Josefa no tardó mucho en servirle el agua, además, le trajo un pastel.
Los puso en la mesa, y pasó el agua a Yadira, -Veo que hay el pastel en el comedor, creo que te gusta. Lo hice ayer, y el señor Alfonso dijo que era bueno.
Yadira lo comió. El pastel no era muy dulce, pero blando.
Cuando levantó la cabeza, vio que Josefa estaba mirándola con los ojos llenos de esperanza. Le dijo, -Muy rico, ¡qué maravillosas manos tienes!
-Yo sé hacer muchos pasteles. Quédate unos días más aquí. Te los prepararé.
Josefa sonrió. Parecía muy linda y pura.
Pero Yadira no fue confundida por ese aspecto artificial.
Ella llevaba un día entero observando este lugar. En este chalé tan grande, salvo una sirvienta que administraba el patio y una para la limpieza, solo quedó Josefa.
Aunque Josefa estaba haciendo los quehaceres domésticos, pero ella era diferente con las sirvientas. En comparación con ellas, parecía ser más prócer.
Ella había dicho a Yadira que ella era igual con Alfonso, que había sido adoptada por el mismo hombre, por lo tanto, Alfonso nunca la tomó como una sirvienta.
Se despertó de su meditación y le contestó con seriedad, -Con tu buena cocina, ya no quiero salir. Temo que te moleste si me quedo aquí más tiempo.
Josefa se quedó más alegre, y dijo tomando la mano de Yadira apasionadamente, -¡Qué dices! Estoy sola. Ahora tengo una visitante, ¡no sabes qué alegre estoy!
Yadira echó una mirada a las mano estrechadas. Josefa se asustó, retiró la mano con timidez, -Perdóname, como me alegro mucho...
-No pasa nada -le sonrió Yadira-, ya es tarde, debemos descansar.
Josefa le asintió con la cabeza, -Buenos, descansa. Tengo que arreglar bien aquí.
Yadira regresó a su habitación.
En el salón, cuando Josefa limpió, oyó sonido de pasos de arriba.
Levantó la cabeza, vio que Alfonso se la fijaba tranquilamente.
Josefa se volvió a seguir su trabajo como si no lo hubiera visto.
Alfonso solo le lanzó una mirada profunda, luego se dirigió a la habitación.
***
Esta noche, Yadira no tenía buen sueño.
Al día siguiente, ella se despertó con los ojos morados. Se encontró con Alfonso en el comedor.
En su vida, solo había desayunado con Delfino y Mariano. Y ahora lo haría con Alfonso.
Este hombre contaba con una cara bastante similar a la de Mariano. Los dos no eran familiares, y ella solo sabía que él se llamaba Alfonso Magrina, y era el hermano menor gemelo de Mariano.
Para ella, Alfonso completamente podía ser un desconocido pero familiar.
Él la observó de arriba a abajo, le dijo, -Parece que no has descansado bien anoche.
Le objetó, -Aquí es un mal sitio, ¿no?
Sin embargo, en vez de enfadarse, él estalló en risa, -¿Acaso no sabes que eres sonámbula?
-¿Sonámbula? -un escalofrío corrió por su espalda, ya entendió de qué él se había enterado.
-Soy prudente, aprecio mucho mi vida. Incluso yo mismo no sé que aquí hay cuántas cámaras estenopeicas.
Alfonso ya se lo dijo claramente, nadie no podía entenderlo incluso el tonto.
Ayer ella había prestado atención a examinar si había cámara en el chalé. Debido a que no vio ninguna, había subido arriba para observar la situación de este lugar.
Al verlo, Josefa le aconsejó de inmediato, -Señor Alfonso, no lo he hecho muy fácil. Esta bebida es muy nutritiva. Mejor que lo bebas.
-No quiero beberlo -le echó una mirada-. Si lo has hecho difícilmente, bébelo.
-Señor Alfonso, tú... -parecía que se asustó por sus palabras, de repente no supo cómo contestarle.
Alfonso lanzó el cubierto en la mesa, se enfadó, -Afuera si no quieres beber. ¡Afuera!
La pobre chica tenía mucho miedo, mordió el labio y tomó la bebida, -No me alejes, por favor. Lo bebo.
Luego bebió aquella bebida vegetal.
Alfonso también no le hizo caso ni le dio una mirada, le dijo directamente, -Vete, no nos molestes.
Josefa salió con tristeza.
Yadira vio con los propios ojos todo lo que pasó, y enarcó la ceja, -Mariano es más caballero que tú.
-¿Él? -Alfonso despreció mucho, -Deja de compararme con aquel hipócrita.
Dio una tos. Yadira se atragantó con sus propia saliva.
¿Un hipócrita?
-¿Dices que Mariano es hipócrita? -sonrió irónicamente, -Pase lo que pase, él es mejor que tú.
Se enfadó, Alfonso le llamó indiferentemente, -¡Yadira!
Yadira no le hizo caso, echó una mirada a la puerta, luego le preguntó, -Anoche él me llamó por teléfono. ¿Dónde está?
El hombre cambió la cara, -¿Mariano?
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