—¿Qué, te has conocido? —Luna captó el significado de las palabras de Celia y miró a Alberto con sorpresa.
—Sí, el año pasado fui a jugar a un casino en Las Vegas y me robaron la cartera, fue el señor Alberto quien me rescató e incluso me invitó a una copa, nunca tuve la oportunidad de agradecérselo.
Celia sonrió y giró la cabeza para mirar de nuevo a Sergio y Dulce, ligeramente aturdida, y se acercó amablemente a saludar a los dos.
—Sergio, este...Dulce, mucho tiempo sin verte.
Sergio sonrió y miró provocativamente a Alberto.
—Sí, Celia, asegúrate de tener éxito en tu cita a ciegas de hoy, Alberto es un joven talento con una carrera exitosa, así que date prisa.
—Depende del destino, no te molestaré comprando —Celia sonrió y se dirigió a Luna—, Señora, mi padre y los demás también están aquí, están en el café de arriba, principalmente porque mi madre quiere conocer a Alberto.
—Bien, vamos, Alberto —Luna dio un tirón.
—Dulce —Alberto no se movió y miró fijamente a Dulce y gritó.
—Alberto —La cara de Luna cambió, bajó la voz y dijo apresuradamente—, Déjame un poco de respeto, no lo olvides, eso es todo lo que quiero.
La expresión de Alberto fue recuperando la calma, lanzó otra mirada a Sergio y siguió a Luna en dirección al ascensor.
Sólo después de ver alejarse a ese gran grupo de personas, Dulce pudo volver a respirar. Realmente no le gustaban esas mujeres de la familia Sánchez, como tampoco les gustaba a ellas...
Sergio tiró de Dulce en dirección contraria y le susurró,
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Chica Melifluo