Matrimonio Forzado romance Capítulo 32

Saravi.

Sin poder controlarlo, el llanto sale de mí sin reparo, ¿por qué? ¡¿Por qué?!

Unas manos cálidas se unen las mías, mientras agachado centra su mirada en mí con el ceño fruncido —y preocupado—. A pesar de su rabia, a pesar de su decepción, hay cierta preocupación en el rey ante mi inestabilidad.

—Ven, levántate del suelo —dice tratando de acomodar mi cuerpo junto al suyo.

Entonces yo niego varias veces queriendo hundirme más, quisiera que la tierra se abriera y me tragara de una buena vez. Eso quisiera.

—No… —logro pronunciar casi en susurro—. Déjame aquí, yo pertenezco aquí Kalil. Yo pertenezco a estar en suelo.

Los sollozos salen cada vez más fuertes de mi boca, y yo no hago ninguna acción para minimizarlos. De forma automática Kalil termina por derrumbarse en suelo para tomarme en sus brazos, envolviéndome en ellos. Su pecho sube y baja agitado mientras aprieta mi cuerpo hacia él.

Esto debe estar siendo un tormento para él, pero su esencia le impide que me haga un desplante.

—¡Por favor! Haz que pague con mi vida todo lo que he hecho, hazlo lo más pronto posible, yo no merezco nada. ¡No lo merezco!

—¡Ya basta, Saravi!, ¡Por favor! ¡No digas nada más! —expresa él, apretando más su cuerpo al mío.

Por unos minutos, solo por ese momento recibo su abrazo como lo mejor que pueda ocurrirme en la vida, como una forma de refugiarme por unos segundos para ser comprendida de alguna manera; pero luego, luego recuerdo que no soy yo la víctima y me separo de golpe. Seco mis lágrimas a pesar de que mi garganta está comprimida hasta el cansancio. La mirada del rey es confundida, sin entender mi comportamiento, y yo me levanto lo más rápido que puedo.

Él imita el gesto.

—Te pido por mis… —me freno de inmediato recordando que mi madre ha cometido una falta imperdonable. Pero ahora mismo no puedo hablar de eso—. Te pido por mis padres, y por Nadia, mi dama. No sé dónde está ella —una mueca se forma en mis labios ante la tristeza que me embarga por no tenerla conmigo—. Ninguno de ellos debe pagar por mis culpas…

Parece que el rey ha enmudecido, no sale una palabra de él, una tensión apremiante se le nota en todo su cuerpo junto con su mandíbula apretada.

—Y solo quiero hacerte una última pregunta —vuelo a decir acercándome un poco a su distancia.

—¿Cuál?

—¿Mishaal Rezhac?, ¿es el mismo hombre que le hizo daño a Hanna?

Sus ojos se abren como quien no esperaba que yo tuviera dicha información.

—Sí… El mismo.

Aunque ya había deducido la información, necesitaba comprobarlo, necesitaba que terminaran de aniquilar la poca confianza que tenía en él. Pero aún me faltaba una espina.

—¿Crees que haya planeado todo esto sabiendo que yo sería tu esposa? —mi voz sale más insegura de lo normal.

—Puede ser… pero te diré que… —respira pensando si decir o no lo que va a decir—, por sus acciones y algunos hechos que hemos visto, puede que tenga… Interés en ti. Sus palabras en las notas anónimas son muy personales.

—Sí, lo recuerdo —respondo tratando de sonar más tranquila. Ya no quiero que él me vea débil—. Entonces estoy lista.

—¿Lista?

—Sí, no debemos perder más tiempo. Si usted puede, majestad, reúnase con su equipo, no sabemos en qué momento me vengan a buscar y es necesario que podamos llevar a cabo un plan.

Mi manera de llamarlo y mi cambio de actitud lo han dejado petrificado, su mirada está tan fija en mí que no sé si en cualquier momento logre derrumbarme nuevamente. Pero por mi parte trataré con todas mis fuerzas de no demostrar una debilidad más, no para con él. Y no porque no lo merezca, al contrario, sé que el rey tiene sentimientos por mí y por respeto a ellos he decido ayudarlo a no hacerlo parecer débil, ni tentarlo a desistir de lo que yo realmente merezco.

Kalil suelta el aire contenido y se acerca acortando toda la distancia. Sus gestos adolecen ante mi cercanía, y como por sorpresa toma mi rostro y lo acerca tanto que nuestros labios se rozan, por acción inmediata mis ojos se cierran de golpe ante el estremecimiento que me provoca.

La respiración se me entrecorta entre cada segundo, trato de abrir mis ojos lentamente, ya que él, solo tiene pegada su frente con la mía.

Y es allí donde mi existencia termina por caerse en pedazos.

Su rostro está bañado en lágrimas mientras de forma tormentosa besa mi frente lentamente. Lo que más me mata es que no dice una sola palabra.

De un momento a otro se despega dejando un espacio tan vacío entre nosotros que un hueco se comienza a formar en mi pecho.

—Por la noche la mandaré a llamar para que esté presente y escuche lo que vamos a hacer —dice sin mirarme caminando a la puerta—. Esté alerta a cualquier situación, estoy seguro de que la mandara buscar con alguien más.

Toma la manilla decidida a salir y unas fuertes ansias me estremecen por completo.

—¡Espere! —Digo exaltada mientras él solo gira la cabeza para verme—. Hay algo que no le dije…

—¿Qué es?

—Usted… ha sido el único hombre que me ha tocado… Y eso no fue en sacrificio de alguna causa, eso fue porque lo quise así. Yo… lo amo.

Por el contrario de lo que pensé, parece que mis palabras le hubiesen enfurecido, de un golpe cierra la puerta y ya no logro verlo más…

***

Kalil.

El atardecer está cayendo por completo, solo unos pocos rayos de sol son percibidos por algunos árboles lejanos que se inquietan ante la ventisca de aire que se ha instaurado desde hace una hora.

Parece que la misma naturaleza pudiera describir las emociones que están atormentándome la existencia, parece que el silencio que se ha instaurado en el palacio luego de mi reunión, ha sellado cualquier sonido del reino.

Solo reuní a los necesarios, Basim, Hanna y Fais. No quise involucrar a mi madre, porque ella parece tener una rencilla declarada con Saravi, y no la culpo. Umar, por el contrario, ya no dice nada, las objeciones que tenía para con mi esposa se han esfumado de la noche a la mañana, como si otra cosa le aquejara.

Como si algo fuera más importante ahora que nuestro país.

Decidí por no enfrentar a Saravi frente a ellos, decidí porque yo mismo le comunicaría el plan a seguir, sin embargo, me pesa a toneladas de kilos dejarla ir, así como así. Sin ignorar que ella va a correr peligro en todo momento y sin ignorar por supuesto que estará justo al lado de mi peor enemigo.

Paso el trago forzado maldiciendo bajo por el dolor intenso que tengo en la garganta, ese que se extiende hasta mi pecho y hace aquejar todo mi cuerpo para luego insertarse en lo profundo de mi alma no dejándome vida alguna.

—Alteza —la voz de Basim se esparce por la habitación.

—Estoy aquí —digo más para mí que para él.

Sus pasos se escuchan predispuestos, sin querer ahondar mucho en la situación. Entonces cuando llega al balcón toma una silla y se deja caer mirándome fijo.

—¿Qué ocurre…?

—Pensé que ya había ido a hablar con ella —responde expectante.

—Pediré que la traigan aquí.

—¡¿Qué?!

Alzo mi mano para que se calme.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado