Delfino se quedó atónito y luego dijo:
—Comeré cuando estés dormido.
—He dormido durante mucho tiempo. Ahora no tengo sueño y no puedo dormirme —mientras Yadira decía esto, extendió la mano y empujó a Delfino—. Ve a comer ahora.
Delfino seguía sentado junto a la cama, inmóvil:
—El médico ha dicho que debes descansar mucho.
Yadira resopló y fingió estar enfadada:
—¡Si sigues haciendo esto, me enfadaré!
Delfino la miró un rato y asintió:
—Bueno, iré a comer.
Su obediencia sorprendió a Yadira.
Cuando Delfino terminó de hablar, se levantó y se dirigió al comedor. Como era una sala VIP, había una cocina y un comedor dentro. Era como una suite. Era espacioso y tenía todo dentro.
Delfino se dirigió a la puerta y miró hacia atrás. Era sólo una pequeña distancia, pero seguía mirando hacia atrás.
Yadira no pudo evitar reírse.
«¿Estás asustado?»
Antes de que Yadira pudiera seguir pensando, escuchó el sonido de unas ruedas rodando.
Levantó la cabeza y vio que Delfino empujaba una pequeña mesa de comedor móvil a través de la puerta.
—Tú...
Yadira abrió la boca, sin saber qué decir.
Delfino empujó la mesa de comedor móvil hacia su cama. Se sentó al otro lado de la mesa y pudo ver a Yadira al levantar la vista.
Después de sentarse, explicó ante la mirada sorprendida de Yadira:
—Es demasiado aburrido comer solo.
«¿Así que empujas la mesa aquí para que yo sólo pueda mirar pero no comer?»
Yadira hizo un mohín y dijo:
—Durante los días anteriores a mi despertar, ¿empujaste la pequeña mesa del comedor para comer frente a mi cama?
Delfino no dijo nada y bajó la cabeza para comer.
Sabía que la mayoría de las veces, cuando no respondía directamente a la pregunta de Yadira, ésta tomaba su silencio como una aquiescencia. Sin embargo, Yadira sólo estaba herida físicamente y su mente estaba clara.
Al segundo siguiente, una voz familiar sonó a su lado:
—Estoy aquí.
La voz de Delfino estaba un poco ronca, y era evidente que le había despertado Yadira.
Yadira se movió y sintió que su mano era sostenida por Delfino.
Delfino apretó el agarre y su voz se volvió enérgica. Le preguntó a Yadira:
—¿Por qué estás despierta?
Se levantó y encendió la lámpara de la cabecera. La cálida luz amarilla se iluminó, rompiendo la oscuridad de la habitación.
Yadira entrecerró los ojos y dijo con un toque de somnolencia:
—¿Qué hora es?
Delfino le acarició el pelo y con la otra mano cogió el teléfono de la mesilla:
—Es la una y media. Es temprano.
Yadira le miró y dijo:
—Echo de menos a Raquel.
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