Yadira apoyó las manos en la mesa, inclinándose ligeramente hacia adelante, -¿Dónde está?
Alfonso no le contestó, sino le dio una risa. Se levantó y se dirigió a la puerta.
La chica le alcanzó inmediatamente para detenerle, -Tengo que ver a Mariano, a pesar de solo un segundo. Pero tú no solo no me deja verle, sino que me haces quedar aquí. ¿Qué quieres hacer?
Según las palabras de Mariano, ella podía saber que Alfonso no le guardaba mala intención. En este momento y en este lugar solo habían ellos dos, por lo tanto, le mostró la duda.
Alfonso bajó la cabeza observándola. No se sabía qué estaba pensando, pero él todavía no le dijo nada.
Él se vestía un traje, adentro, una camisa. Sin embargo, era diferente a Mariano, Alfonso no abotonaba el primer botón. Aquel era psicólogo, cuando él trabajaba, se vestía el traje con corbata, que parecía muy serio y confiable.
Alfonso era libre y no le gustaba la atadura. Yadira levantó la cabeza para mirarle, y a lo largo de su cuello, de repente descubrió una cicatriz en su pecho.
Ella recordó que hacía tres años, cuando Mariano la había encontrado, había muchas cicatrices en su cuerpo, y después, cuando él se había hospitalizado, Yadira las había vuelto a ver.
¿En el cuerpo de Alfonso también había la cicatriz?
Hacía unos diez años, estos dos hermanos habían sido adoptados por un hombre a causa del fallecimiento accidental de sus padres, ¿no?
Normalmente, no llevarían una vida mala, ¿cómo era posible que dos hombres tuvieran tantas cicatrices?
Alfonso notó la vista de Yadira, bajó la cabeza y miró su propio pecho. Enarcó la ceja, -Señorita Yadira, ¿quieres seducirme para enterarte de dónde está Mariano?
Se quedó suspensa, le contestó en tono molesto, -¿Crees que todo el mundo es desvergonzado como tú? ¿En tu cabeza hay algún problema?
Al finales de las palabras, Yadira salió del comedor. El hombre mirando su espalda, de repente frunció fuertemente el ceño. Levantó las manos para tocar la cabeza, y en su cara, surgió una expresión bastante penada.
Retrocedió unos pasos involuntariamente y chocó contra la silla. Pero él estaba sufriendo el gran dolor de cabeza, y apenas podía mantener el equilibrio, finalmente se cayó en el suelo.
En el segundo siguiente, Josefa se le acercó corriendo, -¿Qué pasa?
Se acuclilló frente al señor para sostenerle.
***
Después de Yadira regresar a la habitación, se sentó en la cama y empezó a ordenar la cabeza.
Parecía que contaba con muchas pistas, pero cuando las consideró detalladamente, no podía sacar nada conclusión.
“¿Si debo llamar a Delfino?” pensaba.
Ella tenía que hablar y analizarlo con los demás.
Cogió el móvil, y encontró el número de Delfino rápidamente. Ella le llamó después de vacilar un rato.
Si Delfino le trató indiferentemente, ella podría decir que echó de menos a Raquel.
De hecho, ella extrañaba mucho a la niña.
El móvil sonó un segundo, dos segundo, tres segundo...
Debido a que nadie cogió la llamado, la cual sería colgada automáticamente.
Sin embargo, se cogió la llamada finalmente.
Yadira no esperaba que su llamada fuera cogida en el último minuto, ni estaba segura de que fuera Delfino o fuera Xulio, pues le dijo en tono tentativo, -¿Delfino?
-Sí.
Le contestó ligeramente.
Era una buena cosa para ella haber oído la voz familiar.
Yadira había pasado dos semanas en el país M. La última vez que había llamado a Delfino era los primeros dos días que había llegado aquí. De repente oyó la voz de él, se sintió un poco desconocida.
Cogía el móvil con una mano, agarrando la sábana involuntariamente con otra, -¿Qué estás haciendo?
Le contestó Delfino indiferentemente, -Estoy comiendo.
Sonó la voz de Raquel, -Papá, ¿con quién hablas?
Volvió a preguntó, -¿Con mamá?
Yadira mordió los dientes, -¡Delfino Dominguez! ¿Cómo puedes llevarla a comer el puchero picante?
-Pedí un ligero para ella.
-¿Pues por qué ella dice que es picante?
-Ella no lo comió, solo probó un poco.
-¡Pues ella de veras lo comió!
Delfino no dijo nada, de repente se quedaron en silencio.
Un buen rato después, Delfino le preguntó, -¿Cuándo volverás?
Al final de las palabras, le volvió a decir inmediatamente, -Raquel te echa mucho de menos.
-¿Y tú?
Delfino, -¡Vaya!
Yadira perdió la confianza en sí misma.
Ella salió sola sin prudencia, ahora no solo no logró nada proceso, sino que se metía en un gran enigma. Incluso tuvo que pedir ayuda a Delfino.
¡Qué embarazosa!
Esta vez, Delfino también era la persona que rompió el silencio, -¿Ha visto a Mariano?
-No, ayer examiné en el chalé, descubrí que solo Alfonso Magrina vive aquí, los demás son guardaespaldas y sirvientas. Todavía no veo a Mariano, y anoche...
Cuando quería decirle que anoche ella había cogido la llamada de Mariano, Delfino de pronto le preguntó extrañamente, -¿Te quedas con Alfonso Magrina, un hombre soltero?
Yadira estaba callada.
Sonó la voz furiosa de Delfino, -Yadira, antes de mañana por la noche, tienes que surgir en la Ciudad Mar. De lo contrario, ¡asume la consecuencia!
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