Yadira miró fijamente a Delfino con una mirada complicada. Parecía estar en estado de shock, o simplemente permanecía tranquila.
Después de un rato, Yadira dijo:
—De acuerdo, ya veo.
Luego, se levantó y fue al baño. Al mismo tiempo, Delfino recogió sus palillos y continuó con su almuerzo.
Yadira se quedó un buen rato en el baño. Se dedicó a autoexaminarse.
Para ella, Delfino siempre fue un hombre poderoso. Era tan poderoso que nada le parecía imposible.
Por lo tanto, Yadira pensó naturalmente en él cuando ordenó todos los hechos.
Nadie puede hacer esto al mismo tiempo, excepto Delfino. Sin embargo, él lo negó con firmeza.
Ni siquiera pudo encontrar nada inusual en su mirada.
Tras permanecer un rato en el baño, Yadira abrió la puerta y salió.
Pero Delfino seguía con su almuerzo. Comía muy despacio.
Yadira echó un vistazo a lo lejos y comprobó que la mayoría de los platos se los había comido él.
¿Tenía tan buen apetito últimamente? ¿Pero cómo podía perder tanto peso con tanto apetito? ¡Esto era extraño!
Yadira se dirigió hacia Raquel y la ayudó a abrir el nuevo juguete.
Al cabo de un rato, cuando Yadira se volvió hacia el comedor, Delfino había dejado de comer. En su lugar, se puso de pie en la mesa y comenzó a recoger aquellas fiambreras.
La comida estaba básicamente consumida y el resto había que tirarlo. Había muchos platos. Naturalmente, las cajas se amontonaron.
Atenta, Raquel se dio cuenta inmediatamente de que Delfino había terminado su comida.
—Papá, ven a ayudarme. No puedo montar este juguete.
—Espera un momento —Delfino echó un vistazo y dijo—. Primero tiraré esto.
Después de eso, salió con esas cajas.
—¿Te duele?— Raquel recordó que el hombro de Yadira estaba herido.
—No —Yadira respondió, pero Raquel frunció los labios y susurró— Lo siento....
Yadira se sorprendió:
—¿De qué te arrepientes? No has hecho nada malo.
—Estás herido. Pero igual le pedí a papá que almorzara con nosotros. No puedes cocinar....
—Tu padre envió a alguien a entregar la comida. Yo no cociné.
Yadira se quedó sin palabras. No esperaba que Raquel fuera tan sensible. Ella realmente pensó en esto.
Pero Raquel se limitó a negar con la cabeza:
—Lo siento....
Yadira pretendía decir algo mientras sonaba el timbre de la puerta.
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