Apenas oyó llamarlo a Delfino, Xulio se precipitó a caminar hacia su cuarto.
Vino frente a él y le preguntó en voz baja, -Señor, ¿qué pasa?
-Ha empezado Mariano -mientras decía, sin dar pausa a los pasos, se encaminaba afuera.
La expresión de Xulio cambió en el instante en que lo supo.
-Ahora mismo llevo a personas para allá.
Al llegar a la entrada de la villa de Mariano bajo la oscuridad y escalofrío, ellos vieron reunirse ahí a un grupo de personas, y también vio dos coches estacionados allí, lo que parecía que estaban a punto de salir.
Ante tal situación, Xulio fue adelante a rodearlos con sus hombres.
Un hombre, como jefe del grupo, miró a Delfino.
-¿Qué quiere hacer usted, Señor Delfino?
Delfino lo miró sin mostrar emoción en el rostro y dijo con una voz fría, -¿Dónde está Mariano?
-Claro que está durmiendo ahora, ¿en qué sitio podría más estar?
Debiendo de haber sido ordenado, el hombre le respondió de manera expedita y rápida, sin siquiera un menor cambio en sus ojos.
Pero Delfino solo se rio con frialdad, entró con otros directamente.
-¡Qué haces!
-¡Parad! ¡Aquí no es lugar en que podéis irrumpir casualmente!
Incluso querían detener a Delfino, pero ¿cómo sería posible lograrlo?
Se dirigió adentro con pasos rápidos, ignorándolos en absoluto.
Lo protegían a su lado Xulio y los guardaespaldas, aquellos hombres no pudieron acercárselo de ningún modo.
Los subordinados de Mariano tuvieron que mirar sin remedio entrar a él.
Y lo desigual a la situación exterior era que el interior de la villa reposaba en el silencio profundo, en que no había ni una sirviente, ni el aire acondicionado funcionando.
-¡Registrad!
Delfino se paró en el salón descampado, cuyo rostro mostró tanta tenebrosidad que casi iba a integrar con el paisaje nocturno exterior.
En ese momento, un guardia corrió hacia él y le informó, -También encontramos unos coches detenidos en la entrada trasera.
Al oírlo, Xulio se volvió y lo miró, pero Delfino solo sacó el teléfono, sin decir nada.
Xulio dijo después de pensar, -Señor, iré allá primero con algunos hombres.
Siguiendo callado, Delfino encontró un puntito rojo de posicionamiento en la pantalla con el móvil en la mano.
Eso aún estaba localizado en el interior de la villa.
Le vino a la mente el mensaje que Yadira le había enviado de solo unas palabras, pero la mitad de ellas era para recordarle que tuviera que recoger a Raquel.
Se puso más estrecha involuntariamente la mano en la que sostenía el teléfono, luego subió las escaleras tras dar la vuelta.
Solo conocer el estudio de Mariano no significaba que esa villa le fuera poca familiar a él.
Los recientes dos días iba aquí, no solo por el fin tan simple como irritar a Mariano, sino que también había enviado a su hombre que obtener la imagen clara de la distribución de esta villa.
Sobre todo, la distribución del cuarto de Yadira y Raquel, la tenía muy clara.
En virtud de las memorias, Delfino se dirigió rápido hacia la habitación de Raquel.
Justo cuando llegó al tercer piso, oyó una explosión de crujidos.
Era… ¡el sonido de algo ardiendo!
De pronto giró la cabeza y descubrió que se extendían las llamas por el otro lado del pasillo.
Según el mapa trazado por los subordinados, Delfino sabía que allá estaba una sala de vidrio, donde plantaban las flores, y que, a través de ella, estaba la habitación de Raquel.
En cuanto a las cosas después de que él consiguiera eso, ¿quién más podría enterarse de adónde, y hasta dónde la llevaría Mariano?
Pero en este momento no tuvo más tiempo en preocuparse de eso.
Debido a que el fuego se iba cada vez más fuera, sería difícil decir si podían o no salir vivos Delfino y Raquel.
Los guardaespaldas tomaron nuevamente unas mantas empapadas. Xulio cogió una de ella.
-Vosotros seguidme, y el resto quedados aquí para apagar el fuego.
Terminado de hablar, irrumpió adentro con la manta sobre la cabeza.
***
En el sótano.
Mariano, sentado en el sofá, tomaba el té relajadamente.
Yadira se sentó frente a él, sin expresión y mirándolo fijamente.
La expresión de Mariano mostró nada más que tranquilidad, y ella no pudo de ninguna manera encontrar la más mínima información desde él.
Él parecía muy confiado en su plan esta vez.
Habían llevado un largo lapso aquí, por transcurrir el tiempo, Yadira se volvió más preocupada.
Mariano era bueno en actuar con buenos cálculos. Tal hombre debía haber considerado todas personas intervenidas y todas cosas posibles.
Así, este asunto no era tan sencillo como lo revelado por la superficie.
-No te quedes tan nerviosa. Toma el té.
Mariano sirvió una taza de té con la mano tendida frente a ella, con mucha serenidad.
Pero Yadira no quería tomarlo ahora, ni siquiera fue a tocar la taza.
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