brazos de Yadira.
Yadira soportó la risa.
-¿Por qué tienes miedo? Debido a que le gustas, te ha sonreído.
Pero la niña lloró más fuerte.
Parecía que Yadira no conocía bien la manera de llevarse de ellos. ¡La sonrisa de Delfino podía hacer a Raquel llorar por susto!
Cuando ellas entraron en el salón, Raquel ya se había calmado.
Ella puso a Raquel en el sofá, luego buscó a Delfino.
La sirvienta sabía que ella estaba buscando a Delfino, pues se le acercó, -Señora, el señor Delfino está arriba.
-Bueno -le asintió con la cabeza, y dijo a Raquel-. Quédate aquí, mamá voy a hablar con papá.
-Bueno -la niña se sentaba en el sofá jugando el juguete.
¡Qué simple era la niña! Un momento antes había llorado fuertemente, ahora se olvidó totalmente.
Yadira fue a la habitación.
Cuando entró en la habitación, Delfino estaba cambiándose de ropa y justamente se había quitado los pantalones.
Yadira se volvió rápidamente, se quejó, -¿Por qué no cierras la puerta?
-Nadie se atreve a entrar en mi habitación sin mi permiso. Yo me cambio de ropa en mi habitación, ¿tú entras, que es mi culpa?
Se puso los pantalones y se le acercó lentamente, -Has visto mi cuerpo pero me reprochas. ¡Qué irrazonable eres, señora Dominguez!
Dio una mirada a Yadira, luego dio otra a Delfino. Sintió que ella era superflua.
Por lo tanto, la niña se levantó, y saltó del sofá, se llevó el juguete a otro sofá a jugar.
Las sirvientas también supusieron que ellos habían reñido, no se atrevieron a decir nada, pero rieron por los comportamientos interesantes de Raquel.
También no atrevieron a reír en voz alta, pues bajaron la cabeza para controlar la risa.
Yadira echó una mirada al hombre, y se volvió inmediatamente.
No quería verlo.
Delfino cruzaba los brazos sin expresión, que parecía muy glacial.
La sirvienta había preparado las comidas, pero no atrevió a llamar a la pareja. Se le acercó a la niña, -Raquelita, vamos a comer.
-¡Bueno!
Frente a las comidas, la niña seguía siendo muy positiva.
Bajó del sofá sosteniendo el juguete, y quería ir al comedor.
Pero la sirvienta le tocó ligeramente, -Raquelita.
Luego señaló a la pareja.
Raquel era inteligente, corrió hacia Yadira y le cogió de la mano. Le dijo con voz dulce, -Mamá, vamos a comer.
Aunque ella se enfadó con Delfino, le mostró una sonrisa a la niña, -Bueno.
Raquel volvió la cabeza para mirar a Delfino, y le dijo a regañadientes, -Comamos.
El hombre estaba a punto de contestarle, pero recordó que ella tenía miedo consigo. Le preguntó en tono más suave, -¿A quién llamas?
Le echó una mirada y luego le llamó con voz dulce, -Papá.
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