Sergio la siguió y la vio con el ceño fruncido y preocupada, no pudo evitar preguntarle:
—Dulce, ¿de qué tienes miedo? ¿Te golpeó?
Tan pronto como la palabra "golpear" salió, él le agarró la mano y tiró de ella hasta los ojos, mirándola de arriba a abajo. Y descubrió que había marcas de besos en su hombro, excepto por su cuello y un poco de nieve ligeramente expuesta ... No había signos de palizas.
El corazón de Sergio estaba lleno de sentimientos desagradables, cuando llamó anoche, Dulce estaba en casa de Alberto.
—Sergio, he reservado una mesa, date prisa.
En la entrada principal, Rafael, que llevaba una camisa de rayas oscuras, los saludaba.
Dulce lo reconoció, esa noche ella estaba trabajando en un trabajo casual vendiendo alcohol en el club, y el hombre estaba con Sergio.
—Ve tú, yo me voy a casa, puedes darle estos zapatos a tu novia —Dulce le entregó la bolsa de papel en la mano y le dijo en voz baja.
—Entonces te acompañaré, Rafael, yo no voy, ve tú —Sergio hizo un gesto con la mano a Rafael y miró a Dulce—, Dulce, ¿a dónde quieres ir?
—No voy a ninguna parte, por favor déjame callar un rato —Dulce dijo en voz baja y se dio la vuelta para salir por la puerta.
—Dulce, ¿te gusta Alberto? Aunque no puedo estar seguro de cuál es su relación contigo, estoy absolutamente seguro de que no tiene buenas intenciones, mira esa mirada en los ojos de su madre, los asuntos de tu familia... y ¿por qué está Felipe con Susana?
—Bueno, Sergio, sé que te preocupas por mí, eso es todo, no te metas —Dulce le interrumpió y aceleró el paso.
Sergio miró consternada su espalda y preguntó incrédula,
—Dulce, ¿por qué? ¿No puedes siquiera darme una oportunidad?
Rafael murmuró y se alejó, Sergio se quedó en la puerta y esperó hasta que ya no pudo ver la figura de Dulce. Luego levantó la mano, miró la bolsa de papel en su mano con una sonrisa irónica, lo pensó, todavía lo llevaba, y salió del centro comercial.
Después de vagar sin rumbo durante un rato, Dulce llegó a la entrada de una floristería, donde las rosas ocupaban un lugar destacado y los girasoles estaban en una esquina. Entró y compró un ramo de girasoles para ver a su madre y a su padre en el mausoleo.
No le quedaba mucho dinero para comprar un buen lugar para la tumba de su padre en ese momento, y tuvo que mantenerlas alejadas, una al sur y otra al norte.
El autobús se alejó de la estación y entró en el camino Mar, donde ella había estudiado. Frente a la puerta de la escuela, había estudiantes riendo alegremente y corriendo a grandes zancadas.
Su frente se apoyó en la ventana mientras observaba cómo se atenuaba un poco la luz del sol.
De repente, el coche dio un bandazo y su frente se golpeó con fuerza contra la ventanilla, y el dolor fue tan doloroso que casi derramó lágrimas. ¡Esta mierda de carretera, no ha sido reparada en años!
Mientras se frotaba, una mano se acercó por detrás de ella y le entregó un pañuelo húmedo.
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