Delfino hizo una pausa y colgó el teléfono, diciendo:
—Raquel está durmiendo. Vendrá a verte mañana.
—Bien —Yadira respondió y volvió a cerrar los ojos.
Intentó mover la pierna, pero no pudo.
Delfino dijo que tenía las piernas entumecidas porque llevaba demasiado tiempo tumbada.
***
Pasada la medianoche, Yadira estaba medio dormida y empezó a soñar.
Podía sentir que cada vez que se movía, la persona que estaba a su lado la alcanzaba y la acariciaba.
Cuando amaneció, fue la primera en despertarse.
Abrió los ojos y quedó en trance por un momento. Se dio la vuelta y vio que Delfino seguía durmiendo, así que se tumbó tranquilamente en la cama sin moverse.
Al cabo de un rato, llamaron a la puerta.
La sala VIP era una suite. Había una sala de recepción fuera de la sala, por lo que el sonido de los golpes era mucho menor.
Delfino estaba excepcionalmente atento. El sonido era muy bajo, pero aun así se despertó.
Lo primero que hizo fue comprobar cómo estaba Yadira. Al ver que Yadira estaba despierta, le preguntó:
—¿Por qué te has despertado tan temprano?
Yadira se giró para mirarle:
—He dormido demasiado.
Delfino le acarició la cabeza y se sentó. Se inclinó y le besó la frente.
—Iré a abrir la puerta.
Entonces se levantó de la cama y salió.
Yadira le miró y alargó la mano para pellizApoloe la pierna. No sintió nada cuando la pellizcó ligeramente. Sólo sintió un poco de dolor cuando pellizcó más fuerte.
Estaba un poco deprimida. No supo quién llamó a la puerta, pero Delfino volvió pronto.
Después de ir al baño y terminar de asearse, Delfino cogió agua para Yadira.
Cuando probó la toalla para limpiar la cara de Yadira, ella giró la cabeza y dijo:
—Lo haré yo misma.
Delfino pudo sentir el mal humor de Yadira. Frunció ligeramente el ceño, pero al final, dijo:
—Bueno.
Cuando entró, estaba contenta, pero después de mirar a Yadira durante un rato, rompió a llorar de repente.
—Mamá...
Raquel se acostó frente a la cama y comenzó a llorar. Lloraba a mares.
Yadira se quedó asombrada, y entonces preguntó asustada:
—¿Por qué lloras?
Raquel lloró tanto que se atragantó:
—Tengo tanto miedo de que mueras...
Al oír esto, Delfino se acercó y vio que tanto la madre como la hija tenían los ojos rojos. Yadira tenía los ojos rojos y se le salían las lágrimas, mientras que Raquel lloraba con fuerza.
Sin expresión alguna, Delfino alargó la mano para agarrar el cuello de Raquel. Con una mano, la levantó y la colocó en una silla a su lado. Luego dijo con cara fría:
—Deja de llorar.
Raquel miró a Delfino que apareció de repente y eructó. Hizo un mohín y dejó de llorar.
Al ver esto, Yadira gritó:
—¡Delfino!
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