Matrimonio Forzado romance Capítulo 23

Kalil.

No quiero parecer intenso preguntándole cosas, ni tampoco dando rienda a las palabras que me ha dicho Alinna, no puedo anteponer sus dudas y sus supuestas sospechas antes que mi propia esposa, la reina de Angkor.

Necesito confiar en ella.

—Tienes ese derecho, no estás obligada a estar en mi presencia si así no lo quieres. Creo que he sido claro contigo, conmigo las cosas no se darán a la fuerza, Saravi.

Su rostro me demuestra que está preocupada, de hecho, mis palabras la han puesto más nerviosa de lo que estaba. Quisiera saber si el motivo de su nerviosismo es a causa de Alinna, o de otra cosa por la cual deba preocuparme.

No voy a quitar el hecho de que ella no debe sentirse cómoda con la presencia de Alinna en el palacio, y más aun sabiendo lo que Hanna me dijo sobre Saravi. Ella sabe que tuve una relación con Alinna en el pasado, aún sigue pensando que hay algo entre nosotros. Entiendo que eso no debe tenerla nada contenta, y, sobre todo, porque sé que los sentimientos de Saravi pertenecen a otro hombre.

Aún tengo esa confesión muy fresca en mi mente. ¿Quién era el hombre?, era un enigma para mí…

Sé por consecuencia que el hecho de estar íntimamente no implica que haya cambiado todo, sé que ella debe estar muy confundida ahora, pero su comportamiento me demuestra que algo debe sentir por mí, y eso lo aprovecharé al máximo. Quiero y estoy dispuesto a luchar por el amor de Saravi, estoy preparado a cambiar su errónea forma de pensar, que aún no entiendo de dónde fue inculcada.

—No estoy diciendo que lo haga por compromiso, Kalil —pronuncia disculpándose—. Solo necesitaba un momento. No es fácil para mí, que ella esté aquí…

—Saravi —corto de inmediato su argumento—. Alinna es solo una amiga, una amiga de la familia, nos conocemos desde niños te lo repito de nuevo, no pienses cosas diferentes, por favor… confía en mí y en lo que te digo.

Sus ojos se abren dejándome atontado ante su forma de expresarse, ella es tan espontánea que cualquier cosa que siente, se le nota. Es imposible que yo crea ciertas las palabras de Alinna, Saravi no puede estar involucrada en nada parecido. Es absurdo.

No mi Saravi.

Tomo la iniciativa y me acerco a ella tanto, que la hago retroceder unos pasos. No me dejo apabullar por su rechazo o su miedo, y continúo dando un paso más, tomando su rostro delicadamente.

—Solo vino a pedirme ayuda en algunas cosas de ella, personales —miento—. Tiene algunos problemas, por eso la viste tan agitada.

Ella asiente lentamente entre tanto observo como moja sus labios, lo que hace que no pueda resistir la tentación de tocarlos con los dedos, para posteriormente ver como se estremece ante mi hecho.

Y eso, eso me encanta en sobre manera.

No espero ni un segundo más y atrapo su boca con la mía, hundiéndome en ella con tanta ansia como esta mañana, tomándole el cuerpo profundamente hasta acercar cada parte de ella a la mía, queriendo tomarla aquí mismo sin importar qué.

La respuesta de Saravi me enloquece al punto de perderme de la realidad, al besar lentamente sus labios, al sentir su dulce y suave lengua y abandonarme en su aroma dulce que tanto me embriaga. Definitivamente estoy irremediablemente perdido en esta mujer.

Lentamente me voy despegando, luchando conmigo mismo, con mi bestia interior que me pide a gritos que la haga mía. Pero la cordura y el entendimiento de que con ella no debo actuar de esta forma, me hacen centrarme en el momento de que ahora mismo estamos en una reunión.

Sus ojos se abren lentamente observándome con sus labios tan rojos como el carmesí, su mirada está tan brillosa que no dejo ni un segundo de mirarle.

—Kalil…

Dios… no sigas hablándome así o perderé la paciencia.

—Volvamos a la sala, venía a buscarte porque ya deben estar sirviendo la cena. En cualquier momento aparecerá alguien buscándonos —digo con una sonrisa en mi boca contagiándola a ella también.

—De acuerdo… ¡Pero, por favor!, luego de la cena quisiera hablar contigo, es algo… importante —dice quitando toda la gracia—. Es muy serio lo que necesito hablarte. Y urgente.

Algo en su tono o en sus palabras logran preocuparme. Pero de lo contrario asiento haciéndola sentir segura.

—De acuerdo —acepto besando su mano—. Vamos entonces.

La cena transcurre con naturalidad, la mirada de Alinna fijamente trata de ponerme algo tenso ante su presión, necesito hablar con Hanna acerca de este asunto, necesito saber cómo manejar el tema de Alinna y de que ella deje el palacio lo más pronto posible. Ahora mismo necesito tener cabeza fría ante todas las amenazas que he recibido y que muchos no saben que han pasado.

Estoy convencido de que no puedo confiar en mucha gente aquí. Necesito tener la plena certeza de que pongo el pie en el cuadro correcto al menos hasta desmantelar a los rebeldes y dejarlos sin fuerza alguna.

¡No seguirán reprimiendo al pueblo!, y si ellos quieren comenzar un enfrentamiento, no me quedara la menor opción que corresponder a su llamado; aunque muy tontos son si van a medirse con el ejército de la monarquía. Porque por más sublevación que haya y retiradas, no creo que sea un grupo lo suficientemente grande como para enfrentar a una tropa que tiene años desarrollándose.

Creo más bien que es una estrategia fija lo que tiene el grupo ayatolá, lo que no he logrado descubrir, es cómo piensan inmiscuirse en el reino para causar tal herida, que tanta confianza les ha generado hasta ahora…

Saravi.

La tensión de mis hombros es insoportable. Estoy sentada tan recta y con una sola mirada fija, en la mano de Kalil reposando en la mía, mientras que en la mesa se desarrolla una conversación particular acerca de Angkor.

Aunque han pasado solo minutos desde que entré del jardín al salón para comer, me han parecido largas horas. Si bien Kalil trató de tranquilizarme con sus palabras y su dulce tacto, aún siento un desespero enorme en el pecho, junto las inmensas ganas de sacarlo de aquí para decirle ahora mismo lo que está sucediendo.

Esto sumado a la ansiedad de mi cuerpo por abrazarle y pedirle que me perdone, de interpelar a su buen juicio para que después de todo lo que deba confesar, pueda no admitirme una condena tan dura para mí y mi familia. Todo ello por traicionar a nuestra nación, por traicionar la corona y por traicionarme a mí misma.

Entonces recuerdo las palabras de Hanna.

La impotencia me llena el cuerpo entero, el rápido latido hace que mi pecho suba y baje sin tener el menor control. Kalil me observa de vez en cuando con el ceño fruncido, interrogante, preguntándose el porqué de mis manos frías y sudadas y el porqué de mí mismo temblor en ellas.

—Pasado mañana podríamos ir si la reina está dispuesta; sería una enorme alegría para el pueblo —la voz de Fais vuelve a meterme en la cena, ya que sus palabras se han dirigido a mí.

Una sonrisa forzada, casi imperceptible es gestada por mí hacia él asintiendo lentamente. Pero el silencio de todos observando y esperando si diré una respuesta, me obliga a involucrarme rápidamente.

—Mi rey —digo observando a Kalil—. El vizconde ha sugerido una excelente idea en este tiempo de agravio a nuestro país. Iremos por jornadas a las villas y a diferentes partes del pueblo, eso tranquilizará a la gente y les dará un poco más de confianza.

Kalil sonríe agradado ante mis palabras, tomando mi mano para llevarla a sus labios, besándola.

—¡Me parece una buena idea! —expresa mientras yo giro en dirección a la mesa y encuentro la mirada penetrante de Alinna.

Mi sonrisa se borra por completo.

Deslizo la mirada al puesto de Hanna, quien me sonríe alentando a que mantenga la compostura y que no dé interés al hecho.

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