Mi Chica Melifluo romance Capítulo 138

Susana y Celia charlaron alegremente, desde la ropa de diseño, pasando por las estrellas de cine, hasta el café, Susana también era realmente una chica muy habladora y coqueta, divirtiendo al presidente Campos y a su esposa.

—La señorita Susana es muy guapa, es una pena que tenga novio, si no mi familia Cesar Campos tendría una oportunidad.

La señora Campos levantó la taza de café que tenía delante y miró a Susana con aprecio. El anillo de piedras preciosas de color verde oscuro que llevaba en el dedo estaba ribeteado con un círculo de magníficos diamantes, que realzaban sus ricas y benditas manos.

—La tía es bonita y encantadora —Susana inclinó la cabeza y dijo con una sonrisa.

Las largas cejas de Alberto se torcieron y se volvió para mirar a Susana. Si estaba disgustado, su mirada sería muy severa, y Susana no se atrevió a crear más problemas, así que bajó apresuradamente la cabeza y se bebió el café.

—Alberto, hay un musical esta tarde, tú y Celia irán a verlo —Cecilia se apresuró a sacar los billetes que había preparado hace tiempo y se los entregó a Alberto.

—Ven —Luna sonrió y asintió, acariciando suavemente el brazo de Alberto.

Alberto se levantó y asintió al presidente Campos y su esposa,

—Lo siento, iremos primero entonces.

—Bien, diviértanse —La señora Campos tenía una sonrisa en la cara y estaba llena de alegría. Un hombre como Alberto era raro y era un yerno con el que estaba muy contenta.

Sin decir mucho, Alberto se dirigió a grandes zancadas hacia el ascensor, Celia le siguió hasta llegar a él, entonces sonrió y dijo,

—No quieres quedarte quieto y querer irte, ¿verdad? Yo también.

El automóvil acaba de ingresar al Centro de Bella, y de repente vio a Dulce y a Fernando acercándose sigilosamente al ascensor.

«¿Por qué Fernando está con Dulce? ¿No se fue Dulce con Sergio?» Detuvo lentamente su coche y observó a los dos que se dirigían al ascensor. Después de pensarlo, aparcó su coche y los siguió en silencio.

Por la pantalla, el ascensor se detuvo en el cuarto y sexto piso respectivamente. Alberto pensó por un momento que había una cafetería en el cuarto piso y un hotel en el sexto...

Arrugó el ceño, pensando que no debería ser un hotel, Dulce no tuvo las agallas para hacer eso, y Fernando no sería tan solapado.

Subió a su propio ascensor especial y se dirigió a la cuarta planta.

Fernando estaba de pie al final del pasillo, hablando en voz baja por su teléfono móvil, sin rastro de Dulce. Se acercó y le dio a Fernando un suave toque en el hombro.

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