Saravi.
Su mirada es intensa, tan intensa que logra desnudarme completa con solo sostenerla. Hay una lucha en él, aquella que pelea por dar lugar a la razón o dejarse llevar por su corazón.
Yo no he tenido reparo alguno, yo quiero estar con él, porque no sé qué me deparará el futuro de ahora en adelante, no sé si volveré a ver su rostro ni a sentir esa boca en la que me he hecho adicta.
De forma desesperada vuelve a juntar su boca con la mía, prácticamente comiéndola, agobiado por no tener suficiente solo con juntar nuestras lenguas, como si no soportase un centímetro más de distancia entre nosotros.
Yo devuelvo todos los gestos que puedo, necesito entregarme como nunca. Lo deseo así.
Sin razonar lo despegó un poco de mi cuerpo creando una terrible frustración en él, pero al contrario coloco mis manos en su pantalón para darle un aviso de que comenzaré yo misma a desnudarlo.
No puedo creer ni yo misma lo que hago, no puedo entender como saqué el valor después de todo lo que ha pasado, pero me niego a irme de aquí sin decirle adiós, me niego a no tener un último momento con el hombre que me ha arrancado el corazón del pecho, para adueñarse de él para siempre.
Kalil deja que desabroche su pantalón mientras trata de controlar su agitación, mis manos son torpes y tiemblan más de lo necesario, de un momento a otro el rey pierde la paciencia, apartando mis manos para terminar por apretarme hacia la pared de la habitación, sin haber quitado su pantalón y con la camisa medio abierta.
Sus labios presionan los míos con hambre a la vez que con sus manos rasgan de forma desesperada mi vestido; pero termina por alzarlo, llevándolo hasta mis muslos para introducir sus manos dentro de él.
Un sonido es arrancado de mi boca al sentir sus manos frías quitando mi ropa interior mientras me besa con fiereza. Kalil pronuncia unas palabras, pero mi estado de conmoción es tal, que no entiendo bien su significado.
Entonces por un segundo se separa de mi boca y fija sus ojos en mi rostro, la intensidad que emana me hace tan débil que en cualquier momento creo que parará, y eso me asusta. Entonces de forma lenta y agradable entra en mí, arrancándome un sonido de mi garganta.
Por acto propio mis ojos se cierran.
—No… —Dice tocándome la boca con sus dedos—. No cierres los ojos.
Su cuerpo comienza a moverse de forma exquisita, como nunca y de forma inigualable. Sus brazos se posan en la pared mientras que yo me sostengo en una solo pierna rodeando su cintura con la otra. Toco todo su cuerpo, grabo en mi piel, su piel. Aspiro su aroma y saboreo todo lo que puedo de él.
Me pierdo, me pierdo en él, en su mirada, en sus manos, en nuestro mundo. Uno que yo misma me quité de las manos, uno que extrañaré para siempre.
El éxtasis se apodera de mí, la espiral ya conocida comienza a hacerme perder la cordura y parece que Kalil sabe lo que me está pasando. De forma inmediata toma mi cintura, colocando mis dos piernas arriba para apretarse aún más a mi cuerpo. Sus embestidas comienzan a hacer más rápidas llevándome al borde de la locura. Entonces su voz ronca junto a la mía expresa el clímax que experimentamos a la vez, abrazándonos el uno al otro mientras nuestros cuerpos tiemblan por el acto.
«Dile que lo amas, ¡díselo!» reclama mi mente.
Kalil hunde su rostro en mi cuello. Entonces el estremecimiento se apodera de mí nuevamente cuando con sus labios succionan mi piel. Se despega y va hacia el centro y vuelve y hace lo mismo que el anterior, va al lado contrario, y succiona la piel de mi cuello nuevamente.
A pesar de que acaba de hacerme suya, a pesar de que mi cuerpo convulsionó como nuca, siento que mi deseo por él es interminable. Toda mi piel se eriza hasta que por fin tengo su mirada encima de la mía.
No tengo más opción.
—Te amo… —digo con toda la valentía sosteniéndole la mirada.
Observo cómo su garganta pasa un trago y sus ojos se agrandan. Mis palabras sin duda lo han tomado desprevenido.
—Saravi… —dice mirándome tristemente—. Yo…
Y por supuesto, un sonido de estruendo nos corta el momento, incluso pensé por un momento que había sido a unos metros donde está el baño. Sin embargo, mis mejillas se tiñen por completo cuando giro en dirección del rostro de Kalil, y veo a Basim pálido junto con Hanna en la puerta.
Kalil me baja de inmediato de su cuerpo y de forma apresurada arregla su ropa a medio quitar, entre tanto no tengo remedio que bajarme el vestido tratando de tapar la parte delantera de mis pechos que está medio rasgada.
—Pero, ¡¡¿qué es esto?!! —pregunta Kalil con la ira contenida ante la intromisión.
—¡Hermano! —exclama Hanna insegura con varias lágrimas derramadas—. Han invadido varias aldeas en el centro de Angkor, varios heridos y algunos muertos…
¿Qué?
—No… —susurra el rey cambiando de expresión a horrorizarse.
—Y varios guardias muertos, señor. Parece que están formando una trifulca para… para el rapto de la reina.
Basim habla de forma tan cruda, que el estar apretando mi pecho para tapar mi desnudez no es lo único que me hace sentir avergonzada. Sus palabras literalmente están siendo arrojadas con desprecio.
—¿Cuántos pelotones enviaste? —pregunta el rey mientras se va acomodando en medio de la habitación.
—Veinte, alteza. También debemos enviar un equipo médico para las personas y tomar un lugar para los heridos. El hospital del centro de Angkor no será suficiente.
El rostro del rey decae ante las noticias. Sin duda alguna debe estar pensando que nuestro acto fue una pérdida de tiempo, que la situación se salió de sus manos y debe estar sufriendo en arrepentimiento por lo que acaba de pasar.
Aprieto duramente la tela en mi pecho a la vez que reúno las fuerzas necesarias; no debo dejarlo ver débil, no puedo hacerlo.
—Entonces debo irme —digo rompiendo el silencio—. No demorarán en venir por mí.
Solo me dirijo a él, solo le observo sin importar lo que puedan pensar los demás de mí. Entonces luego de soltar las palabras Kalil alza su mirada sin saber qué decir, presionado por el deber y su corazón.
Y eso me destroza. No quiero verlo así, no quiero que él tenga que escoger porque no hay nada que elegir aquí. Angkor está primero. Nuestra gente está primero.
—Saravi… —dice Kalil en susurro como una súplica.
—¡Hermano! —explota Hanna con ira—. ¡Es hora de que vayas con Basim!, la gente nos necesita.
Pero él no deja de mirarme. Y yo decido por acercarme a su lado para hacer una reverencia dispuesta a retirarme hasta el momento en que encaro nuevamente su rostro y escucho un susurro muy bajo, casi imperceptiblemente que es exhalado por él:
—Saravi… Mi amor…
Casi por inercia doy vuelta, pasando por el lado de Hanna y Basim, pero sin mirarlos. Mis ojos están nublados en lágrimas, unas tan espesas que duelen y arden al derramarse. No lo soñé, no fue una ilusión. Kalil me dijo mi amor, y con ello me ha estremecido la existencia.
Camino como el viento, sin saber a dónde ir, con las inmensas ganas de volver y abrazarlo, de quedarme junto a él para siempre y construir un mejor futuro para Angkor.
No sé cuánto tiempo pasa, lo único que sé es que entre más mi llanto da rienda suelta, más mal me siento, es como si nada pudiese empeorar. ¿Cómo un momento tan mágico que viví con Kalil, pudo cambiar en cuestión de minutos?
Poco a poco las lágrimas van cesando y un pesado sueño me arropa de repente.
Un jaloneo constante me hace despabilar y sentarme de golpe, entonces veo la mitad de un rostro encapuchado que me hace señas para que no haga ruido alguno.
—Es hora de irnos —alerta en susurro.
Me levanto tomando mi bolsa, pero este coloca su mano en la mía negando.
—No llevaremos nada.
—Pero… ¿Y como haré para…?
—Tendrá lo necesario, solo confié en Mishaal.
¿Confiar? ¡Jamás! Nunca más confiaré. No en él.
Asiento siguiéndole la cuerda, llevando a cabo a detalle el plan elaborado y repasando varias veces en mi cabeza todo lo que tengo que hacer.
Me agacho rápidamente buscando la bolsa pequeña donde Kalil colocó los instrumentos cuando me explicaba; “dentro de ella hay unas tinturas de color para ir arrojando por el camino. Estas son diminutas, pero cuando caen en el suelo su polvillo se extiende creando así un círculo. Esto con el propósito de ir dejando rastro de su ubicación”.
Solo podré arrojarlas en la noche, ya que al amanecer podrían darse cuenta de su existencia.
Solo tengo diez, y deberé usarlas inteligentemente para que ciertos kilómetros estén asegurados con respecto a mi ubicación. No sé si esto sirva de ayuda, no tengo la estrategia militar que parece ser un éxito en la mente de Kalil, yo solo llevaré a cabalidad sus órdenes para que esta tragedia acabe lo más pronto posible.
Sin duda alguna capturar al líder de Ayatolá logrará desarmar todo el grupo entero.
—¿Qué es eso? ¡Le dije que no llevara nada!
—Algunas joyas que me dio mi padre —respondo algo asustada. Y aunque parte de esto era verdad él podía cerciorarse de ello.
Yo había puesto algunas joyas que papá me regaló, esta sería una manera de escurrirme ante su contenido real. Cuando Kalil me preguntó dónde podía guardarlas, pensé en esta pequeña bolsa donde guardaba algunos regalos de mi padre.
La nostalgia me invade de inmediato al recordar su rostro decaído y atormentado, justo cuando lo echaron del palacio tenía pintado en su semblante la desesperanza dándome una larga mirada de dolor.
—Entonces guárdela bien y vámonos ya —dice el hombre sacándome del recuerdo mientras se asoma por la puerta para ver por fuera.
Solo que el hombre no sabe que nadie estará vigilándonos, y espero que no sospeche.
—Venga, es hora de salir.
Mi pecho se contrae, y solo doy un vistazo a lo que queda del palacio, porque hoy le diré adiós a todo esto y a mi verdadero amor.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado