Mariano vio a ella ni siquiera tocar la taza, no se sintió enojado, sino que se apoyó hacia atrás con una posición más cómoda, cruzando las piernas y mirándola de reojo.
-Yadira, te recuerdo una cosa, será inútil por lo muy preocupada que estés ahora, ya que aún no ha llegado Delfino aquí, se puede ver quién es el ganador entre él y yo.
Después de hablar eso, dio una pausa y le observó con los ojos entrecerrados la reacción.
Su expresión al fin mostró un cambio sutil al ver permanecer a ella en la cara la quietud e insensibilidad.
Se retiró la emoción expresada en el rostro y su tono también se volvió levemente frío.
-Puedo darte una oportunidad más de que tú puedes tomar la elección. Y todavía es válido lo que te he dicho, después de todo… somos las personas más adecuadas para la pareja.
Le respondió ella directamente con frialdad, -No necesito considerar más, ni creo que seamos adecuados.
Mariano se quedó atónito por un instante, y al siguiente momento respiró profundo, tendió la mano para arreglar sus bocamangas, y dijo en el tono suave pero sombría, -Déjala callarse, no quiero escuchar hablar a ella ahora.
Yadira apenas reaccionó y vio caminar hacia ella a Josefa antes de poder entender lo que quería decir él.
-Tú…
En el siguiente segundo, Josefa le dio un golpe al cuello y luego Yadira se cayó en el sofá.
En el momento antes de desmayarse, Yadira pensaba vagamente que resultó que esto era el significado de lo que decía Mariano.
***
Sin saber cuánto tiempo estaba en coma, aún se quedaba en el sótano al despertarse otra vez.
Estaba acostada en el sofá, sin manta ni edredón sobre ella. A pesar de la calefacción funcionando aquí, sintió un escalofrío.
La visión se iba volviendo más clara.
La primera cosa que irrumpió a su vista era la lámpara suspensa, luego el sofá, por último, Mariano y Josefa parados no muy lejos de ella.
Josefa charlaba con él, con la cabeza levemente alzada y Mariano levantó la comisura de los labios, como una sonrisa.
Pero su tal sonrisa hizo a Yadira sentirse transida de escalofrío, y recobró de inmediato la conciencia.
Mariano le informó a Josefa algo más, luego la cara de esta se puso un poco sombría, pero aún asintió con la cabeza.
Después, él se dirigió hacia Yadira.
Yadira se sentó en el sofá, mirándolo alerta.
-Josefa ha usado demasiada fuerza, perdónala.
Él fue a sentarse junto a ella, y tendió la mano intentando tocarle la cara.
Pero Yadira inclinó la cabeza hacia atrás, lográndose evitar su mano.
Mariano miró su mano aún suspendida en el aire, aturdido por un rato, pero pronto se calmó.
-Estás bien que ya te despiertes, así podemos salir ahora.
Ella no estaba segura de cuán tiempo había dormido, ni sabía a qué hora era. Pero según la situación del sótano, Delfino todavía no podía encontrar este lugar.
Josefa también se les acercó y la miró sin simpatía.
-Caminas tú misma, ¿o quieres que te ayude yo?
Yadira se puso en pie sin responderla, señalando que quería caminar ella misma.
Ella lanzó un sonido de desdén, luego fue al frente para dirigir el camino.
Los llevó atravesando durante mucho tiempo en el sótano, finalmente ella se detuvo frente a una puerta de hierro. Con solo un gesto de la mano, los subordinados fueron a abrirla.
La puerta era tan espesa que dos hombres se esforzaron mucho para abrirse.
No obstante, solo con un paso adelante, su muñeca se atrapó por alguien.
Se volvió y vio la cara seria de Mariano.
-¡Me has prometido que dejarás viva a Raquel!
Con la otra mano suelta indicando la villa en llamas, su voz estaba un poco temblada.
-¿Esto para ti es el dejarla viva? Mariano, yo nunca esperaba que pudieras tomar medida tan cruel. Si le pasara algo mal a Raquel, ¡jamás te dejaré en paz!
Frente a su reproche, Mariano seguía tranquilo.
-Si dejara viva a Raquel, ¿Delfino me trataría lo mismo? Y una cosa más que dijiste se equivoca, si Raquel realmente muere allá, no puedes culparme sino a Delfino. Es por él, quien es incapaz de protegeros y hace morir a tu hija, ¡todo es su culpa!
Yadira se mordió los labios, temblándose de ira, de repente levantó la mano y dio una bofetada a su cara.
Su movimiento vino de manera tan brusca que Mariano se quedó con descuido por un tiempo y solo pudo aguantar.
Yadira, llena de odio y enojo, había agotado todas fuerzas en esta bofetada, con la que la mitad del rostro de él en seguida se enrojeció.
-No pongas excusas por tu propia maldad. Si insistes en decir que es la culpa de Delfino, pues ¡su culpa es que no es tan cruel como tú! -terminada de hablar con rencor, Yadira intentaba quitar su mano.
Pero Mariano le agarró la mano tan fuerte que ella finalmente no lo logró.
La tez originalmente muy sombría de él por la bofetada, tras oír sus palabras, se volvió más horrible.
De pronto él soltó su mano, por lo que Yadira se cayó en el suelo por no mantener el equilibrio.
Los guijarros en el suelo generaron unas heridas en su brazo.
Sin embargo, Mariano mostró indiferencia ante esto. Se quedó de pie frente a ella, mirándola hacia abajo y con desdén.
-Yadira, no me obligues.
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