Mi Chica Melifluo romance Capítulo 60

Dulce se apresuró a salir del piso, sólo entonces se dio cuenta de que había estado apretando los puños con tanta fuerza que las uñas le habían agujereado las palmas.

Ya estaba anocheciendo.

A su izquierda había un pequeño parque, una salpicadura de rojo residual untada en diagonal contra la pared blanca frente a ella, una pequeña ventana tallada de la que asomaba la cabeza una rosa, ardiente y fragante.

El sonido de las sirenas y las risas de la gente pasaron por delante de sus oídos, y el mundo bullicioso la dejó fuera.

Se paró frente al rosal y lo miró durante mucho tiempo. Por primera vez, no quería volver a la villa, no quería ver a Alberto que él podría aparecer en cualquier momento y la insultaría de la forma más primitiva...

La primera vez que lo vi, tuve que llamar a Alicia, que tiene un amigo que es detective privado y tiene un amplio círculo social.

Aunque existía el riesgo de que Alberto lo supiera y provocara su ira, Dulce debía saber con quién estaba tratando.

El precio del hombre no era bajo, así que Dulce tuvo que pagar la mitad del depósito por adelantado.

No tenía otro sitio al que ir que a la villa. Desde la distancia, no había ninguna luz en la villa. Tomó un largo respiro y aceleró el paso, subiendo por el bulevar que llevaba a la villa.

Su padre compró un chalet en la parte superior de esta zona para disfrutar de la paz y la tranquilidad. El viento se detuvo y los árboles se callaron, no se oyó ni un ruido, y las farolas amarillas proyectaron una luz apagada sobre la carretera, una masa de luz, densa y tenue.

De repente, se fijó en una rosa en el camino, con las espinas podadas.

Al mirar hacia adelante, había una rama cada dos o tres metros, que se extendía hasta la parte delantera de su casa. Un poco sorprendida, las recogió, una a una, y nueve de ellas se convirtieron en un ardiente ramo en su palma.

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