Después de salir de la familia Boriga, Fernanda iba al suburbio de la Ciudad Mar en autobús.
El autobús se detenía frente a la zona de villas, Fernanda se bajaba del autobús y se dirigía a una villa con familiaridad.
Aquí era donde ella trabajaba durante las vacaciones de verano, el dueño de la villa era un hombre cojo, Fernanda había sido como ayudante aquí durante casi dos meses y solo se encontraba al hombre por dos o tres veces.
Entraba en la villa como de costumbre y preparaba barrer el piso y limpiar la mesa, pero escuchaba un ruido fuerte provenía de la esquina de las escaleras.
Fernanda se sorprendía.
Miraba hacia arriba, veía a un hombre tendido en el suelo, y acurrucado, detrás de él había una silla de ruedas volcada.
Fernanda se apresuraba a ayudarlo.
Aunque no se había visto frecuentemente, al ver la silla de ruedas, pensaba que el hombre debería ser el dueño de esta villa.
Pero cuando ella se acercaba, el hombre decía con frialdad, -No vengas.-
No le gustaba que otros lo tocaran.
Fernanda se sorprendía y la mano preparada para ayudarlo se detenía.
-Señor Isidro, ¿está bien?-
El hombre se encontró con la mirada preocupada de Fernanda, apoyaba las manos en el suelo con cuidado, tratando de recostarse en la silla de ruedas, pero sus piernas débiles hacían que volviera a caer al suelo.
Se golpeaba la pierna con fuerza, sus ojos se llenaban de disgusto.
Fernanda no podía verlo más, a pesar de la obstrucción del hombre, lo ayudaba a volver a sentarse en la silla de ruedas.
Isidro olía una fragancia corriendo por su nariz, la mano suave de la chica tocaba sus hombros, y se esforzaba para ayudarlo a volver a sentarse en la silla de ruedas, él quería enojarse, pero después de ver la pura sonrisa en el rostro de la chica, la ira disminuía inmediatamente.
-Señor Isidro, ¿está herido?-
Isidro se negaba con la cabeza sin decir nada cuando escuchaba sus palabras.
Al ver su mirada solitaria, Fernanda sentía lástima inexplicablemente, por lo que decía algunos chistes para hacerlo feliz.
Aunque el hombre no se reía, sus ojos estaban llenos de ternura.
Cuando Pedro Guzmán entraba, veía esta escena.
-Señor Isidro, sus piernas definitivamente mejorarán.-
…
Después de que Pedro se iba, solo Fernanda e Isidro se quedaban en la villa.
Fernanda estaba limpiando la villa mientras pensaba si podría pedirle préstamo al señor Isidro.
Pensando en esto, ella miraba al hombre que estaba sentado quieto en la silla de ruedas.
En toda la tarde, el hombre estaba sentado al lado de la ventana, mirando el paisaje fuera de la ventana en silencio, su rostro era inexpresivo y no decía una palabra.
Fernanda estaba sorprendida y no podía evitar acercarse a él.
La frase que quería decir, que esperaba el señor Isidro pudiera prestarle dinero, pero ahora no podía decir nada.
Después de mucho tiempo, el hombre parecía sentir el acercamiento de Fernanda, y decía suavemente, -¿Qué pasa?-
Fernanda se ponía cada vez más nerviosa cuando se le preguntaba, se agarraba con fuerza su ropa, decía en voz temblorosa, -Se... señor Isidro... ¿Le puedo pedir préstamo...-
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