Mi esposa abogada: ¡Estás arrestado! romance Capítulo 83

Por primera vez en tanto tiempo que llevaba trabajando en el Grupo Romero, había sido víctima de una mujer, lo que para él era insoportable.

—Hola, director Vargas, Pablo.

Maira se mostró bastante tranquila y sonrió suavemente.

—Sé que no han tenido elección en lo que ha pasado hoy, así que no seguiré con este asunto y espero que podamos vivir en paz en el futuro. Al fin y al cabo, todos trabajamos para el jefe, así que ¿por qué complicarnos las cosas? ¿No lo creen?

Pretendió ser una buena persona, tratando de resolver el conflicto con ellos dos.

Un amigo más era mucho mejor que un enemigo más, y definitivamente entendía una verdad tan simple.

—Sí, tiene razón. En el futuro, viviremos en paz y deseo que podamos cooperar bien.

Pablo, que había conseguido librarse del castigo, se dio cuenta de la gravedad de la situación y, por tanto, apreció y agradeció mucho que le excluyera la responsabilidad.

—Qué cobarde.

Xavier, en cambio, un alto ejecutivo de la empresa, perdió todo su orgullo por el comportamiento de su colega, así que ¿cómo sería bueno con ella?

Pero a Maira no le importó y entró al despacho.

Finalmente, el asunto se calmó. Ella no salió del trabajo hasta la noche y llamó a Renata en cuanto salió de la empresa.

—Renata, ¿cómo van las cosas por tu parte?

Maira se sentía muy tranquila dándole permiso para ocuparse del dinero.

—Señora Mendoza, todo va bien, puede venir a ver.

—Está bien, confío en ti. Han pasado muchas cosas últimamente, así que también necesitas descansar.

Renata se encargaba del diseño y la decoración de la empresa, así como contactar con un antiguo compañero de la empresa en la que habían trabajado, Alejandro Rubio.

Pero Maira no podía dar la cara ahora, o solo se empeoraría si Modesto y Hugo se enteraban de la situación de su empresa.

Si lo hubiera sabido, ella no hubiera hablado de esto delante de Taina. Ahora Maira la sentía como una bomba que podría revelar los secretos de su empresa en cualquier día.

—Entendido, Señora Mendoza, ya pedí a alguien que me ayudara, así que no estoy cansada.

—Bien, eso es bueno.

Tras colgar el teléfono, Maira volvió a su piso para lavarse y se tumbó en la cama haciendo una videollamada a Yani.

Era temprano en la mañana allá, donde Yani terminó de limpiarse y se sentó en la mesa a comer un sándwich.

—Buenos días, mami.

Yani, vestida con un vestido blanco de organza y con dos trenzas, se veía guapa y encantadora por su delicada piel blanca y sus rasgos destacadas, igual que su madre.

—Cariño, ¿me echas de menos?

—¡Claro! Ayer soñé contigo.

—¿De verdad?

Maira estaba de buen humor y su melancolía se había esfumado.

Pero luego pensó en la intención de su llamada, y dijo:

—Cariño, ¿escuché que últimamente has conocido a un nuevo amigo?

Yani asintió con fuerza y sonrió, haciendo visible sus bonitos hoyuelos.

—Sí, es un señor. Me gusta tanto que quiero que sea mi padrino, ¿está bien, mami?

Pero al escucharla, Maira sentía que su corazón quedaba suspendido en el aire. Percibió un repentino escalofrío como si se parara al borde del abismo y se le pusieran los pelos de punta.

—Nena, no estás tan familiarizada con él, nunca puedes...

—Mami, el padrino es muy bueno conmigo e incluso dijo que me ayudaría a encontrar a mi verdadero papi.

Esa noche, no se durmió hasta altas horas de la noche.

A la mañana siguiente, tras un rápido lavado, se dirigió a la empresa en coche.

Tenía prisa y conducía muy rápido, pero de repente apareció un niño con una mochila cuando estaba a punto de llegar a la entrada, se asustó mucho y frenó inmediatamente.

El coche se detuvo bruscamente, pero descubrió que el niño que tenía delante ya se perdió de su vista.

Inmediatamente, se desabrochó el cinturón de seguridad y se bajó para ver qué pasaba.

—¿Estás bien, niño? Lo siento, no era mi intención. Yo... Tú... ¿Boris?

Maira salió apresuradamente del coche para encontrar a un niño tirado en medio de la carretera y se acercó a ayudarlo a levantarse para ver que era el hijo de Modesto, Boris.

—¿Estás solo?

Observó a su alrededor, sin encontrar a ningún adulto, y no pudo dejar de quedarse perpleja.

—Vaya, ¿mami? Mami, por fin te he encontrado.

Boris, al cruzar la carretera, se había llevado un buen susto por un coche que salió de la nada y había caído al suelo inadvertidamente. Pero cuando abrió los ojos, y vio a Maira, se alegró muchísimo y la abrazó.

—Mamá, por fin te he encontrado.

Con camisa blanca, overol negro y un lazo rojo en el cuello, parecía un pequeño caballero, casi tan guapo como Modesto.

«Realmente es su hijo. De tal palo, tal astilla. Es demasiado... apuesto.»

—Boris, ¿por qué estás aquí solo? ¿Dónde está tu padre? ¿Saliste sin un ama de llaves que te acompañara?

Ahora le preocupaba más a Maira su estado.

—Mami, me alegro de verte. Me enteré de que te fuiste a trabajar a la empresa de papá, así que quise venir a verte. Te he echado mucho de menos, pero él no me ha dejado verte...

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