Al día siguiente.
Cuando Yadira se despertó, ya eran las nueve de la mañana. Se estiró para buscar su teléfono, pero descubrió que no estaba allí.
Justo en ese momento, Delfino salió del baño. Al ver que Yadira buscaba en la cama, le preguntó:
—¿Qué pasa? ¿Qué buscas?
—Mi teléfono —Al oír sus sonidos, Yadira se volvió para mirar a Delfino, diciendo:
—¿Lo ves?
Delfino se acercó y dijo:
—Te ayudaré a encontrarlo.
Buscó en la cama y en el suelo, pero no lo encontró.
Entonces levantó la cabeza y preguntó:
—¿Recuerdas dónde lo pusiste anoche?
¿Dónde puso el teléfono anoche? Yadira lo pensó detenidamente, pero la memoria le falló.
Por un momento se quedó sin saber qué hacer. Entonces, levantó la cabeza y le preguntó a Delfino:
—¿Dónde puse el teléfono anoche?
Delfino frunció ligeramente las cejas y respondió:
—Sí.
Yadira lo miró y murmuró:
—No me acuerdo —Y luego pensó un rato y sacudió la cabeza, diciendo:
—No lo recuerdo.
¿Y qué le dijo a Delfino anoche? Tampoco lo recordaba. Nerviosa, Yadira se apoyó la frente con las manos:
—¿Por qué no me acuerdo?
A Delfino se le fue el color de la cara, sacó su teléfono y llamó a Xulio.
Sumergida en su propio mundo, Yadira no tenía idea de lo que Delfino le dijo a Xulio.
Después de la llamada, Delfino se dio la vuelta y vio a Yadira todavía sentada en la cama, tan perdida y en blanco, como una niña.
Al ver a Yadira así, Delfino sintió angustia.
Tragó con fuerza y su voz era ronca:
—No te lo he dicho. Claro que no lo recuerdas.
Preguntó Yadira con inseguridad:
—¿Es así?
—Sí —Delfino asintió y la ayudó a arreglarse el pelo—. Lávate y luego desayuna, ¿vale?.
Yadira asintió:
—Sí.
Después del desayuno, Delfino llevó a Yadira a la calle. Cuando se dirigieron a la puerta, Yadira vio que Xulio estaba allí.
Xulio le hizo una ligera reverencia. Parecía que todo estaba igual que antes.
Delfino le pedía a Xulio que le hiciera recados. Cuando ella y Delfino salían, Xulio siempre estaba en la puerta esperándolos.
Cuando Xulio abría la puerta del coche, Delfino llevaba a Yadira al coche.
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