Un jeep de color verde militar avanzaba por el sinuoso camino montañoso. La mujer que estaba sentada en el interior del vehículo sostenía su estuche de maquillaje mientras retocaba su imagen ante el espejo. La cara reflejada era hermosa y delicada.
Su fino brazo descansaba en la ventana del auto, su cabello oscuro recogido detrás de la oreja dejaba ver su pequeño lóbulo adornado con un diamante. Sus cejas estilizadas ostentaban una curva suave y sus ojos ligeramente entrecerrados parecían destilar un halo de primavera, eran vivaces y encantadores. Cansada del viaje, bostezó y sus ojos se humedecieron ligeramente, se veía encantadora.
Sus labios dibujaban una curva perfecta, el tono naranja encendido de su labial realzaba aún más la blancura de su piel, y aunque sus ojos semicerrados destilaban un encanto seductor, en el fondo de su mirada se reflejaba una claridad...
Había conseguido un lugar en el mundo del espectáculo gracias a ese aire seductor, pero puro que la caracterizaba.
El sonido de su celular la molestó y colgó con impaciencia.
La pantalla mostraba notificaciones sin abrir de Twitter y de varios sitios de videos.
"Se sospecha que la estrella en ascenso Macarena está embarazada, fue vista en una clínica para un control prenatal".
El oficial al volante la miró de reojo.
Realmente era hermosa.
El auto pronto llegó a la zona militar, pasó el puesto de vigilancia y, tras una hilera de frondosos árboles, rodeó la plaza y los barracones y se dirigió hacia la parte trasera.
"Ya llegamos, Srta. Garza", dijo el oficial con una sonrisa.
"Gracias".
"No hay de qué, Srta. Garza. Baje, el anciano la ha estado esperando".
Macarena agarró su bolso y salió del vehículo. Los altos árboles bloqueaban el sol y ella entrecerró los ojos mientras caminaba directo hacia un edificio residencial con patio.
"La señorita ha llegado, el anciano fue a la casa de la familia Ybarra a hacer una visita, iré a llamarlo enseguida".
Macarena observó el coche deportivo de color dorado elaborado a mano estacionado frente a la casa de la familia Ybarra con los ojos entrecerrados.
"¿Ha venido nieto de la familia Ybarra?", preguntó Macarena con una sonrisa.
"Sí, dijo que vendría a pasar unos días".
"Hace tiempo que no veo a ese pequeñín, iré por mi cuenta".
Dicho eso, Macarena saltó la baja valla y entró en el patio de la familia Ybarra.
"¡Guau, guau!". De repente, un gran perro blanco salió corriendo de la casa y se lanzó sobre Macarena.
La tomó por sorpresa y la tumbó al suelo.
"¡Guau, guau!". Su cara fue inmediatamente lamida por el perro.
"Pepito, aléjate", dijo Macarena. El perro pertenecía a Nacho de la familia Ybarra. Ella solía visitar y ya estaba acostumbrada a él, pero no recordaba que hubiera crecido tanto.
"¡Pepito!", detrás de ella sonó una voz infantil y Pepito rápidamente se apartó de Macarena, quien se levantó del suelo, su ropa estaba cubierta de barro.
El niño de unos cuatro años tenía la piel suave y su cabello estaba peinado meticulosamente hacia atrás, su frente lisa y bonita estaba al descubierto. Cuando sonreía, aparecían dos encantadores hoyuelos, era muy parecido a Macarena, lo que hacía que ella le tuviera un cariño especial.
Nacho frunció el ceño y la examinó de arriba abajo, luego se giró y se adentró en la casa.
"¿Qué pasa, Nacho, estás enfadado?". Macarena se sacudió el polvo de la ropa y lo siguió.
"Ustedes los adultos siempre están ocupados", se quejó con un tono amargo.
"Pero si justamente vine a verte", le dijo Macarena y lo levantó en brazos, "dame un beso".
"No quiero".
"Vine varias veces, pero tú no estabas, el abuelo Ybarra dijo que habías empezado el jardín de infante".
"Podrías haber ido a mi casa a verme".
"Eso no estaría bien".
No era sólo un hombre.
Era un hombre desnudo.
Su cuerpo era musculoso, tenía líneas definidas y un tono de piel saludable. Sus músculos no eran exagerados, se notaba que era un hombre que se ejercitaba regularmente, incluso su clavícula era delicadamente perfecta. El agua de la ducha seguía cayendo, resbalando por su hombro y delineando contornos perfectos.
La mirada de Macarena bajó hacia el pecho...
¡Bueno! Muy firme.
Los abdominales...
Probablemente tenía abdominales bien marcados.
Más abajo...
¡No era de buena educación mirar!
El hombre se envolvió rápidamente con una toalla alrededor de la cintura, frunció el ceño mientras la examinaba.
Cualquier mujer hubiera gritado, pero ella, sin inmutarse, continuó mirando y no apartó la vista.
"¡Fuera!".
La voz del hombre era ronca, poderosa y cortante como una cuchilla, partió en dos las fantasías de Macarena.
Ella lo miró fijamente, sus ojos eran idénticos a los de Nacho.
Ese hombre...
¡No podía ser otro que Dante Ybarra!
El linaje de la familia Ybarra se remontaba a cien años antes de la fundación del país, tenía ancestros que fueron personajes de alto rango. Después de la independencia, la familia produjo dos generales con glorias militares, y su descendencia y discípulos eran innumerables.
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