Yadira notó que Delfino la estaba siguiendo todo el tiempo.
“Si él quiere ir conmigo, está bien.” Yadira pensaba.
Sin embargo, Yadira permitió que Delfino le siguiera también porque ella no pudo deshacerse de él.
Entonces, los dos manejaron uno tras otro para llegar a la zona donde vivía Mariano.
Después de que Yadira se bajara, se puso de pie y esperó a Delfino.
Delfino se le acercó con la cara enfadada y le echó una mirada terrible.
-Vamos juntos -dijo Yadira, quien quería enfadarse, pero viendo la cara de Delfino, su enojo desapareció.
Delfino rio sarcásticamente y dijo, -¿Acaso crees que te acompaño para que visites a Mariano?
-No -dijo Yadira negando con la cabeza con sinceridad-, por supuesto que no me dejas ver a Mariano, por eso...
Yadira pausó, dio un paso adelante y tomó la mano de Delfino. Luego completó sus palabras,
-Vamos juntos.
-No... -contestó Delfino. Yadira cogió su mano y avanzó hacia el lugar donde habitaba Marino sin que Delfino terminara de hablar.
Como Yadira había vivido en la zona, el guardia de seguridad la recordó, por lo cual la dejó entrar directamente.
Una vez que estaban en la zona, Yadira sintió la presión ejercida por Delfino, la cual se volvió cada vez más fuerte como si él rechazara este barrio.
Sin embargo, eso no fue normal.
“Antes Delfino también se quedó en esta zona durante un tiempo. ¿Por qué la odia?” Yadira reflexionaba.
Los dos entraron en el ascensor juntos.
Sus siluetas se reflejaban en la puerta brillante del elevador, a través de las cuales Yadira vio la mala cara de Delfino.
Ella se sintió extraña, pero no le preguntó por qué.
El ascensor sonó y llegó al piso donde vivía Mariano.
Cuando se abrió la puerta del elevador, los dos casi dieron el paso y salieron del ascensor al mismo tiempo.
Ellos inconscientemente giraron la cabeza para mirarse el uno al otro, pero Delfino resopló y se volvió primero.
Viendo eso, Yadira también dio un resoplido.
Delfino creó problemas irrazonables él mismo, pero en aquel entonces, por lo que hizo él, pareció que Yadira se equivocó.
Quizá salvo él, no hubiera nadie más que pudiera armar lío sin razón, pero sin sentirse equivocado.
Ellos dos no se dijeron mutuamente y se dirigieron directamente a la casa de Mariano.
Yadira dio un paso adelante. Cuando estaba a punto de llamar a la puerta, Delfino, quien se puso de pie detrás de ella, aprovechando la estatura, extendió la mano para sujetar a Yadira por el cuello y la llevó atrás.
Yadira, quien se vio obligada a quedarse detrás de Delfino, se puso reacia e intentó superarlo. Por el contrario, Delfino agarró la mano de Yadira como si contara con un ojo en la espalda y tocó la puerta.
Si bien llamó a la puerta, nadie vino a abrirla.
Después de unos minutos, Delfino tocó otra vez la puerta, pero tampoco le respondieron.
Yadira se puso ansiosa y habló en voz alta, -Mariano, ¿estás en casa?
Al terminar de preguntar, se escuchó el sonido de abrir la puerta.
Luego, se abrió la puerta.
-Delfino -dijo Yadira para advertirle que no actuara impulsivamente.
Antes Delfino no le había dejado venir a Yadira, pero ahora fue él mismo quien no quiso salir.
Ella no entendió qué estaba pensando él.
-Claro que sí -dijo Mariano parándose de lado y haciendo un gesto de invitación-. Señor Delfino, pase por favor.
Después, Delfino cogió a Yadira de la mano y caminó hacia adentro.
Al entrar, Yadira descubrió que la habitación estaba un poco desordenada.
Otros objetos se depositaban más o menos arreglados, pero las cosas en la mesita se colocaban sin ningún orden, por ejemplo, las cajas de cartón y los vasos de agua.
Mariano era, de verdad, una persona muy organizada y siempre arreglaba muy bien su casa y tenía la costumbre de poner bien las cosas.
Yadira y Delfino se sentaron uno al lado del otro en el sofá y Mariano fue a la cocina para servirles agua.
Yadira le preguntó a Mariano, -¿Estos días estás muy ocupado?
-Más o menos -contestó Mariano.
“De modo que está atareado. Si no, sin duda, tiene tiempo para ordenar la casa.” Yadira pensaba.
Mariano les llevó dos vasos de agua y los puso delante de los dos respectivamente.
-Gracias -dijo Yadira. Levantó el vaso y tomó un sorbo de agua. Cuando giró la cabeza, vio que Delfino estaba observando el cuarto. Parecía que tenía mucha curiosidad.
Mariano se sentó ante ellos y dijo a Yadira, -Siento por preocuparte. La próxima vez, llevaré sin falta el teléfono.
Al escuchar lo que dijo Mariano, Yadira le contestó, -Esta tarde, fui a la Clínica Psicológica para buscarte, pero no estuviste allí.
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