La sala se quedó muy tranquila. Alberto sacó su teléfono y miró la hora. Era la una y media.
«¿Cuándo va a venir?»
«¿Por la noche?»
Tiró el libro y se puso a trabajar en su ordenador.
«¿Cómo es que aún no es de noche?»
El Restaurante Océano Azul.
El restaurante estaba decorado en tonos azules. Había un piano blanco en el centro de la sala y un hombre con una camisa beige estaba tocando. La luz suave le ilumina.
—Es raro ver a un actor masculino interpretando esta canción en el restaurante.
Alina entró con Dulce. En cuanto escuchó la música, levantó las cejas y miró al hombre.
Dulce reconoció al instante que era Sergio. Se detuvo y preguntó a Alina con consternación:
—¿La persona que nos invita a cenar es Sergio? ¿Por qué no me lo dijiste?
—Quiero darte una sorpresa.
Alina tiró de ella hacia dentro.
A Dulce le dolía la cabeza.
«¿Por qué no se puede apagar el entusiasmo de Sergio?»
Ellas se detuvieron junto al piano. Sergio recogió una rosa rosa colocada sobre el piano y se la entregó a Dulce.
—Es para ti.
—Alina, aquí tienes.
Dulce caminó directamente hacia el otro lado.
Sergio realmente dio la rosa rosa a Alina. Sonrió y dijo:
—Por favor, ayúdame.
—Dulcita, ¿qué estás haciendo?
Dulce miró a su alrededor y sólo entonces se dio cuenta de que el ambiente era extraño.
—¿Por qué estás sentada entre la pareja?
Sergio se río.
Dulce se sonrojó de repente. Se levantó apresuradamente y dijo:
—Alina, lo siento.
Las parejas no podían trabajar en la misma empresa, por lo que ellos habían ocultado que eran pareja. Cuando Sergio fue a la empresa a encontrar a Dulce la última vez, Gonzáles fue por casualidad a tomar las llaves de Alina, y Alina le pidió que guardara el secreto.
Dulce se sonrojó y tenía que sentarse al lado de Sergio.
—Dulcita, ¿te enfadaste de nuevo? Te doy una disculpa.
Sergio sólo estaba bromeando, y al ver que ella se miraba a él, se apresuró a servirle el té.
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